Son como un pedazo del Señor



ROMANOS 12:9-13
 “El amor sea sin fingimiento, aborreciendo lo malo y adhiriéndoos a lo bueno: amándoos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros; no siendo perezosos en lo que requiere diligencia; siendo ardientes en espíritu, sirviendo al Señor;  gozosos en la esperanza, pacientes en la tribulación, constantes en la oración; compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad”.

El apóstol empieza por la principal virtud cristiana, el primer fruto del Espíritu Santo. Ahora no se trata del “uso de los dones” sino de la forma de vida. Y ¿por dónde empieza el apóstol? Por el amor, porque es el principal don del Espíritu; y no dice simplemente “amaos los unos a los otros” sino ámense sin “fingimiento”, tengan un amor de la mejor calidad, no esté lleno de esa cosa abominable que se llama hipocresía (v.9). Fíjate en el que sigue, “aborreced lo malo”, que está intercalado entre la clase de amor y el amor fraternal “amaos los unos a los otros”; conectando entre sí el conjunto la expresión de en medio quiere decir que no se le muestre amor en la cara a una persona y se le haga daño por la espalda o cuando se le presente la oportunidad. El amor fraternal debe traducirse en buenos gestos.
En segundo lugar si quieres ser un gran cristiano, adquiere una virtud que refleje el carácter de Cristo, la humildad, “en cuanto a honra” (v.10). Si la juntas con el amor tienes un dúo precioso, un hermano o hermana bellos; una persona deliciosa para tratarla, un pedazo del Señor, alguien muy agradable y de bendición. No disputes con nadie la alabanza y la gloria de nada. No te mortifiquen los aplausos que le dan a otros, si oyes hablar bien de alguien y te duele, ora.

Siendo amoroso y humilde junta a esas dos virtudes otra más, se un miembro activo, “en lo que requiere diligencia” (v.11) y seguidamente se fervoroso, “ferviente en espíritu”, no “helado” o “tibio” en espíritu. La palabra significa estar caliente, hervir. Sé un hermano que hierve, que brille. Alguien en quien la iglesia pueda confiar. Si te dan algún ministerio cúmplelo con responsabilidad. Que desbordes entusiasmo. No seas un miembro “de banco” (o de silla) o nominal de la iglesia de Cristo. Emprende cosas con pasión. Transmite a los demás ardor. Enciende fuego en las almas. Que no haya que empujarte para servir al Señor, hazlo con ánimo presto. Haz las cosas con muchas ganas. Y constantemente lleno de gozo espiritual, “gozosos en la esperanza” (v.12). No de gozo carnal sino espiritual; con una alegría que tenga raíces doctrinales, la alegría de la fe, de vivir mirando con seguridad espiritual el futuro, contentos pensando en las cosas buenas que nos van a pasar, dichosos al poder mirar la muerte sin miedo, conociendo con seguridad la presencia de Jesús en el cielo y la veracidad de la resurrección. A todas esas virtudes se paciente cuando sufras. No te desesperes cuando la enfermedad, la pobreza o la persecución se te echan encima. Pablo le dice a Timoteo, “soporta las aflicciones”. Aprende a esperar que las cosas cambien, o que Dios las haga cambiar. 

Añade a tus virtudes perseverancia en la oración, “constantes en la oración”. A mí me parece que “gozosos en la esperanza, pacientes en la tribulación y constantes en la oración” son tres virtudes compañeras las cuales Pablo piensa que son necesarias cuando se testifica de Cristo en tiempos de riesgos y tienen como base una sólida fe en Dios y un llamamiento a ser buenos cristianos cuando la situación lo necesita mucho más. Una calidad de cristianismo incambiable. En esos tiempos terribles, átate a la oración, día y noche. Llénalo todo de oración porque es necesario orar y no desmayar. Orar para no desmayar (Lc.18:1). 

Y una virtud más para que corones tu vida con un testimonio muy bello, ten un corazón generoso para los necesitados y una disposición completa para abrir las puertas a la obra misionera (v.13). Acuérdate de los pobres como enseñó el Señor (Ga.2:10). Aprende con eso que los pobres tienen cierto derecho sobre tu salario. Dios le concede a los demás un pequeño derecho sobre lo que tú tienes. Y no olvides entre los pobres a los misioneros que “salieron sin recibir nada de los gentiles” (3Jn.1:7). Como ya no hace falta que les des alojamiento, sustento y abrigo, si puedes proveer una parte de tu dinero para enviarlos a ellos y que puedan obtener esas garantías. Aquí concluyo la exposición de hoy, si quieres perfeccionar tu vida cristiana usa una porción de tus entradas para la ampliación del reino de Jesucristo. En fin, sé como un trozo de Jesús.

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