Bébete un trago con Dios


“Podemos” (Mt.20:22).


Es evidente que el Señor nos ha puesto y nos pondrá en situaciones que son representadas por una copa llena de ajenjo y amablemente nos pregunta, ¿podéis beberla? El la coloca en frente, nos pide que la bebamos, pero espera a que en oración y sabiduría decidamos apurar su contenido. Algunas veces nuestros ojos no se percatan qué es lo que pasa; es su copa y ella no se va de ahí como quisiéramos, permanece en su mesa y sus ojos observan nuestros movimientos hasta que venzamos la carnal repugnancia y alarguemos la mano de la aceptación.


Es un gran privilegio padecer por Jesús, sufrir conflictos y contradicción de pecadores, ser azotado por su Nombre y padecer afrentas. Nuestra pobreza espiritual suele aconsejarnos verter su contenido, endulzarla un poco, pero el Señor no espera que hagamos eso, sino que siendo valientes la llevemos hasta nuestros labios y digamos: “Sea hecha tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. Los borrachos beben el licor del mundo en el cual hay disolución, pero nosotros debemos beber las copas que el Señor nos pone delante. Bien podemos gloriarnos con el número crecido que seamos capaces de ingerir, son nuestra experiencia cristiana, el testimonio que tendremos para alentar a otros con la consolación que recibimos mientras tragamos el espantoso trago de amor.


¿No hemos probado su fidelidad en muchos de esos buches amargos? ¿No hay promesas que nos son muy queridas porque ha sido como la roca que nos ha permitido reposo cuando mareados por el líquido divino casi perdemos el paso, y pensamos que desfalleceríamos en la senda? Sabemos que hemos bebido cosa mortífera y no nos hecho daño, el veneno que hemos tenido que tragar ha sido muy amargo, repulsivo, desagradable en grado sumo, pero al fin nuestro espíritu lo ha digerido y no ha resultado fatal. ¿Qué habremos de temer cuando de nuevo tengamos que llevarnos a la boca igual contenido? ¿Podrá exterminar la vida de nuestra alma aquello que en tiempos pasados no pudo? ¿Estamos más débiles ahora?


Algunos dientes se han clavado en el talón de nuestra cabalgadura haciendo que como jinete caigamos atrás, pero, ¿qué fatalidad ha sido esa? Sabemos lo que es perder un caballo, morder el polvo, pero ningún hueso nuestro ha sido quebrado. ¿Podemos beber la copa que nos ha servido el gran Maestresala? ¿No es mejor eso, que la copa de la ira de su furor contra el pecado?


Sobre las copas apocalípticas quizás quieras leer esto:

María Durant y los Destinatarios de Apocalipsis


Comentarios

  1. Gloria sea a Dios!
    El hijo tuvo que beber la Copa de la Ira de Dios, para que ahora nosotros sólo bebamos una copa amarga de prueba... El fue desamparado por El Padre para que nosotros no lo seamos nunca...
    Añado a su texto ye spero no arruniarlo al decir.
    Que debemos estar concientes que Dios nos ha dado a beber esa copa mas se ha quedado ahí, no nos ha dejado solos, sigue animando a que la bebamos completa... para que no digamos que ha guardado o ha guardado silencio, porque El Si guardó silencio una Vez...
    "Dios mío, Dios mío, porqué me has desamparado?" Ese fue el silencio del Padre... Y ahora nosotros estamos bajo la promesa "Nunca te desampararé y no existe posibilidad alguna de que te deje" Dice Hebreos 13...

    Gloria sean Solo Al Cordero.

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  2. Lo que mucha gente no entiende, o más bien, se niega a aceptar, es que entre las promesas que son en Cristo, está la de sufrir por él.

    No comprenden que un Dios que es Amor haga pasar por sufrimientos aquellos que dice que ama.

    El sufrimiento, el dolor, es una auténtica piedra de tropiezo para muchos, no obstante, dicho dolor y sufrimiento, pone en su justa medida lo que es el Amor y nos limpia para que podamos participar de la Santidad de Dios.

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  3. Renton, está bonito lo que dices, y cierto, con el apoyo bíblico podrías predicar un sermón en tu iglesia. Si quieren oír a un calvinista.
    Calvino tenía una salud malísima: cólicos nefríticos (piedras en los riñones)…
    “En adición a la migraña y problemas del estómago que plagaron toda su vida adulta, sufría de gota. El exceso de ácido úrico le produjo piedras en la vejiga de lo cual con frecuencia se queja en sus cartas. La victoria política no le trajo algún alivio a sus dolores. Sudaba mucho de noche y tosía con sangre, indicando tuberculosis pulmonar. Y todavía peor, sus heces estaban llenas de parásitos que aumentaban su pérdida de sangre y lo dejaban exhausto y anémico. La tos era tan intensa que le dificultaban dictar sus cartas y tratados por semanas o meses. Comía poco, una vez al día y ayunaba con frecuencia lo que contribuía a su debilitamiento físico. Sus amigos lo describían como casi nada más que piel y huesos” (Calvin, Bruce Gordon, pag. 278).

    Y nadie como él defendió tanto de la gloria de Dios y la providencia, para vergüenza de muchos de nosotros que exageramos nuestros dolorcillos propios.

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  4. YO dejé un comentario el otro día y o ha aparecido... :S

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  5. Es cierto, Hno. Huerta; hay muchas promesas del Señor donde nos promete socorrernos y aliviarnos con nuestros tragos amargos, pero la porción que nos corresponde hay que tragarla, por amarga que sea. No hay forma de evadir todos los sufrimientos, por cobardía o por falta de fe. Es una irresponsabilidad no querer sufrir. Si no lloramos no vivimos. Con llanto entró nuestro primer hálito de vida. Etcétera.
    Tu comentario anterior no apareció en mi blog sino en mi correo electrónico por eso no lo vi. Ahora lo envié al blog. Acepta las disculpas mías y de mi ordenador (computadora).

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