¡Bien Hecho Comandante!

Hechos 23:12-24 (LBLA)

Cuando se hizo de día, los judíos tramaron una conspiración y se comprometieron bajo juramento, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubieran matado a Pablo. [13] Y los que tramaron esta conjura eran más de cuarenta, [14] los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nos hemos comprometido bajo solemne juramento a no probar nada hasta que hayamos matado a Pablo. [15] Ahora pues, vosotros y el concilio, avisad al comandante para que lo haga comparecer ante vosotros, como si quisierais hacer una investigación más minuciosa para resolver su caso; nosotros por nuestra parte estamos listos para matarlo antes de que llegue. [16] Pero el hijo de la hermana de Pablo se enteró de la emboscada, y fue y entró al cuartel, y dio aviso a Pablo. [17] Y Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven al comandante, porque tiene algo que informarle. [18] El entonces, tomándolo consigo, lo condujo al comandante, y le dijo: Pablo, el preso, me llamó y me pidió que te trajera a este joven, pues tiene algo que decirte. [19] Y el comandante, tomándolo de la mano, y llevándolo aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que me tienes que informar? [20] Y él respondió: Los judíos se han puesto de acuerdo en pedirte que mañana lleves a Pablo al concilio con el pretexto de hacer una indagación más a fondo sobre él. [21] Pero no les prestes atención, porque más de cuarenta hombres de ellos, que se han comprometido bajo juramento a no comer ni beber hasta que lo hayan matado, esperan emboscados; ya están listos esperando promesa de parte tuya. [22] Entonces el comandante dejó ir al joven, encomendándole: No digas a nadie que me has informado de estas cosas. [23] Y llamando a dos de los centuriones, dijo: Preparad doscientos soldados para la hora tercera de la noche, con setenta jinetes y doscientos lanceros, para que vayan a Cesarea. [24] Debían preparar también cabalgaduras para Pablo, y llevarlo a salvo al gobernador Félix.

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En esta versión de la Biblia se le llama comandante al tribuno. Este texto es ante todo una muestra de la maravillosa preservación de la providencia divina. Esta de las dos partes que contiene mi exposición, es la espiritual. Fíjate que si ese muchacho no hubiera aparecido en escena, la muerte de Pablo era segura. Los judíos se hubieran apoderado de él y lo habrían matado. Quizás la hermana de Pablo vivía en Jerusalén o lo mismo que Pablo cuando era joven, él se hallaba allí por sus estudios. Los judíos no tomaron precauciones sobre sus planes y el joven se enteró y le dio aviso de lo que tramaban. Pablo lo envió al tribuno y conocemos el buen resultado que trajo el informe. Le salvó la vida. Nunca imaginó el bien que le estaba haciendo al cristianismo con haber sabido e informado de los planes homicidas de los judíos. Uno se debe preocupar tanto de los peligros que traerá el servir a Dios que él se encarga de rescatarnos de todo. Ningún macabro plan es más sabio que la Mente Infinita, ni algún secreto es totalmente guardado de modo que Dios no se entere de él. Las cosas se enredan así porque Dios quiere comenzar a glorificarse en ellas. De los peligros que vemos podemos nosotros mismos ponernos a salvo, de los que no sabemos se encarga el Señor. Y los favores que nos hace la familia nos unen más a ella.

Eran más de 40 los que habían jurado (anatematizados) que no probarían bocado antes que Pablo fuera cadáver. Muchos. Y se quedarían con hambre por muchos años. Nunca pudieron cumplir su juramento. ¿Por qué vamos a temblar por sus amenazas? Delante de quien único debemos temblar es de Dios. Del dicho al hecho hay un gran trecho. ¿No podemos calmarles el odio? No importa. Allá ellos. A veces nos sentimos débiles. La iglesia está presa. Sus líderes en prisión. Los mundanos que la cautivan tienen el poder y la mentira a su favor y todo eso envuelto en odio. Pero el poder del mundo, la mentira del diablo, no tienen más fuerzas que el pueblo del Señor. La fuerza de la iglesia está en su Dios. Prevalecerá. Se escapará de sus manos. Ella cumple un plan divino, y ¿quién puede desordenar un plan divino? Nadie, eso es seguro.

Como no tengo mucho que decir de lo anterior, dedicaré un modesto espacio para reflexionar sobre el estado de derecho y sobre las religiones a las que les sirve de sombrilla. Y para eso nota que el tribuno desplegó una fuerza desproporcional, descomunal, casi medio millar de hombres armados para proteger y defender a un ciudadano, sin tener en cuenta para nada la religión de dicho ciudadano. Y eso ocurrió hace dos mil años. El estado tiene todos los recursos para hacer lo mismo, utilizar principalmente su fuerza legal y militar para proteger los derechos civiles de sus ciudadanos contra los malhechores que quieren hacer justicia o injusticia con sus propias manos.

No está el ejército para atemorizar y esclavizar a la población porque “la espada” la lleva no para infundir temor al que hace lo bueno sino lo malo. Como es deber del estado proteger y defender a sus ciudadanos lo es también hacer lo mismo con la religión y garantizar ese derecho de conciencia y pensamiento de cada uno. Si es democracia y no monarquía, debe asentarse sobre los derechos humanos. Inclusive, el estado está para mantener el orden dentro de la misma religión y no permitir que unos fanáticos, como estos judíos de otrora, se lancen mortalmente a eliminar a sus contrincantes, los cristianos, porque no piensan teológicamente como ellos o le hacen cambios a sus libros sagrados y así enseñan a los hombres. Las ideas y opiniones se defienden con ideas y pensamientos no con sangre. Y fíjate que el tribuno no le importó si alguna idea es herética o no. Aquel hombre era un ciudadano romano y debía ser protegido con esos otros que parecían más bandidos que gente honorable.

Eso no es de su incumbencia. Lo que le concierne es que las diferentes religiones se porten bien las unas con las otras y sean tolerantes. Ahí tienen ellos micrófonos, cámaras de televisión, papel y tinta para hacerse recíprocas apologías. Y que prevalezca la razón. Guerras religiosas no se pueden permitir. Jesús le quitó la espada al apóstol Pedro y le dio una llave, la del conocimiento (Luc 11.52), para abrir y cerrar puertas, atar y desatar, no para derramar sangre. Si no están de acuerdo que discutan pero no se maten.

No se debe criticar tanto al gobierno si tiene sus informantes cerca de todas las religiones y por estar con los ojos abiertos sobre aquellos grupos que tienen más dinero y poder. El sobrino de Pablo hizo bien en informar a las autoridades, por humanidad no por dinero ni patriotismo, que aquellos sicarios querían matar a su tío porque no habían podido convencerlo con palabras. El estado posee los medios, el dinero y el poder, para tener oídos en todas partes, incluyendo las religiones que existen bajo su palio, no para interferir ni favorecer alguna en particular sino para guardar el orden entre ellas mismas, porque en nombre de una religión se comenten muchos delitos. Cada ciudadano tiene su conciencia y puede tener la religión que quiera. El estado es el primero que no debe cometer abusos ni tolerarlo. Después que los judíos supieron lo que había pasado, protestaron. Pero eso no importó. No se pudo derramar ni una sola gota de sangre religiosa inocente. ¡Bien hecho comandante!

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