Nuestra vida y nuestra apariencia física

Felipe Melachthon
LEVÍTICO 19:32
“Delante de las canas te pondrás en pie; honrarás al anciano, y a tu Dios temerás; yo soy el Señor”.

“Felipe Melachthon se presentó en Württemberg en agosto 25 de 1518 dos días después de que León X le había pedido al cardenal Cayetano hiciera que Lutero se presentara y lo obligara a retractarse. Fue el momento cuando su amigo Felipe Melachthon ocupara su lugar. La impresión física que produjo Melachthon a la vista de los profesores de Leipsic, no fue nada favorable, se sintieron defraudados debido a lo que esperaban. Era un hombre muy joven, mucho más joven de lo que su edad aparentaba, pequeño de estatura, débil y con un aire de timidez. ¿Acaso podría ser este jovencito el ilustre profesor tan ardientemente recomendado?

“Lutero ni sus compañeros al verlo abrigaban alguna esperanza de éxito, por su evidente timidez y sus delicadas maneras. Pero cuatro días después en la sesión inaugural cuando Melachthon habló en un elegante latín, mostrando lo mucho que sabía, su cultura, y su sano juicio, todos quedaron impactados y llenos de admiración. Los temores acerca de este joven desaparecieron y los que se habían sentido inclinados desfavorables, y en contra de él, terminaron aplaudiéndolo y alabándolo. “Cuando el discurso terminó lo rodearon los grandes profesores saludándolo, pero ninguno estaba tan lleno de gozo como Lutero por aquel joven de quien se habían apresurado a descalificarlo, y escribió lo siguiente “todos nos retractamos de los prejuicios que habíamos tenido con él debido a la apariencia física y ahora lo admiramos por su cultura y su elocuencia” (Philip Melachthon, by Dabid J. Deane, pags, 26,27). Lutero y Calvino, y hasta Spurgeon, no fueron, que digamos, de buen parecer.
Nada importa menos en la historia de nuestra vida que nuestra apariencia física, sino lo que somos y lo que hacemos, que forman nuestra biografía, al pasar por este mundo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Hiel de Betel, mal padre

Ahuyenta los pájaros y las aves de mal agüero

El altar de tierra