Pasa por mi Trono de Gracia Mañana


Señor, ¿qué quieres que yo haga? (Hch.9:6).

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Saulo se incorpora y le dice a Jesús “estoy a tu disposición”. El Señor le dice “sufrirás mucho” y él le responde “no me importa, por ti lo haré”. Y Jesús le dice, “vete a Damasco y hablaremos después”. Y desde entonces siempre le preguntó a Jesús ¿qué tengo yo que hacer ahí? Y Jesús le respondía lo mismo “no temas, habla y no calles”. Esa era su vocación, la voluntad de Dios, esos eran sus planes, los de Jesús, ese era su propósito, el del Señor y esa era su visión porque miraba por los ojos de Jesús. Y Saulo insistió, “y ¿qué hago con mi tiempo?”. Y su Señor le dijo, “déjamelo a mí para que no hagas sólo lo que te gusta sino lo que yo quiero”.

Y Pablo agachó su cabeza y se dejó conducir por el Espíritu. Cuando hizo un plan de viaje equivocado a Asia Jesús le orientó “para allá no, ve a Europa”. Y lo recibieron con una paliza y lo ataron con cadenas. Pero allí había un hombre con su familia que le preguntarían cómo ser salvos, y un montón de presos que no habían oído una oración cristiana y ni un solo himno en todas sus vidas.

¿Qué quieres que yo haga aquí? Y Jesús le dijo, “no te quejes, haz un dúo con Silas y canten”. “¿Sin ensayar?”, y Jesús le dijo: “Canta algunos de los que me has cantado a mí”. “Pero son las doce de la noche y a esta gente no le gusta la música religiosa”. Y Jesús le respondió: “No cambies la música, no seas postmodernista, lo que yo quiero que oigan es la letra de esos himnos que sirven para salvación, déjate de preparar un show como pretexto que me estás alabando”. Y tuvieron el primer culto cristiano con himnos tradicionales judíos en una cárcel de Filipos.

Y en Roma le dijo, “¿qué hago en esta casa alquilada?”. Y Jesús le dijo: “Predícale a Onésimo, ayuda a Epafrodito, escribe a los colosenses, a Filemón, otra epístola a Timoteo, una a los filipenses, y pasa mañana por mi Trono de Gracia para que recojas una nueva encomienda”. Haz lo que Jesús quiera.

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