Cristo no deja obras inconclusas

En aquel tiempo haré retoñar el poder de Israel (Ezequiel 29:21).

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Hay palabras, una sola, en la revelación, que son suficientes para llenarnos de esperanza, para mirar el porvenir, más allá del presente, más allá de alguna tentación o del estado de desolación en que se queda el alma después que ha pecado. ¿No? Lee esa, esa solita y dime si no hay un mundo de aliento contenido dentro de ella. ¡Qué feliz me siento Señor, al leer esta palabra "retoñar", o reverdecer, porque quiere decir que podemos crecer hasta donde un día crecimos, ganar la altura que tuvimos y llevar aquellos dulces frutos que un día cubrieron nuestras ramas! ¡Qué bueno es el Señor que nos da aliento con ella!

Nuestro Señor no se da prisa para maldecir a sus higueras que no producen fruto como antes; es cierto que lo hizo con una, pero fue para dar un ejemplo de fe a sus discípulos, estaba menos enfadado con ella por su falta de frutos que para hacerles pensar a ellos en la fe. Nunca hallarás en sus sermones que él se de prisa en desarraigar a los que ha plantado su Padre celestial, al contrario, siempre pide una oportunidad para regarlos y ayudarlos a que se recuperen (Lc. 13:6-9).

Para Jesús la más pequeña flor plantada por Dios tiene importancia, es parte de su jardín y si por ventura algo le sucede y ella pierde su perfume, su belleza, él deja vacío el espacio donde estaba sembrada porque sabe que la raíz de la Palabra se halla en la tierra y puede retoñar.

¿No has leído cómo el cabello de Sansón comenzó a retoñar después que había perdido toda su fuerza y ojos? (Jue. 16:22). Eso indica que hay esperanza para los que han pecado contra Dios, si han estado una vez en el pacto y han sido ungidos con el Espíritu Santo, se recobran poco a poco y van ganando despacio cierto grado de fortaleza y de comunión con el Señor.

Aunque no hayamos pecado, a veces nos sentimos desgajados, talados, y esa palabra “retoñar” indica ponernos verde otra vez y que hay recuperación, que volveremos con la ayuda del Espíritu a comenzar y a ganar altura. Aunque nuestra raíz se halle en tierra seca, el rocío del Señor la hará reverdecer y volveremos a cobrar la vida y la altura que tuvimos otrora. ¡Por la perseverancia de la gracia en sus elegidos! ¡Cristo no deja obras inconclusas!

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