Oh mundo, Cristo es la explicación de tus enigmas


Salmo 93:1,2
“…afirmó el mundo y no se moverá…tú eres eternamente”. 

LBLA “tú eres desde la eternidad”. ¿Qué concepto de Dios heredo por medio de este salmo? Dos al menos. El primero, que Dios es el creador del mundo y el segundo, que Dios es eterno. Principalmente sobre este último es que quiero reflexionar. Nota que el salmista lo afirma. Me dirás: “Sí, pero es un hombre religioso. Por supuesto, porque solamente los hombres religiosos pueden afirmarlo, porque la seguridad de tal afirmación, la persuasión les viene por donde únicamente puede venir, la revelación de Dios. Esa palabra, eternidad, aunque la hallen escrita en libros de ciencia, refiriéndose a la materia, no es científica, es una palabra religiosa y no tiene que ver con la física sino con la fe. Los hombres religiosos pueden hablar así y ese concepto es una convicción de fe como se dice en He. 11: 1. El salmista afirma que el mundo tiene una Causa eterna; cuya Causa no se originó, no comenzó ni evolucionó desde una existencia inferior, ni se hizo Dios por el esfuerzo de su mente y de su brazo.  Ese es nuestro eterno Dios, inconcebible y revelado. Oh, nosotros sus criaturas no tenemos los medios ni la más remota posibilidad de comprender la eternidad, sólo podemos pensar en ella a través de la muerte como extinción, como un cero. Mirándola así es fea, lo sabemos, triste, como una fuerza negativa que deshace, descrea, es inmóvil, un vacío, nada. Concebimos la eternidad como la no-existencia, pero no se puede imaginar como algo en forma positiva, a través del ser, como un origen, Primera Causa y no como un fin. Para nosotros la eternidad no viene, va y no regresa, pasa y no se espera.

Sin embargo, Dios en su infinita misericordia, nos ha permitido conocer la eternidad por medio de la resurrección de Jesucristo. Es ella una inversión, lo contrario de nuestras concepciones, experiencias y análisis. En ella vemos las tinieblas convertirse en luz, es un regreso de donde no se espera nada, la objetividad de la imposibilidad, la recepción de quien no se espera, de donde no viene nadie ni nada. La inmovilidad recobra hálito, el vacío se llena, brota algo de la nada, lo negativo se vuelve positivo y el cero se muta en algo y alcanza valor. Cristo hizo el recorrido completo, vino de la eternidad “pasada”, pasó por el presente, entró en nuestra mortal eternidad, siguió por ella hacia la nada, porque no hay futuro más allá de la muerte y la aniquilación. Cristo gustó la eternidad de ese modo, gustó la extinción, se hizo vacío, se convirtió en cero, en nada, y desde ese punto retornó para que ya no exista más esa eternidad, para llenarlo todo, serlo todo y algo importante, para manifestar la vida (1Jn.1:1-4). Sí, hay una forma solamente de conocer lo eterno, de estar seguro de la eternidad, la resurrección de Cristo. El no vino para demostrarla sino para darnos la eternidad, no es algo que se conoce por la lógica del pensamiento sino por la experiencia, no por la física o metafísica sino por Cristo, no con números y experimentos, sino por la experiencia de la muerte y de la vida, por la defunción y la inmortalidad (2Ti.1:10). Oh mundo, ¿cuándo estudiarás a Cristo? ¿No sabes que él es la explicación de tus enigmas?

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