Triste por un segundo


“Entonces el rey se entristeció” (Mateo 14:8-10).

Esto no es una condescendencia de Mateo sino una observación hecha por el Espíritu Santo. Dios mismo fue el que reveló a los evangelistas que Herodes se había entristecido; y Marcos dice que mucho.

Ninguno se percató de su emoción, eso pasó dentro de su corazón. Era una fiesta, su cumpleaños y él no debía estar triste. Se repuso de su emoción, esbozó una sonrisa, o mueca, y fortalecido con la resolución sin alternativa, dio la orden de decapitar a Juan.  Pero los sentimientos de tristeza por verse forzado a eliminar a aquel varón justo y santo no pasaron desapercibidos para Dios.

Esto nos da una vislumbre de la perfecta justicia divina. Aun el más perverso, cuando sea juzgado sus actos hallarán un juez justo e imparcial, inclinado en ese momento a no prescindir de ninguna cosa que alivie, atenúe o suavice su condenación. En ese gran día la misericordia tampoco estará ausente y cualquier cosita, por mínima que sea, un sentimiento de tristeza, una duda antes de haber hecho lo malo, una vacilación, un remordimiento (¿recuerdas a Judas Iscariote? "arrepentido" 27: 3), una oración antes de la caída, serán cosas que la misma Sabiduría divina sacará a la luz, no para absolverlo, sino para que ocupe su propio lugar (Hechos 1:25) y no sea alejado de su presencia ni un centímetro más de lo justo.

Habrá instantes en que el pecador le parecerá que su mismo Juez actúa como si lo defendiera; recogiendo evidencias que puedan aliviar su necesaria condenación, una gota siquiera de agua que alivie los tormentos de la llama de la condenación  (Luc. 16:24; ¿no recuerdas la humillación de Acab y la oración del sanguinario Manasés?). Por más pequeño que sea un acto bueno, como un grano de polvo en una montaña de actos malos, será encontrado por el Señor, él llegará hasta donde se halle, hasta el fondo de las circunstancias, y lo sacará para mostrarlo en su juicio de condenación. Sin embargo ¡lástima!, ese sentimiento bueno no fue según Dios porque no produjo arrepentimiento y por lo tanto no acompañó la fe para salvación (2 Co. 7:10). Estuvo triste por un segundo y después se le pasó.

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