Jesucristo no satisface todas las necesidades


Y eso es precisamente lo que hace la sicología moderna que tiene tantos escritores cristianos que han sustituido la teología por ella, y otros más pulpiteros que imaginan edificar almas y ganar pecadores con los equivocados eslogan de esta época. Principalmente haciendo al hombre y no a Dios el centro de importancia en sus sermones y charlas, donde el Creador vive para satisfacer los deseos y necesidades de las criaturas y no ellas para glorificarlo a Él. Totalmente contrario a lo que nos enseña la historia de la iglesia y la Biblia que “no a nosotros sino a tu nombre da gloria” (Sal 115:1). El mensaje debiera ser directo y enseñarles el enorme golfo que los separa de Dios y que el único puente que tienen que transitar es llamado Jesucristo.

Si se sigue adulando el yo y aplaudiendo a los hombres para “ganarlos para Cristo” no pasará de un logro en forma y tampoco real. La necesidad del hombre no es ser engrandecido sino empequeñecido por la grandeza de Dios, no es hacerlo más grande sino más chico y sepa él cuán frágil “es” (Sal 39:4). No es un correcto medio de evangelización y edificación de los pecadores alabarlos y hacerlos sentir como algo muy especial ante los ojos de Dios o como dioses. Se les hace más daño que bien y semejante postura los aleja más que los acerca a Dios, crea enemigos egoístas e idólatras creyendo de sí mismos lo que no son, “pobres y miserables” (Apc 3:17), creyentes en sí mismo y no en Dios. Una humana monstruosidad repleta de engañosa y fluctuante autoestima y por supuesto, vacía de Espíritu Santo.

La sicología que se suele utilizar en el púlpito es por excelencia antropocéntrica y no teocéntrica. Se le enseña a la criatura a conocerse más que a su Creador y el conocimiento que se le da está desvinculado de quien los hizo, Dios. Dios no tiene necesidad de ser glorificado por nadie, él no necesita las alabanzas de ninguna criatura, pero el asunto es que es el Centro de todo, el punto de partida de todo lo demás, el Dador de las leyes del universo y su total Compositor. La alabanza y glorificación de Dios es importante porque es una rendición de guerra, una deposición de todas las armas y actitudes hostiles que la humanidad ha levantado contra él; Dios no se regocija oyendo nuestros aplausos o nuestros himnos sino viendo nuestro cambio y transformación, cuando emprendemos nuestro camino de regreso a nuestra semejanza con él y buscando tener y cultivar sus atributos morales en nosotros, no los naturales como los hombres quieren, el ser convertidos en dioses con poderes de omnipotencia, omnisciencia y hacer del hombre el centro mismo de espacios y galaxias. Realmente son cultos a la personalidad y no a Dios y por ende dañinos, mintiéndoles a los hombres sobre sí mismo y desviando completamente la importancia desde Dios hacia ellos.

Jesucristo no suple todas nuestras necesidades, afirmar eso es falso, lo que sí es cierto es que quiere cambiarlas por otras, las egoístas y sensuales del hombre carnal por las espirituales del hombre celestial, no llenarnos sino vaciarnos de nosotros mismos, darnos arrepentimiento y fe en lugar de optimismo, interés en la vida eterna y darle más importancia a la resurrección del cuerpo que a la salud física y los ejercicios corporales y una dieta saludable con el pretexto que somos templos del Espíritu Santo, porque eso más bien se refiere a mantener nuestros cuerpos santos que obsesivamente cuidados con proteínas y bajas calorías.

Esos pulpiteros están contribuyendo a la obsesión con el yo y el cuerpo, eso es central en nuestra cultura y religión actual, en vez de hacer a las gentes girar en redondo y enseñarles a negarse a sí mismos y amar y buscar los intereses ajenos primero que los propios. La sicología moderna centrada en el yo y sustitutiva de la antigua teología cristiana, paulinista, agustiniana, calvinista y puritana, entorpece la conversión a Dios de los pecadores y los sana con liviandad, en el sentido opuesto que ellos debieran serlo, y previene a los santos de humillarse para ser ensalzados. Es un crimen predicar y evangelizar de esa manera; es la segura muerte de las almas.

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