Tenemos un cuerpo animal, convertido en templo


Judas 1:10
Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales”.

No es la idea de Judas afirmar que los animales como los hombres sufren de corrupción moral y espiritual; no tienen ética pues no conocen el bien y el mal. Lo que quiere decir es que el hombre se corrompe como un ser irracional; o mejor, obra irracionalmente cuando se corrompe espiritualmente. Sólo la naturaleza humana puede corromperse moralmente. Aunque nosotros exaltamos la fe con la razón para conocer la verdad de Dios, pues es por revelación, ella no hace al hombre un ser irracional, al contrario lo convierte en un ser más sabio y sobrio en el uso de los recursos que dentro de sí y afuera tiene a su disposición.

¿Con qué fin Dios creó al hombre, para que fuera su propio fin? ¿Lo creó para que se disfrutara a sí mismo? ¿Para que haga de sí mismo la fuente y disfrute de sus propios placeres? No, no somos hechos para devorarnos a nosotros mismos, para consumirnos en nuestras pasiones, para cocernos en nuestras mismas inclinaciones. Los instintos no son el fin para el cual el hombre fue creado. ¿Comer es el motivo de la existencia, el fin? ¿Viva la gula, entonces? ¿Son los placeres el fin de la existencia humana como enseñaban los antiguos epicúreos? No, el hombre tiene una misión en este mundo mayor que sus placeres orgánicos. Vivir sólo para complacer y agasajar la carne es darle a la existencia el mismo destino de los animales; y ni aun ellos. Lo único que tenemos en común con los seres inferiores es nuestro cuerpo (cuerpo animal, 1 Co 15), pero para templo del Espíritu Santo, y  llevamos dentro una razón en la cual descansa el sello privilegiado de nuestra existencia, la distinción que nos hizo la Deidad.

El trabajo, el estudio, el amor al prójimo, a Dios, son metas mucho mayores que el simple uso del cuerpo para complacer a los instintos; es pensar y estar seguros de tener un destino mayor. ¿No es el cuerpo para el Señor y el Señor para el cuerpo? (1 Co. 6: 13). Ese es su fin último y el más bello uso, tener a Jesucristo dentro del cuerpo. No domine la gula ni eros, ni el diablo en nuestro cuerpo.

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