No confíen en el libre albedrío



Lucas 14:15-24   
 15 Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios.16 Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. 17 Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado.18 Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses.19 Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses. 20 Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir. 21 Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos. 22 Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar. 23 Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. 24 Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena.



Este hombre alzando su voz le dijo Jesús que consideraba una bienaventuranza que alguien comiera con él pan en el reino de Dios (v. 15). "Los judíos en esa época esperaban el reino de Dios en una forma vulgar. Creían que cuando se produjera la resurrección de los justos con la venida del Mesías, este les haría una gran fiesta con los más exquisitos platos, en sentido general les llamaban ‘pan’, y que consistiría en una gran variedad de carnes, pescados, aves, mucho vino y deliciosas frutas. Particularmente mencionan un gran buey que suponen que se tratará de behemot, el cual menciona Job, y que sería preparado por ellos; o el leviatán y su compañero, y también una enorme ave llamada Ziz, vinos añejos guardados en ciertas cubas desde la creación del mundo y que tendrían la oportunidad de saborear. También comerían en esa fiesta los ricos frutos del jardín de Edén. Entre ellos estas creencias eran populares y estaban esperándolas en el mundo venidero como un modo de felicidad allí" (Gill).

Es curioso que Jesús, inmerso en ese contexto social y avisado sobre esas creencias, no decida hacerles una corrección a tales míticas y locas ideas sobre el reino de Dios, sino que más bien llama la atención de todos hacia el hecho de que a su reino, como lo planteaba, muy pocos querían entrar, principalmente porque él estaría allí y sería suyo y distinto, un reino no de este mundo, de forma tan grosera concebido, sino otro donde nadie se casará ni se dará en casamiento y sobre todo cada ciudadano tendría que nacer de nuevo, y por eso sería llamado reino de Dios y reino de los cielos.

Lo más prominente en la parábola son las excusas y mentiras, no las razones, que alegaron todos los convidados, que representan la mayoría judía, contra las predicaciones de Jesús. Nuestro Señor dice que con él ya "todo está preparado", y él mismo, su carne y su sangre, será la comida de esa gran fiesta mundial. La naturaleza de las excusas es ridícula, quizás el último pudiera ser el que mejor la tuvo, que acababa de casarse, aunque tampoco, porque podría haber aceptado en pareja la invitación y festejar esa santa unión con esa tremenda fiesta, como si hubiera estado principalmente preparada para ellos como un regalo de bodas. Pero la mayoría de la gente no quiere que Jesús tenga nada que ver en su matrimonio.

Los otros dos invitados se excusaron malamente y sus excusas son más bien mentiras, ya que nadie compra una finca sin verla primero muchas veces y recorrerla de un extremo a otro, examina la tierra si es buena, si hay pedregales, qué  sistema de irrigación tiene y los sembrados que posee. Esas son las pocas cosas que se ven cuando se compra una hacienda, el provecho económico que pudiera traer su explotación. Por lo tanto este individuo está declinando la invitación con una mentira, cuando la realidad es que no siente ganas de ir.

Y de la misma categoría es la mentira del segundo el que según él compró las cinco parejas de bueyes y lo hizo a primera vista sin probarlos en el campo, sin medir su fortaleza y salud, y si estaban suficientemente domesticados y jóvenes que justificaran la inversión, sin gastar dinero en algo inútil. Por lo tanto también la excusa clasifica para mentira; cuando la realidad es que tampoco quería ir, y a su vez ambos querían quedar bien a la vez que decían  que no, y piden con ruegos que se les justifique la ausencia. 

Pero un puesto importante y vacío en la cena no es justificable y todo el mundo sabría que la realidad es que no quisieron ir, sin darle más vuelta al asunto. No se le pueden echar las culpas por la falta de comensales a los siervos porque ellos hicieron bien su trabajo, salieron del lugar habitual de reunión y se internaron en las calles y en las plazas para llamar gente que ocupara los asientos de la gran cena; quiere decir invitarlos al discipulado y a la conversión a Jesús, pero el trabajo resultó infructuoso y aunque habían cumplido con su deber, y orado para que prosperara la labor que emprendían, regresaron decepcionados y con las manos vacías, sin traer un solo judío al gran banquete, como si los sermones hubieran sido predicados a nadie. O mejor dicho, con unos pocos por cuanto se dice que "había todavía lugar" (v. 22).

Entonces el gran Predicador les dijo que no confiaran en el libre albedrío de la gente y que si no comprendían la bondad de Dios tendrían que atenerse a su severidad, y con textos diferentes a Juan tres dieciséis forzarlos a entrar (v. 23). Si no quieren oír a Jesús en la cruz, que oigan la pétrea ley de  Moisés en el Sinaí, predicándoles los diez mandamientos. Y como ningún predicador es por sí suficiente, entonces que haga de oídos sordos y caso omiso a las negativas, excusas, resistencias y mentiras, porque el que no quiere venir por su voluntad, tiene que ser forzado de otro modo, y si no enternecido entonces espantado y temblando.

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