No sea yo, Señor, no sea yo, Señor

Lucas 612-16
 (Mt. 10:1-4; Mr. 3:13-19)
 12 En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. 13 Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles: 1415 Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote, 16 Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor. 



Jesús eligió a doce apóstoles, y recordando las doce tribus de Israel, para formar con ellos el nuevo "Israel de Dios" (Ga. 6:16), y sobre cuyas enseñanzas y las de los profetas se habría de edificar la iglesia (Efe. 2:20). Les llamó apóstoles porque habrían de ser en su nombre delegados y embajadores. Este no fue un señalamiento hecho al azar o por simpatías personales, sino que la carrera de cada uno estaba escrita en el libro de la providencia divina (Mr. 10:40), y dependía más de la voluntad del Padre que de los trabajos y habilidades personales. Los apóstoles eran esos, y no otros en su lugar. Jesús pasó la noche orando y no habría equivocación, y no podría haberla porque él sabía a quienes habría de llamar; si pasó la noche en oración fue por la bendición para aquel grupo en quienes habría de depositar su evangelio, y por los que habrían de creer en él por la palabra de ellos.

Me impresiona que en la lista se encuentre el nombre de Judas Iscariote (v. 16); y no me permito pensar ni puedo, que su rol en el grupo tenga que ver con la casualidad y mucho menos con alguna errada designación. Posiblemente con mucha tristeza pero por orden divina este hombre también fue escogido como parte del grupo y así cumpliera la profecía con respecto a él, y el precio de treinta monedas de plata que le pondría a Jesús (Zac. 11:12,13; Mt. 26:15; 27:3, 9); y se hiciera con ese dinero la compra del "Campo del Alfarero" (Mt. 27:7,10) o "Campo de Sangre" (Hch. 1:9).

Este hombre fue introducido en el grupo y quizás el compañero de predicación de Judas el hermano de Jacobo, a sabiendas que no sanaría a nadie, no echaría fuera al diablo sino más bien se lo tragaría con un bocado (Jn. 13:27), no oraría por nadie, no escribiría ningún evangelio o una corta epístola, y no saldría como misionero a otro país. Jesús tuvo que conocer que estaba ingresando a un ladrón que nunca dejaría que las finanzas del grupo estuvieran bien (Jn. 12:4-6).

Y el Señor también conoció de antemano sus entradas y salidas buscando fijar un precio por su captura (Jn. 13:27), y que le traicionaría con un beso  (Luc. 22:47,48), y le pidió tristemente que se apurara en el acuerdo de su venta y consumara su período apostólico, la membresía entre los doce y su destino como traidor (v. 16).  Y Jesús oró toda la noche por sus doce apóstoles, por  la misión de cada uno, incluyendo la traición.
Una historia que nos hace pensar en el destino de cada cual, unos para negarle tres veces y recuperarse, otros para recostarse sobre su pecho como discípulos amados, otros para creer después de ver, otros para ser verdaderos israelitas en los cuales no haya engaños, y otros para empezar y no terminar, y ofrecer su fe en venta. ¡Oh, cuidemos el privilegio de nuestros destinos “con temor y temblor”!; y oremos con los sentimientos de los apóstoles,  no sea yo, Señor, no sea yo, Señor (Mt. 26:20-25); “por lo cual, hermanos, procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás” (2 Pe. 1:12).

Comentarios

  1. Qué entrada más creepy...

    Lo cierto es que no hay día que no traicionemos al Señor, y mil fidelidades no compensan una traición.

    Eso es otra de las cosas que hace incomprensible el sacrificio de Jesús: nuestra pequeñez, nuestra maldad intrínseca.

    Damos asquito...

    :[

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  2. Renton, cuando el Señor escupió un par de veces en

    los evangelios, entre otras enseñanzas ¿no cabe eso

    de que nuestro pecado da “asquito”?

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