Un cumpleaños donde no fue Dios


Mateo 14:6-12
Pero cuando se celebraba el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio, y agradó a Herodes, por lo cual éste le prometió con juramento darle todo lo que pidiese. Ella, instruida primero por su madre, dijo: Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista. Entonces el rey se entristeció; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, mandó que se la diesen, 10 y ordenó decapitar a Juan en la cárcel. 11 Y fue traída su cabeza en un plato, y dada a la muchacha; y ella la presentó a su madre. 12 Entonces llegaron sus discípulos, y tomaron el cuerpo y lo enterraron; y fueron y dieron las nuevas a Jesús”.


Preparémonos para entrar a un cumpleaños, o mejor dicho: no entremos porque es pecaminoso. Asomémonos nada más a una ventana de la mansión de Herodes y miremos por alguna celosía lo que pasa dentro.
Lo primero que vemos es la pompa de la fiesta. A menudo los hombres perversos disfrutan más de este mundo que los hijos de Dios. Herodes tenía recursos económicos para organizar una gran fiesta debido a su cumpleaños (v.6). “Se celebraba el cumpleaños de Herodes…”. Tenía en su mano todo lo que le hacía falta para los festejos. El dinero, que es lo principal para costear las invitaciones, la comida, los diferentes licores, los recuerdos para que los visitantes se llevaran, el adorno y acondicionamiento del palacio, los músicos, etc. Un pobre no podría gastar tanto en eso.
En la fiesta hay un gran Ausente. No estaba Dios. Jesucristo y sus apóstoles no fueron ni asistirían. Allí estaba el diablo. Sin mencionar toda la fastuosa vanidad que lo caracterizaba, era un cumpleaños pecaminosamente planeado. La edad de Herodes fue solo un pretexto para liquidar al último de los profetas, Juan (v.8), “ella, instruida primero..., dame en un plato la cabeza de Juan…”. Herodías instruyó a su hija previamente en el negocio, le explicó el motivo, cómo le molestaban los sermones de Juan, hizo que practicara diariamente la danza junto a algún maestro de ese arte, le recomendó el exótico vestuario (algunos dicen que se despojó de él mientras danzaba). Ella fue la que organizó y promovió todo, con el horrible propósito, como un vulgar asesino, para vengarse del predicador que le había reprochado su pecado.

Esto no es justificación, como algunos quieren, para abolir cualquiera fiesta de cumpleaños; pero sí debe ser una lección para los que organizan una fiesta, que comprueben que no haya pecado en ella ni se adore al diablo dentro. Hay que mirar si la alegría de los festejos honrará o deshonrará a Dios. Una fiesta que tenga como tinte el exotismo y la moda, la embriaguez, el sorteo sexual, el baile en  parejas, los cuentos inmorales, las películas obscenas, aunque no termine con la cabeza de un ministro en un plato, es sin duda una blasfemia y un ataque al reino de Dios.

Hay llamados cristianos que no las organizan así,  pero asisten adonde las celebran y en un ambiente insano, ni digno de un hijo de luz, confunden sus siluetas con las de los hijos de las tinieblas. ¿No es una falta entonces, asistir a una boda, un cumpleaños, cuando los que la prepararon solamente tuvieron en mente la sensualidad y el pecado? Si por deber un cristiano tiene que ir, que esté lo menos posible dentro o platique con alguien en el exterior. Es muy significativo que Job no asistiera a las fiestas de sus hijos y cuando sabía que había terminado alguna iba y pedía perdón a Dios por ellos (Job 1:5). El patriarca era de espíritu radical y juzgaba como pecaminoso complacer con su presencia la invitación de sus hijos si allí ni él ni Dios debían estar. Daniel fue otro ejemplo. De él los paganos afirmaban que tenía el espíritu de los dioses santos, tampoco asistió a la fiesta del rey Beltsasar, donde había mujeres, concubinas y pecados (Dan.5:11). Una fiesta mundana no es una fiesta cristiana.

