Tras el pecado, recuperación


Isaías 9.9, 10

"Los ladrillos cayeron, pero edificaremos de cantería".


Mejor traducción es “con piedras labradas edificaremos” “con cedros los reemplazaremos”. Son palabras que contienen orgullo y desafío a Dios. Estos hombres querían decir "no importa el castigo que nos imponga Dios; los sufrimientos, cuando él rompa nosotros edificaremos algo mejor, siempre que caigamos nos recuperaremos". Y no fue así. Es un desafío inútil, si Jehová hiere es él quien tiene que sanar. No puedes recuperarte por ti mismo de un pecado, la caída es tan grande que es imposible, ni siquiera llegar a ser lo mismo que se fue.

Si los ladrillos han sido derribados, volverlos a poner en su lugar antiguo es una ardua tarea; y aunque algunos hayan quedado sanos y se puedan utilizar, la mezcla antigua que le queda y con la cual estaban unidos a otros, una vez separados, es un estorbo difícil de limpiarla para sustituirla por una nueva relación. ¡Cuánto más entonces, sustituir los ladrillos por hermosas piedras labradas y que la casa espiritual que se quiere reconstruir supere en belleza, valor y solidez a la que el mal destruyó!

La recuperación espiritual es un milagro divino, hecho por la mano que castigó, es un proceso largo, difícil, que sólo Dios puede hacerlo. Es cierto que se pudiera alcanzar una vida superior a la perdida, obtener “mayor gracia” (Sgo 4:6) y después de un caos semejante, sobre los antiguos fundamentos, volver a empezar y alcanzar bendiciones superiores a las perdidas. Pero para eso ¿quién es suficiente?

El orgullo de esta gente era grande, pensaban que soportarían bien el castigo de Dios y después de padecerlo podrían volver a empezar y alcanzar mejores cosas, con una nueva reputación y un mejor testimonio. Y ese vano pensamiento los endureció y continuaron por el mal camino no poniendo a un lado la tentación sino que siguieron andando en desobediencia, porque eso les gustaba, y estaban dispuestos a pagar el precio de su caída con tal de hacer su voluntad y disfrutar su pecado.

No haga cálculos vanos, si hace caso omiso a las advertencias de juicio de Dios, prepárese para ser disminuido muy por debajo de lo que usted fue porque quien peca “voluntariamente” no tiene a su favor ninguna promesa de que su postrer estado será igual o mejor que el primero (He 10:26).

Sin embargo, hay muchos casos de misericordias donde la divina gracia ha resplandecido en la recuperación y reinjerto de elegidos que habiendo sufrido grandes pérdidas y humillados hasta el límite, fueron ayudados, no ellos por sí solos, sino Dios (Ro 11:23), a reemplazar sus perdidas localidades, sustituir ladrillos baratos por preciosas piedras, y cultivar muy bonitos cedros donde antes se conformaban con mediocres sicómoros.

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