Entre ángeles y fieras

Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían (Mr.1:13).

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¿Cómo podrían esos ángeles servirle? No dice que estaban cantando para alegrarlo porque no estaba triste ni para cocerle una torta como a Elías. ¿Cómo le servían? Acompañándolo, estando con él. ¿Cerrando las bocas de los animales? No. Aquellos animales, osos, hienas, chacales, leopardos, sentían que había una sombra llena de amor en el desierto y fueron a echarse debajo de ella. Presentían la furia de un nuevo diluvio y mansamente fueron al Arca de Salvación junto a uno mayor que Noé y Daniel, que estaba de rodillas orando.

Estaban a disposición de Jesús aunque no hicieran nada. Jesús puede tapar las bocas de los leones si quisiera, pensarían los mártires en el circo romano. Jesús entre fieras y ángeles. Llevarían esta estampa cuando lucharan con salvajes seres humanos (Co.15: 32), o predicaran a hombres que se comportan como animales irracionales (Judas 1:10).

De nuevo ¿qué “pintan” estos ángeles en ese cuadro? ¿Adorno? No, tienen su función. Estar allí. Hacerles compañía. ¿Nada más? Sí. Y ¿no es eso suficiente? A veces sí. Hay momentos de algunas personas que lo único que podemos hacer es estar callados y acompañarlas. Eso es todo lo que necesitan. Estos tienen la misma función que el ángel que lo fortaleció en el huerto. No le pasó la mano por sus cabellos ni le secó el sudor de sangre en su perlada frente. La compañía es simpatía. Los tres apóstoles quisieron quedarse en el monte de la transfiguración solamente para mirarlo y oírlo (Mt.17: 4). María estaba sentada a los pies de Jesús oyendo la Palabra mientras su hermana Marta cocinaba, y Jesús no la descalificó sino dijo que había tomado la buena parte. Todo esto es servir a Jesús. Cocer alimentos para él, cargar agua para un milagro, prestar un pollino, y también sentarse donde él está sentado, oírlo o mirarlo.

Supongo que el primer anhelo de los ángeles no es ejecutar los deseos de Dios sino mirarlo (1Pe.1:12). Se puede decir que el Señor escoge para que le sirvan dentro de los que tiene cerca mirándolo, oyéndolo, estando con él. Le complace más que estemos mirando al Invisible que trabajando para el Invisible, o sea, estar a su lado antes que salir a predicar (Mr.3:14). En ese orden.

Si Jesús hubiera querido agua del pozo de Belén, hubieran volado hasta allí a cualquier costo, si a alguno de ellos le hubiera dicho que tomara una escoba y buscara la moneda perdida, lo hubiera hecho con gusto. Si deseaba que un par de ellos salieran en búsqueda de la oveja descarriada, todos se habrían ofrecido. Tal vez tenga un mínimo significado el hecho que estamos sentados en los lugares celestiales (Ef.2: 6) y que al llegar al reino de los cielos estemos entrando en su reposo (He.4: 3-5) a descansar (Apc.14: 3).

Es cierto que eso implica que hemos trabajado mucho, como dice Pablo, pero el trabajo no es la meta sino el reposo. Sin que yo salude la indolencia, hoy estaremos como los ángeles, sentados sobre la piedra de su resurrección, esperando órdenes y dispuestos para el servicio.

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