Si está insatisfecho y sediento de la religión o del árido secularismo

JUAN 7:37-39
37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. 39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”.
BEBA DEL AGUA DE VIDA: LA PALABRA DE DIOS
A la fiesta que se refiere es la de los tabernáculos (v. 2). Se le llama “el gran día de la fiesta” al octavo día de santa convocación, según varias explicaciones, porque durante los otros días se ofrecían 70 bueyes por las naciones del mundo  pero en este particular día se ofrecía por Israel. Las palabras del Señor fueron dichas en ese día. También los judíos iban al estanque en Siloé y traían cántaros de agua de la cual bebían, puede que de la mezclada con vino, y la otra la derramaban en el altar del sacrificio.
Jesús tuvo que haber visto a muchos bebiéndose el agua ceremonial sin matarse la sed cuando los invitó a cambiar la vasija por el Espíritu y el agua por la fe.  Si ese fue el motivo de sus palabras, él tiene la mirada puesta en el fin de aquello que habría de ser abolido porque ya había envejecido, y “un nuevo pacto” sustituiría al primero y una nueva forma de adoración a Dios tendría lugar donde él sería el centro de todo ese cambio (Jer. 31: 31-34). Pensando en esa promesa donde la ley de Dios sería escrita en las “entrañas” o “corazón” es que el autor de Hebreos hace referencia (He. 8:8,13). Una explicación tan amplia es sustentada por la misma cita que menciona el Señor. La frase “como dice la Escritura” no es aplicable a un texto en particular sino, como dice Calvino, a todo el AT en comparación con el Nuevo Testamento o Pacto. Y si hay algunos textos, ése es de los mejores.
He esperado en vano encontrar esa explicación en algunos comentaristas y por ese motivo digo que me aventuro a pensar que esa pudo haber sido la razón del llamamiento a tener fe en él, que es lo que significa “venid a mí y bebed”. Con eso les está proponiendo cambiar las ceremonias de la ley por el evangelio sin ellas, en el cual él se ofrecerá a sí mismo por todas las naciones del mundo y particularmente por Israel, en la víspera de aquel sábado “de gran solemnidad”.  Es un llamado semejante al que hizo en Mt. 11:28 donde se refiere a los cansados de las ceremonias de la ley. Es importante reconocer que el Espíritu viene a ser el sustituto de aquellas cansonas e insatisfactorias ceremonias, y él es el vicario de Cristo en la tierra.
El momento en que Jesús hace la invitación era el más oportuno. Jesús invita al pueblo a cambiar las obras ceremoniales por la fe en el puro evangelio en el momento en que ellos habían sacado todo el provecho espiritual que podían de ellas. Se está particularmente dirigiendo a los que sentían sed de algo más y deseaban, sin saberlo, un cambio. En ese instante Jesús vio que estaban espiritualmente sedientos, insatisfechos con los resultados espirituales de aquella fiesta, economía y ceremonias. Nota que les falta algo más, que siguen con sed, y los llama a sentirse “completos en él” (Col. 2:8-10), o a tomar de él “gracia sobre gracia” (1:16) para una vida completa y satisfecha. Se incluía dentro de las ceremonias los lavamientos, prescripciones dietéticas y sacrificios que “nunca pueden hacer perfectos” a los que los cumplen (He. 10:1). Jesús llega a la historia de Israel en el momento oportuno y llegó para darle descanso y satisfacción con su ministerio del Espíritu. El cristianismo es la religión del Espíritu. Donde priman las ceremonias, misas, comidas, penitencias, promesas, no hay Espíritu. Jesús les promete que el evangelio del Espíritu Santo les desbordaría la vida religiosa de modo que además de no sentirse como si carecieran de algo tendrían para compartir y que bebieran otros. Les dice que desde el fondo, desde lo más profundo del corazón de ellos brotaría vida, sin sentirse muertos por dentro jamás.

Él era el fin de aquellas ceremonias sustituyendo todo aquel culto en su persona y cruz  (Ro. 10:4; Ga. 4:4,5; 5:18). Se sentirían con una vida abundante y de esa abundancia podrían compartir con otros sedientos. Jesús compartiría su Espíritu con ellos después de su glorificación. Esa forma nueva de adoración permitiría dejar sin sed y satisfechos no sólo a las 70 naciones por las cuales Israel oraba, sino a “los suyos” y a “todo aquel que en él cree” y esté insatisfecho y sediento de la religión o  del árido secularismo. El evangelio no es algo que deje al hombre insatisfecho. La insatisfacción depende de la medida del Espíritu que el creyente posea.

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