Dios no tiene que reelegirte con una vez basta



Zacarías 1: 17
"Clama aún, diciendo: Aún rebosarán mis ciudades con la abundancia del bien, y aún consolará Jehová a Sión, y aún escogerá todavía a Jerusalén".

Tú dices, “Dios me escogió pero pequé, me escogió en otro tiempo, ahora no soy ya escogido por él, si así todavía fuera, él me hubiera ayudado”. Los judíos en Babilonia pensaban de modo similar, habían sido transportados hasta allí y vividos 70 años (o quizás 50) fuera de Israel lo que les había hecho creer que ya no eran el pueblo de Dios, que Jerusalén había sido desechada como asiento de los pies divinos.

Perdieron el concepto de la elección como nación y por eso desmayaban, muchos no querían regresar, se miraban como las otras naciones, abandonadas por la providencia y sujetas al azar y la fortuna. Mira que una palabra importante para el profeta para animarlos es escoger y la repite varias veces (2:12; 3:2). Si Dios te escogió cuando eras débil e impío y te dio su gracia, y por un tiempo fuiste su siervo o sierva, ¿no hay ya una razón para devolverte la gracia que malgastaste? Aunque el servicio a Dios no te vista con una justicia intrínseca, ¿es injusto Dios para olvidar el servicio que le prestaste? No se diga eso. Pero aquí no se trata de apostasía sino de un largo tiempo de castigo, y el pueblo se siente abandonado.

Si aún puedes creer estate seguro que la elección permanece. Los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables (Ro. 11: 28, 29). Zacarías habló mucho del amor de Dios por Jerusalén y que ese amor no había cambiado. La elección divina y el llamamiento de Dios son dos doctrinas inconmovibles que garantizan la fe en la providencia, sabiduría, el proceso de avance del reino de Dios, su triunfo. Si Dios te escogió una vez lo hará repetidamente, cuantas veces sea necesario, si eso hiciera falta. Se siente uno muy privilegiado cuando piensa en su elección, que es una en Jesucristo y eterna. Dios no tiene que reelegirte, con una vez basta, no es necesario porque lo hizo en la eternidad, pero sí que tú hagas firme tu elección (2 Pe.1: 10), no con respecto a Dios sino con respecto a tu fe no dudando de ella y de su oportuna asistencia. Yo haría lo mismo, después de conocer mi elección, lo elegiría a él mil veces si hiciera falta.

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