Prefiero estar Equivocado con Jesús


Si Jehová hiciere ventanas en el cielo, ¿sería esto así? (2Reyes.7:2).

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Estas son las palabras de un príncipe incrédulo para quien las palabras de Eliseo eran imposibles: “Mañana a estas horas valdrá el seah de flor de harina un siclo, y dos seahs de cebada un siclo, a la puerta de Samaria”. No podía creer que el sitio de Samaria acabase en unas pocas horas de ese modo. Las profecías bíblicas es un punto donde todos los incrédulos encuentran tropiezo y la piedra de toque para la fe de los cristianos inseguros. La incredulidad del hombre abarca tanto las profecías cumplidas como las que son futuras.

La dificultad en creer las históricas suele colocarse en su lenguaje pasado en que fueron dichas, porque para el profeta era tan seguro su cumplimiento que ya era una cosa hecha. La exactitud de las profecías disturba al incrédulo. ¿Cómo era posible para Eliseo predecir no solo el acontecimiento, sino el día y hasta el precio que se le pondría a aquellos dos productos, la harina y la cebada? Cuando un corazón perplejo lee hoy una profecía, por ejemplo las setenta semanas de Daniel, o cualquiera de las otras que aparecen en el onceno capítulo de ese extraordinario libro profético, se pasma al comprobar por la historia su exactitud. Los datos que la sabiduría divina da para que crean en su palabra se convierte, por la dureza del corazón humano, en uno de los obstáculos principales para tener fe en ella. ¿Qué dice el ateo? ¡Esas son mentiras, se le ha adjudicado a la profecía lo que es historia!

Si Dios no se gana su confianza con sus profecías, ¿cómo podrá tener fe y ser salvo? “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isa.8:20).

Jesús tomó estos libros en sus manos y “comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Luc.24:27). No arrancó ni una sola hoja del libro santo, no omitió ningún capítulo, asentó todo el peso de su testimonio en las tildes, jotas y comas de aquellos libros. También dijo a los incrédulos: “A Moisés y a los profetas tienen, óiganlos” (Luc.16:29). Jesús no desconfió de ninguna profecía. ¿Cree que Jesús también fue engañado? ¿El, que es la verdad? Umm…me parece que es mejor estar equivocado con Jesús, que resucitó de entre los muertos, que tener razón con usted, incrédulo, que cree que sabe más que él.

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