Si la teología lo desaprueba, es confianza equina
Oseas 14: 3
“No nos librará el asirio; no
montaremos en caballos, ni nunca más diremos a la obra de nuestras manos:
Dioses nuestros; porque en ti el huérfano alcanzará misericordia”. “No
montaremos a caballo”. Los caballos eran símbolos de fortaleza en la guerra y
en el espíritu del AT equivalía a confiar en el hombre y no en Dios (Sal. 20:
7; 33: 17). Dios expresamente prohibió que los judíos criaran caballos (Deu.
17:16) y Salomón entre sus varias apostasías violó ese mandamiento (1 Re. 4:
26). El caballo era contrario a la fe. Confiar en caballos era incredulidad
porque la salvación no la daban ellos sino él (Pro. 21:31) y por esas palabras
parece que Salomón en su interpretación de la ley no hallaba contradicción
entre el uso de los caballos, como ostentación y elegancia, y no precisamente
para ganar guerras que no libró ninguna.
Parecido, uno puede manipular su exégesis de los
textos bíblicos y hacerlos que consientan en decir lo que prohíben y convencer
a lectores ingenuos y pocos documentados para que les hagan compañía. Ezequías
por otra parte fue un hombre de fe que cumplió la ley de Dios y no tenía un
solo caballo ni hombres de caballería en su reino, y por eso el poderoso
Rabsases se burló de él, y con todo le probó a los asirios, postmodernistas,
emergentes y a todo el mundo actualmente terapéutico, que él no
necesitaba de esos animales sino de Dios (2 Re. 18: 23).
Jehová no estaba enseñando a su pueblo civilizado
que no tuviera fusiles, aviones y helicópteros, sino enseñando a la iglesia a
triunfar con fe. Que si usaba medios para defenderse que no confiara en ellos
como lo hacen las pragmáticas sociedades. El pragmatismo bélico suele crear
imperios, y ser antagónico a la fe, y no digamos menos del eclesiástico que
utiliza medios que la sana doctrina desaprueba, porque la forma de
evangelización que desaprueba la teología y usa cualquier cosa para hacer
discípulos, no es evangelización sino proselitismo, es confianza equina y no fe
en Dios. En fin, no tendremos fe en los caballos, sino en la Escritura, en el
Espíritu Santo, en la oración, y ni siquiera en el estupendo caballo de Job.
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