Una fiesta de cumpleaños debe ser algo hermoso donde brille la luz de la gloria de Dios. Si se da gracias al Señor por los años que se han vivido, porque él ha tenido misericordia al dejarnos entre los vivos, si se recuerdan los años vividos no para la carne sino en el Espíritu y si se promete al Señor vivir el futuro para su gloria enteramente. Es bello si se hace un balance espiritual del año y el provecho que hemos sido para la obra suya.

Me dirás: “Es una fiesta, no un culto”. Sí, pero los cumpleaños, las bodas, cualquier festejo deben ser fiestas religiosas, no profanas. Dios permitía que su pueblo Israel celebrara sus misericordias con alegría popular. Así hallarás las fiestas de la pascua, pentecostés, los tabernáculos, purín. Los paganos celebraban sus fiestas religiosas, pero a los demonios y con inmoralidades (1Co. 10:20).
Una señal de decadencia espiritual de las iglesias actuales se puede apreciar en los cumpleaños que no se diferencian mucho en la forma de celebrarlo con los del mundo. En un cumpleaños cristiano puede haber comidas, charlas sanas, juegos, risas, chistes sanos y otros entretenimientos no ofensivos a Dios. Música también ¿por qué no?, popular, clásica, instrumental o religiosa.

El día del cumpleaños de Herodes fue trágico para él, el peor de su vida. Como Adán, continuó viviendo pero allí mismo murieron sus esperanzas, su oportunidad de salvación cuando decapitó la predicación. Con su orden de matar a Juan mataba también su alma. La historia no recoge ningún dato que algún otro le hubiera predicado, murió sin arrepentimiento, sin fe, sin perdón. El día de su cumpleaños firmó su propia sentencia de muerte eterna.

¿Y cómo fue eso? ¿Cómo se originó? Cuando eufórico por la danza impía de la niña, juró a Dios premiarla con lo que saliera de su boca. Era tomar el nombre de Dios en vano. ¿Cómo llamar a Dios como testigo, cómo comprometerlo en lo que él aborrecía? Hizo un voto sagrado de premiar aquel pecado y creyó que sería infiel a Dios si no mataba a Juan. ¿No es eso lo que algunos hacen? Santifican un pecado, oran por un pecado, piden la bendición de Dios para un pecado, piensan que es algo sagrado un compromiso impío. ¿No es lo mismo que santificar las vidas de un matrimonio de homosexuales, de lesbianas, de dos fornicarios? ¿O dar gracias por el éxito de una carrera profesional llena de envidias, orgías, orgullo, codicias, vanidades y sexo? ¿Cómo ser un monstruo como Herodes y llamar a Dios, con juramento, como cómplice? No se es infiel a Dios si se rompe un juramento ilegal, impío. Es mucho mejor romper ese voto aunque lo critiquen los que están en la mesa, los que tomaron el juramento y esperan que por vida quede célibe, enclaustrado y sufriendo sin la ayuda divina, las torturas de la carne.

El colofón del cumpleaños de Herodes fueron las exequias de Juan, “entonces llegaron sus discípulos y tomaron el cuerpo de Juan...”. El complot de Herodías tuvo éxito, el rey se entristeció, no por el asesinato sino por los problemas políticos que podría su acción ocasionarle, pero autorizó darle muerte a Juan, sin juicio, sin darle oportunidad de nombrar una defensa, en contra de toda constitución y ley romana, un acto completamente arbitrario, como los gobernantes corrompidos saben hacer, pasando por encima de todo derecho y estima de la vida. Enterraron el cuerpo mutilado del profeta. No hubo sermones fúnebres, ni revuelta popular, nadie protestó, la iglesia soportó el duro golpe en silencio y perdió uno de sus mejores siervos. Nada pudo hacer ante un tirano semejante sino cruzarse de brazos y llorando orar. Para Herodías, Salomé y Herodes todo siguió igual, no tuvieron problemas con el pueblo... murieron en sus pecados y enfrentaron lo peor, el rostro de un Dios airado.

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