La Resurrección y “la gran comisión”


Mateo 28:16-20
16 Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. 17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. 18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;  20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén


Si observas un texto, antes de llegar a la Gran Comisión el indispensable requisito para poder cumplirla, es que la iglesia se libre de sus duda sobre la resurrección de Jesús; entonces podrá segura de sus doctrinas, oponerse a toda propaganda costosamente levantada contra el Señor por la prensa, la televisión, el cine y los libros. Los discípulos no se dedicaron a refutar las mentiras sobre la resurrección de Jesús; sino que le volvieron las espaldas a esos calumniadores y se fueron a una reunión con Jesús donde había más de 500 (1 Co. 15: 6). Era más importante para la iglesia adorarle sin dudas que salir a defenderlo, que poner en claro sus verdades, que combatir la incredulidad y las herejías.

El Señor sabía lo que estaba pasando con aquellos falsos testigos de la resurrección a los cuales les habían dado dinero para que la negaran, sin embargo le pidió a la iglesia que fuera a aquella reunión con él para confirmarle en la misma verdad que otros estaban negando. Jesús insistía en que ellos no dudaran un solo segundo que él estaba resucitado. Insistió por más de un mes antes de irse al Padre, que lo miraran, lo re-miraran, se extasiaran contemplándolo, lo palparan con las manos y con los dedos. Estaba preparando a sus discípulos para la Gran Comisión y la peor falta que ellos tendrían para cumplirla mal, era que tuvieran duda sobre su resurrección. Les dijo, “óiganme amigos, no hagan planes de evangelismo ni recauden fondos para la obra misionera en el mundo entero, antes que no teman morir con esperanza porque yo estoy vivo”.

Lo primero no es combatir las enseñanzas que otros niegan sino creerlas nosotros, especialmente nuestros jóvenes que saben más de lo que han experimentado. Un buen apologista es primero un hombre de fe. Pudiéramos convencer a otros fácilmente, sin embargo es más difícil convencer a nuestro mentiroso corazón. Pudiéramos curar las dudas que los demás tienen con argumentos que a veces ponemos en duda. Podemos estudiar la ortodoxia y ser un paladín de ella y que caigan a nuestro lado mil y diez mil errores y eso con celo casi fanático pero seco y sin que nos traiga progreso espiritual, sin amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a nosotros mismos, y adquirir una gran fama que medida por Dios es más chica que la fe que se tiene en el corazón. El Señor no busca primero “discutidores” sino adoradores que le adoren en espíritu y verdad. Si no nos curamos de nuestra incredulidad no podremos testificar victoriosamente de la doctrina que mantenemos en nuestro credo, llamado calvinismo; nuestras doctrinas no pasarán de ser teorías sobre la cruz, sobre la muerte y sobre la resurrección de entre los muertos.

Ahí tienes en ese momento, el mundo escéptico afuera y la iglesia, muy bonita reunida adorando a Jesús, sin embargo una gran porción de ella duda. Mientras estaban de rodillas, en el fondo de sus corazones tenían reservas intelectuales de que estuviera vivo, que fuera él y no otro, que sus ojos los engañaran y vieran un fantasma o a un impostor. Mientras le miraban, oían y contemplaban al Verbo de vida, dudaban. No los censuremos porque quizás adolecemos de algo similar, y tengamos que recortar un poco el tiempo a nuestra lectura de libros y de blogs amigos y tomar la Biblia y un himnario, y sentarnos sin apuros, como los ángeles sobre la  tapa de la cueva de José de Arimatea,  y comunicarnos más tiempo con el que dejó, sin que la abrieran, la tumba vacía.

Comentarios

  1. Humberto:
    Lo primero no es combatir las enseñanzas que otros niegan sino creerlas nosotros, especialmente nuestros jóvenes que saben más de lo que han experimentado.

    Cierto, uno puede pasar años predicando a Jesús como Señor, siendo uno mismo el señor de su vida.

    Recuerdo que en un sermón Spurgeon dice que es importante para el ministro haber sufrido mucho, pues solo así podrá consolar a los afligidos como se debe.

    Una cosa es leer arrepentimiento sobre el papel, y otra muy distinta experimentarlo.

    Como he dicho en muchas ocasiones, en el vaticano hay grandes teólogos que no conocen a Dios.

    :\

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  2. Renton, cierto todo lo que dijiste, la

    recomendación del Señor es "medico cúrate a ti

    mismo”, entonces habiendo probado la efectividad

    de la medicina, en sí mismo, se puede curar a otros.

    Nada sabe de la vida, hermano, el que no ha

    sufrido, ni puede consolar el que no ha sido

    consolado. Es más fácil hallar la gracia de Dios en

    la lengua que en el corazón. Como dijo más o menos

    Bunyan en su inmortal Peregrino, “una cosa es

    clamar contra el pecado y obra aborrecerlo
    ”.

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