Que te den por muerto
ROMANOS 6:3,4
“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados
en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados
juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo
resucitó de los muertos por la gloria del
Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”.
Aquí no habla del bautismo del Espíritu sino el de
agua y la idea de una sepultura sugiere el bautismo por inmersión, sin yo
querer ser contencioso. Pero siguiéndole los pasos a esa idea el que toma el
bautismo está queriendo decirle a la iglesia, porque el uso del plural parece
indicar que se hizo en presencia de ella y por ende al mismo tiempo que en la
presencia de Dios, es como si se hiciera un
compromiso o se jurara morir al pecado, no responder a sus llamados y
solicitudes y desatar todo yugo con el mundo, la carne y el diablo. Es un
divorcio total y un alejamiento para vivir en otra parte y casarse de nuevo
pero con Dios y con la iglesia. Es mucho más hermoso pensar en el bautismo como
una réplica del acontecimiento. El apóstol ha escrito en 1:4 “que fue declarado
Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de
entre los muertos”, menciona al Espíritu de Santidad, o sea que al poder de
Dios le llama poder de gloria que se conforma mejor que su deseo que ellos
anden en una vida gloriosa, no sólo
nueva sino que destelle la luz de la gloria de Dios en su rostro, un personaje
nuevo, hecho en el cielo, que desafía al mundo mostrando en su rito lo que
demostrará desde entonces que es una persona superior, distinta, y celestial.
Le dice a sus antiguos compañeros, “denme por muerto para practicar el pecado,
he cambiado, sean como yo si quieren, pero yo no volveré a ser lo que todavía
ustedes son”.
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