Los pecados que se comenten con mucha facilidad
SALMO 52:1-7
“Amas toda palabra destructora,
oh lengua de engaño”
“Has amado toda suerte de palabras perniciosas, oh lengua
engañosa”. Ya este extranjero, Doeg, edomita, lo conocemos por 1Sa.22:9,10; era
un hombre rico (v.1) y poderoso (v.2), delató a Saúl lo que hizo el sacerdote
Ahimelec cuando recibió a David y lo ayudó
con víveres. Este hombre perverso ocasionó con su lengua y sus manos la muerte
de 85 varones de Dios (1Sa.22:17-19). Pero lo que quiero que observes es que lo
superlativos crímenes de Doeg no se mencionan, sino que era un hombre de
labios perversos. ¿Acaso no se mencionan sus otros pecados porque actuó
bajo las órdenes de Saúl, que mandó matarlos? No, porque él pudo haberse negado
como lo hicieron aquellos otros. ¡Benditos aquellos que dijeron que no! Es por
otras razones. Primero, la lengua de un chismoso es tan dañina como las
manos de un criminal y puede estar más sucia que las manos. Dios castiga
tanto los crímenes como los chismes (traiciones).
Pero hay una segunda razón que
me parece más importante. Observa que el juicio de Dios le cayó a Doeg no por
los homicidios que cometió sino la perversidad de su lengua (v. 5), aunque fue
su delación lo que ocasionó la muerte de los buenos siervos de Dios. Moriría de
forma tan violenta y espantosa que haría temblar a los santos y pensar que no
había duda que era Dios quien lo juzgaba. ¿No has visto eso mismo, como Dios
envía su juicio sobre los hombres por sus pecados menores? Esa es la
razón por la cual se menciona el uso de la lengua en este salmo, para
enseñarnos algunas cosas con respecto a los pecados menores, los que se
comenten con mucha facilidad, los que apenas hay leyes humanas que los penen,
los que no les damos importancia pero que ocasionan grandes tragedias.
Herodes no fue juzgado por Dios
por sus muchos crímenes que cometió sino por creerse un dios (Hch.12:21,23),
un pecado que nadie notó y que no hubieran considerado digno de ser juzgado tan
severo. Este hombre se fue pudriendo poco a poco y nadie quería entrar a su
cámara por el mal olor que salía por la puerta. ¿No recuerdas aquellos que
tomaban la cena indignamente como fueron juzgados por Dios, algunos se
murieron y otros se enfermaron de modo que apenas podían caminar por lo débiles
que se quedaron (1Co.11:27-32). Y uno se pregunta, ¿tomar la cena con ebrios o
embriagados es un pecado menor que el de incesto y sin embargo aquel fue
disciplinado por la iglesia y no por Dios? ¿La inmoralidad sexual es un pecado
menor que embriagarse en una comida entre hermanos? Hasta aquí estamos seguros
que todos estos fueron juzgados por los pecados más pequeños que habían
cometido, que pudieron haber sido enjuiciados por otros más grandes, pero no
sucedió así.
Eso quiere decir que un
pecador puede ser juzgado por Dios por un pecado mayor y por otro menor,
porque Dios lo que aborrece es la esencia del pecado, que es una
rebelión en su contra. La clasificación de pecados mayores y menores es humana
y no ofrece ninguna seguridad, aunque de hecho haya pecados que Dios aborrezca
más que otros. Muchas personas respetables, morales, incluso cristianas son
juzgadas por pecados menores precisamente porque ignoran que el juicio de Dios
sobre el pecado es universal, sean grandes o pequeños. Pero hay otras razones
por las cuales Dios castiga los pecados menores; porque con ellos solemos
llenar la medida del juicio de Dios por la abundancia con que los
cometemos. Una persona puede no matar a nadie, pero pecar multitud de veces con
otros pecados menores. No obstante, una palabra de esperanza, aunque Dios
juzgue en este mundo a un cristiano por sus pecados menores, es todo lo que
hace en contra de esa persona, no afecta su vida eterna. Esto trata sobre los
pecados menores que ocasionan
otros mayores.
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