Lo que Dios ordena lo concede

Lucas 6:6-11

 (Mt. 12:9-14; Mr. 3:1-6)
 6 Aconteció también en otro día de reposo, que él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un hombre que tenía seca la mano derecha. 7 Y le acechaban los escribas y los fariseos, para ver si en el día de reposo lo sanaría, a fin de hallar de qué acusarle. 8 Mas él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en pie. 9 Entonces Jesús les dijo: Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en día  de reposo hacer bien, o hacer mal? ¿Salvar la vida, o quitarla? 10 Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada.11 Y ellos se llenaron de furor, y hablaban entre sí qué podrían hacer contra Jesús.


Jesús estaba embelleciendo estos sábados con bendiciones y misericordias que transformaban los esquemas y tradiciones que les habían dado estos religiosos, y convirtiéndolos, por la negativa de ellos, en otro día cristiano, distinto, en un domingo. Y por no querer que les rompiera el formato tradicional, no luchó más con ellos y se llevó toda su gracia dejándolo vacío, y se la entregó al prójimo que tenía delante, el primer día de la semana.

Estos adversarios de Jesús desconociendo lo que significa misericordia y no ceremonia, habían esculpido una religión casi inhumana, tan apegada a las formas externas de la verdad divina que se convirtió más en una prisión que en un deleite. Ellos mismos eran el espejo de esa religión cargada de prohibiciones y sin sentimientos de piedad, desvinculada del amor a Dios y al prójimo, y por supuesto fastidiosa y poco atrayente, que fuera de su ética rigurosa y de mármol, no tenía más para bendecir con salvación a la humanidad.

Pudiera ser que no fuera casualidad que este hombre con su mano derecha paralizada estuviera aquel sábado en la reunión donde era conocido por todos que Jesús asistiría, y teniéndolo allí, con su complicidad o sin ella, como señuelo, esperaban que él transgrediera, según la opinión de ellos, el santísimo sábado judaico.

Por un lado estaban ellos que representaban a los defensores de un sábado religioso desvirtuado de sensibilidad humana y por el otro la figura de un Hombre Piadoso y sensible al dolor humano que dondequiera que entraba caía allí alguna bendición, y en este día le tocó a esa sinagoga y a este manco. Jesús leyendo las mentes de ellos supo que querían destruirlo si se atrevía a curar el enfermo en esa reunión.

No obstante aunque les causaron enojo, no fue tanto como para que no lo aplacara su misericordia, y desafiando la trampa que le tendían se metió en ella pidiéndole al enfermo que levantara su mano seca y al instante sin que el enfermo cooperara con la palabra de Dios, la mano se levantó y pasó de muerte a vida, porque lo que Dios ordena lo concede, ya sea la salud, el arrepentimiento y la fe, para que toda la gloria de estar saludable y ser cristiano sea Suya; y él es  quien produce "el querer como el hacer por su buena voluntad" (Flp. 2:13). “Dais lo que mandáis y mandáis lo que queréis. Dadme lo que ordenáis y ordenad lo que queráis” (San Agustín, Las Confesiones, pags. 222,223. Editorial Juventud, Barcelona).

Comentarios

  1. Humberto:
    lo que Dios ordena lo concede, ya sea la salud, el arrepentimiento y la fe,

    Hmm, hace tiempo me preguntaron que por qué Dios ordena a todos los hombres que se arrepientan, pero no concede el don del arrepentimiento a todos ellos...

    Contesté que Dios ordena a los hombres todo el arrepentimiento posible dentro de la medida de sus posibilidades.

    El ladrón que sabe que lo que hace está mal y no tiene fe, puede dejar de hacer lo que hace...

    Huelga decir que a mi interlocutor no le gustó mi respuesta.

    :\

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  2. Renton, repetí lo que dijo San Agustín, lo que Dios ordena lo concede, ya sea la salud, el arrepentimiento y la fe,

    Esto es cierto porque es bíblico, parecerá injusticia, exigirán mil explicaciones, pero es cierto porque pertenece a mi experiencia como cristiano y como pastor, y a otros muchos como yo; y no uso algo más complaciente que esta respuesta egoísta, es lo que leo en la Biblia y lo que con honradez conmigo mismo reconozco, no puedo hacer nada que Dios me pida si no me da su gracia para hacerlo, arrepentirme, tener fe, ni siquiera orar, incluso lo que me da tiene que seguir dándomelo o se me acaba, soy tan dependiente de él como la hoja del árbol, si me separa algo (suberificación) en mis otoños, me marchito y me muero. Si a otros les pide lo mismo que a mí y no se los da nunca, tengo que admitir que su amor es electivo, que lo mío es un privilegio que tengo que cuidar con temor y temblor, la frase es cierta solo acompañada de la doctrina de la elección y la salvación por gracia, y esa respuesta deja atónito a los sofistas y malagradecidos. Y al que no le guste la respuesta, que no le guste, pero no tienen derecho los “tiestos” a contender con su Hacedor (Ro. 9; Isa. 45:9).

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  3. Wow... Porque no me averguenzo el Evangelio.

    :]

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