Juan Calvino: El teatro y la televisión


"Pero aunque Calvino compartía la perspectiva teatral de su época, algunas veces no se sentía confortable con ella. La ambigüedad de "jugar" sugiere la idea que le perturbaba. "Jugar", como pasa con los niños, pudiera expresar aquello que es más espontáneo y auténtico en la existencia humana. Pero el papel de jugar, ya sea en la sociedad o en el teatro, es diferente. En la sociedad jugamos papeles que pudiera hacer necesario que se esconda el verdadero yo de la persona para satisfacer las expectaciones de otros o para engañarlos. Actuar en el teatro también envuelve la sustitución de un auténtico yo por otro artificial; en tal caso que no expresa la natural vitalidad y libertad del ser humano sino que esconde detrás de una máscara su real yo y asume una 'persona', o papel de otro.

"Asocia el actuar en el teatro con todos las prácticas pecaminosas por medio de las cuales el ser humano pretende ser lo que no es para engañar o explotar a otros; y eso alcanza su clímax con la abolición del teatro en la Inglaterra Puritana. En tiempos de Calvino también se miraba el teatro como algo sospechoso, y aunque él no lo compartía completamente sí dijo expresiones vigorosas en contra del teatro. Los teatros, él proclamó, ‘resuenan con ficciones mentirosas... y aquellos que no disfrutan de alguna preparación son llevados a pensar que lo que están representando delante de sus ojos es verdadero’.

"En ese sentido atacó el papado por su ‘fantástica’ forma teatral. Y esto fue lo que dijo: ‘cuando los hombres sin principios ocupan el púlpito bajo el papado hablan y lloran, y eso aunque no dicen una sola sílaba que provenga de la palabra de Dios, sino que más bien utilizan espectáculos o fantasías que producen la imagen de la cruz y cosas parecidas a esas, muy similar a lo que hacen los actores en el teatro cuando con sus actuaciones tocan los sentimientos de la gente y hacen que salga llorando. Así en otros tiempos los poetas como Platón han dicho que ellos han inventado todo lo que se les ha ocurrido y han llenado el mundo con los más groseros y sucios errores. Cuando el diablo enciende el fuego a las pasiones vemos que tanto hombres cultos como incultos son arrastrados por lo que ven en el teatro, porque piensan que lo que están mirando es cierto" (John Calvin, William J. Bouwsma, pag.178, 179).

El disgusto que muestra Calvino hacia el teatro, su poder de convencimiento, como un manantial del cual brota todo lo sucio e indigno e influye tremendamente en el sensitivo auditorio, figura y modela la percepción de la vida equivocada del espectador, que toma por virtud lo indigno, lo inmoral por moral, lo que no tiene valor como algo preciado, que justifica los errores y contamina indiscriminadamente a todo el que lo mire, sea anciano, joven, niño, hombre o mujer. Eso mismo es lo que hace la televisión amoral y sexualmente sugestiva durante escenas descaradamente eróticas para llenar los libidinosos ojos de la doméstica audiencia en el seno del hogar, y el cine en nuestro tiempo, no en la Edad Media, sino ahora, y que no hay que salir afuera para mirar una obra de teatro sino que se introduce por nuestra propia voluntad debajo de nuestros techos, contaminando, deformando, y ensuciando la familia.

El tiempo que generalmente se consume en entretenerse delante de la televisión es un tiempo vacío, completamente perdido donde los espectadores sienten pero no piensan, porque lo que contemplan va dirigido principalmente a las emociones y no a la reflexión, y es desgraciadamente una mala sustitución de la lectura de un buen libro, que habría enriquecido mucho más el pensamiento y contribuido con glorioso altruismo a la formación de la personalidad de los lectores, mientras que lo otro en cambio, de una punta a la otra adormece y embota el entendimiento, por no decir con respeto, que embobece.

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