Dulcísimos frutos de viejas palmeras


SALMO 92:12-15

“…el justo florecerá como la palmera”. 

Lee despacio esos versículos, para tu regocijo espiritual. Nota cómo se te compara a una palmera; eso quiere decir que estarás siempre verde, porque ella no cambia sus hojas. Aunque te sientas como si te estuvieses secando, no llegará a ser así. Nos sentimos de ese modo no porque estemos en vía de morir, sino porque es tanta nuestra diaria necesidad de Dios que cuando nos falta un poco de agua suya, o no recibimos suficiente rocío del cielo, nos parece que ya nos queda poco verde y vamos a morir. No, quien ha sido justificado por Jesús siempre florecerá, olerá a Cristo, perfumará el sitio donde se halle.
La promesa es más amplia, también habla de su fortaleza, porque lo compara al cedro del Líbano; prosperará espiritualmente porque menciona su crecimiento, unas veces lento, otras aceleradamente, pero crecerá y la altura que no tiene hoy la alcanzará mañana, las gracias que ahora no posee luego las obtendrá, al cielo que no ha alcanzado llegará algún día. También promete su utilidad en la obra del Señor. Salomón usó cedro para hacer su casa, pero el cedro también fue usado en el tabernáculo. De un modo o de otro, cuando el Señor hace hermosa una vida, la perfuma con el evangelio de salvación, hace que prospere ¿cómo se podrá esperar que no haga algún uso santo de ella?  Lo único que no va hacer es quemarme porque desde antes soy “un tizón arrebatado del incendio” (Amós 4:11; Zac. 3:2).
Y eso se espera aún más por el lugar sagrado donde ha sido plantado: “plantados en la casa de Jehová”. Si hubiera crecido fuera de su iglesia quizás serviría para usos viles, pero quien ha sido plantado por Cristo en la casa del Señor, es porque tendrá su uso a su tiempo, cuando haya crecido y madurado. Pero, además veo que al compararnos a cedros plantados en la casa del Señor se puede suponer que estemos allí, con buena disposición, sin hedonismo, con mucho gusto, con grandísimo placer, para servir en el momento en que fuere necesario; quizás cuando haya que reemplazar alguna tabla, algún ministro o al ministerio, tal vez para alguna barra, para algo. Los que estamos plantados en la iglesia del Señor siempre debe animarnos el deseo de servir cuando se solicite nuestro servicio.
Nota que, aunque los árboles del Señor envejecen, continúan glorificando al Señor como si el tiempo no hubiera transcurrido; dan frutos maduros y dulcísimos, y pienso que más sabrosos que los que daba cuando eran jóvenes, más codiciables, revelando los muchos años de cultivo en la gracia que han tenido, debajo de los cálidos rayos del Sol de Justicia. No se rinden, siempre vigorosos en sus raíces, en sus ramas, en sus hojas, en sus principios, en su fe, en su lealtad al Señor, en su constancia, en sus ternuras. En fin, revelando maravillosamente el cuidado que Cristo ha tenido sobre su espíritu. ¡Oh Señor, que tus siervos alcancen la vejez así, fructíferos, vigorosos, siempre verdes!


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