Suspira, no bosteces

Salmo 119:131
Abrí mi boca y suspiré porque anhelaba tus mandamientos”.

No dice el salmista que “mi boca abrí y bostecé” sino “mi boca abrí y suspiré porque deseaba tus mandamientos”. La palabra suspirar se usa también para las “palpitaciones del corazón”; cuando a uno le palpita el corazón por “todo el consejo de Dios”.
¿Suspiras por el retorno de épocas de oro que la iglesia ha vivido, por la vuelta de aquellos viejos tiempos y viejos profetas, que aun después de muertos sus huesos continuaban teniendo más vida que muchos vivos? ¿Por un buen sermón, que esté basado íntegramente en la Palabra de Dios, que sean los pensamientos del Espíritu Santo dejados en la Biblia?

El alma que ama la palabra de Dios suspira cuando recuerda aquellos tiempos cuando en los cultos la Biblia era lo principal y no otras cosas que han importado para adornarlo, azucararlo o hacerlo más atractivo. Recuerda que en la Ley estaba prohibido ponerle miel a los sacrificios pero no sal (Lev.2:11).

El alma de quien ama los mandamientos divinos suspira cuando lee aquellos sermones y aquellas grandes exposiciones del pasado y dice: “Oh Dios, envía hombres como Agustín, obispo de Hipona, hombres como Lutero, Calvino, Whitefield, Maclaren, que hacían arder el corazón, y se les oían sin parpadear ni a los diez minutos bostezar”. Los bancos o las sillas de las iglesias son sitios incómodos para dormir sentados, tanto como la ventana de Eutico. Y ¡cuánto agradecería uno la brevedad cuando siente que sus párpados les pesan más que una piedra de molino de asno!

Eres bienaventurado si cuentas cada domingo con un predicador que sin que su sermón tenga la extensión desde Dan hasta Beerseba y te quiera enseñar toda la Biblia en una hora, puedas agradecer su didáctica y además bella exposición, sin mirar el reloj de Acab ni el tuyo, ni estar esperando que diga la felicísima frase “y en último lugar hermanos…”, y con la boca abierta exhales tu último suspiro de gratitud a Dios porque acabó.

Comentarios

  1. Ja,ja,ja,me hizo reir hermano querido con lo que escribió y le digo porqué.
    Es cierto que se siente cuando es la voz del Espíritu Santo hablando a nuestra vida a través de la predicación de un hermano; es más, decimos luego: ¿ya se terminó?,¡ay,no, quiero escuchar más! pero cuando son de las otras predicaciones, cuando escuchamos la frase: "y en último lugar hermanos...", exhalamos el último suspiro de alivio, ja,ja,ja.
    Adelante con estos post excelentes.

    ResponderEliminar
  2. Isa, Dijo Spurgeon que para oírse él mismo no cruzaría la calle pero para oír algunos otros la cruzaría en sentido contrario.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Hiel de Betel, mal padre

Ahuyenta los pájaros y las aves de mal agüero

El altar de tierra