No mire con malos ojos la doctrina de la predestinación

Hechos 13:48
"Oyendo esto los gentiles, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor; y creyeron cuantos estaban ordenados a vida eterna". 

No es exactamente todos los que quisieron, que aceptaron la palabra, sino los "ordenados". Esto no se dice como algo previo a la predicación: "Creerán los que Dios haya ordenado" sino posterior como para explicar el rechazo de muchos y preservarse del desaliento, aunque eso no cambia lo que ha dicho puesto que la palabra significa que creyeron solamente los que Dios había  “asignado” “señalado” “determinado”, que es lo que la palabra “ordenado” significa. Los que miran con malos ojos la doctrina de la predestinación se defraudan mucho, se lamentan demasiado, no se pueden enjugar ninguna lágrima de los ojos cuando no le hacen caso al mensaje del evangelio, a no ser con el luctuoso pañuelo de la conformidad.
Después de casi 40 años (¡se dice fácil, Dios mío!) estudiando la Biblia, predicándola, pastoreando y formando iglesias, y viviendo mi vida cristiana puedo afirmar con inamovible convicción que nadie puede salvarse por medio de su temperamento, tener fe de modo natural, ni ser fiel a Cristo por su propio esfuerzo y ganas, sino porque Dios da la orden que tenga fe y el evangelio obediente la transmite; desde la mollera (si no sabe lo que es eso, es la parte más alta del casco de la cabeza) hasta el calcañar somos salvos por gracia, la fe desde la cabeza hasta la cola pertenece a Dios. He aprendido con el Apóstol a luchar más con Dios por la salvación de otros que con ellos mismos para que la reciban. Si Jesús no dice “quiero” no valen mis ganas. He visto con la ecuanimidad con que Jesús dice a algunos incrédulos “no creéis porque no sois de mis ovejas” (Jn.10:26), y como les aconseja a sus discípulos que si les cierran algunas puertas se sacudan las sandalias y se vayan para otro lado (Mt.10:13,14).

Volviendo al pasaje, no te desanimes si no todos los que tú querías que creyeran no creyeron. Creerán algunos, los que Dios haya ordenado para que se salven. Reposa y labora. Si alguien desecha su oportunidad otro la toma; eso pasó con la audiencia judía a la que predicaba Pablo, no se consideraban "dignos" de la vida eterna (v.46), no que se consideraran o se sintieran indignos del evangelio sino lo contrario, que eran "demasiado dignos" para tomar la vida eterna, o fingían indignidad, lo cual no es improbable, de todos modos por ese juicio de ellos mismos se excluyeron. Y los gentiles oyendo que Pablo dedicaría su ministerio a ellos y que había una profecía que les garantizaba esa oportunidad se regocijaron y muchos la aprovecharon y “creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna”. Cuando me graduaron en el seminario teológico Bautista de la Habana unos profesores me dijeron que me estarían vigilando, supongo para ver si yo me sentaba con los brazos cruzados y no procuraba convencer a los ateos de mi país que había un Dios creador del cielo y de la tierra, es decir que mal aconsejado por mi doctrina de la predestinación iba a esperar que a ellos les diera ganas de visitar el templo. Y lo que vieron fue lo contrario, los policías varias veces frente a mi casa para llevarme a la estación, por imprimir en un antiquísimo mimeógrafo, y distribuir tratados bíblicos e invitaciones. Y eso continúo haciendo ahora independiente de la iglesia americana, trabajando sólo bajo la supervisión de Dios, con más teología reformada que la que esos hermanos oyen cada domingo.


Hace poco tiempo expulsaron de ese mismo seminario a casi una docena de estudiantes por creer la predestinación. Parece que la actitud de ellos ante los profesores tuvo que ver. Gracias a Dios ninguno de ellos se llamaba Carlos Spurgeon ni Jorge Whitefield, porque hubieran privado al reino de los cielos a dos celosos ganadores de almas. Dentro de los reproches que algunos fanáticos hicieron fue mencionarles mi nombre, como peligroso recuerdo, más de 40 años desde mi graduación, como si la lamentaran. Los libros de sermones de Spurgeon siguen en aquella biblioteca, los de Mateo Henry, predestinistas, ninguno hipercalvinista, y para gloria de Dios han llevado algunos de los míos que están ahora a disposición de los estudiantes de ese seminario. Y las iglesias donde he sido pastor son testigos de como Dios nos bendijo y que con tanto amor aceptó mis oraciones y trabajo multiplicándose todo, amor, fe, el número de discípulos y las finanzas, para gloria del Señor. No mire de reojos la doctrina de la predestinación que no es un obstáculo para el evangelismo y abrácela como un fortísimo consuelo.

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