El día que Enoc no regresó a su casa


Hebreos 11: 5, 6
“Por la fe Enoc fue trasladado para no ver la muerte y no fue hallado, porque Dios le había trasladado. Antes de su traslado, recibió testimonio de haber agradado a Dios. Y sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que es galardonador de los que le buscan”.

El siguiente ejemplo en la lista de varones de fe es el de Enoc, que contrario al precedente no murió sino que fue “traspuesto”.  Aquí tienes una prueba que la fe es lo que lleva al cielo a los santos, tanto a los del Antiguo Testamento como a los del Nuevo Testamento; Enoc fue alzado hasta la presencia de Dios porque había caminado con él, lo cual Hebreos no menciona, pero nosotros lo sabemos por la historia bíblica (Ge. 5: 21-24). Los santos del Antiguo Testamento no se salvaron de modo diferente a nosotros, también ellos anduvieron por fe y ascendieron porque creyeron; no por sus actos buenos.

El hecho que  “tuvo testimonio de haber agradado a Dios”, es muy posible que se refiera a que  caminó con Dios, que recibía de Dios evidencias que su vida le agradaba; y habiendo comprobado que la voluntad de Dios era agradable y perfecta, abundó en ello más y más. Su vida estaba llena de experiencias que demostraban que Dios oía sus oraciones, escuchaba sus intercesiones, bendecía sus palabras y sus hechos, y todo lo que hacía prosperaba; era como un árbol plantado junto a corrientes de agua; su experiencia espiritual le corroboraba, como ninguna otra, la existencia divina.

Si caminaba con Dios significa que eran amigos, y buenos compañeros porque “no pueden andar dos juntos si no estuvieren de acuerdo”. Ambos siempre estaban de acuerdo, al menos, procuraba no dar un paso en desacuerdo con Dios. Vivía consciente de su amistad con Dios y se deleitaba grandemente en reconocimiento del Altísimo. El le daba fuerzas en sus debilidades, lo suplía con abundancia de paciencia, gozo, paz y perdonaba todos sus pecados. Con él y con su familia Enoc sabía que él agradaba Dios; se sentían compañeros el uno del otro.

Vayamos a un asunto más interesante. Enoc y la existencia de Dios. Este hombre no descubrió la existencia de Dios y luego creyó en él, sino que creyó en Dios y mediante su fe estuvo seguro de su existencia, “porque es necesario que el que se acerca a Dios creer que le hay”; no supo de la existencia de Dios antes de tener experiencia con él, oyó la tradición patriarcal y la creyó; la palabra de Dios que le venía por tradición a través de sus predecesores. La fe en esa palabra le trajo la convicción de la existencia de Dios; no estaba seguro de la existencia de Dios por evidencias sino por la palabra que había escuchado desde niño, en su juventud, y en su adultez. Parece que a los 65 años fue cuando tuvo esta experiencia con la palabra de Dios; una experiencia de fe, más allá que una conclusión intelectual. La fe le reveló la existencia de Dios, y la existencia de Dios fortaleció su fe.

Y por último observa, la transformación del cuerpo y el traslado al cielo.  Enoc fue trasladado vivo sin ver la muerte, su cuerpo fue transformado como si hubiese acabado de resucitar; no por él mismo sino por nosotros fue que tuvo esta experiencia, para darnos fe en que la vida continúa en el cielo, que ya hay cielo, porque a algún lugar y estado fue trasladado; que el “paraíso” que vio Pablo ya existe; y para ascender hacia él se necesita la transformación del cuerpo, para que se halle capacitado para entrar allá, un “cuerpo espiritual” como lo llamó Pablo; el cual sólo podrán tenerlo aquellos que ya (también el aquí y ahora) los que son nombrados como “espirituales”, los que someten el cuerpo al alma. 

Y además la transformación y traslado de Enoc nos enseña que contiene la esperanza de los hombres y mujeres que mueren en el Señor; cuando al fin el cuerpo abandone la tumba y transformado entre al paraíso porque se escribió que  “Dios no es Dios de muertos sino de vivos” y  Jesucristo dijo: “el que cree en mi aunque esté muerto vivirá”; y por supuesto, Enoc entró al cielo porque para su traslado se le dio un cuerpo como el de Jesucristo, porque nadie puede abandonar la tierra con intenciones de entrar a la gloria sino refleja la gloria de Dios.

En resumen: el que tiene fe agrada Dios, y es imposible que aquel que cree Dios no vaya al cielo. Tal vez tú y yo no seamos traspuestos, pero si caminamos con Dios en nuestro diario vivir, por medio de la fe, será imposible que nuestro cuerpo mortal no sea vestido de inmortalidad, para que llegue a ser semejante al cuerpo de la gloria de Jesucristo. Usando esa vieja frase, seremos traspuestos porque aun nuestra pequeña fe es más poderosa que nuestra segura muerte, si ella nos sorprende como a Enoc, dando pasos con Dios, quien tal vez le dijo, “ya es tarde para que regreses a tu casa, vamos a la mía”.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Hiel de Betel, mal padre

Ahuyenta los pájaros y las aves de mal agüero

El altar de tierra