Picazón, pero no por la sana doctrina

2 Timoteo 4:1-4
“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra, que instes a tiempo y fuera de tiempo, redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas”.

I. Un ministerio genuinamente apostólico y cambios en el mismo. (1). Esta es una época de muchos cambios dentro del cristianismo. Las iglesias han cambiado y los ministros también. En el texto hallamos las dos cosas, primero lo que es un ministro genuinamente apostólico y luego el cambio que sufrirán las congregaciones y por supuesto, el púlpito. Dios nos oiga y tales cambios no lleguen a esta congregación ni a su pastor. Primero miremos a un ministro listo. Esta porción va directamente al ministro del Evangelio, el corazón de ella está en el v.2, “que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo”. Las dos palabras hermanas son: Predicar e instar. Alrededor de ellas gira el pensamiento del texto, que es el santo deseo del apóstol. La predicación es proclamación de la palabra de verdad (v.4), el evangelio de salvación (Efe. 1: 13). 

Instar es una palabra que generalmente se toma de la vulgata latina, pero desafortunadamente en su segundo significado, como insistir en algo. Lo mismo en latín que en griego su primer significado es: “estar cerca de” “junto a” “estar a mano, listo, a punto, estar siempre alerta, aparecer de pronto”. El pensamiento del apóstol está más sobre Timoteo que sobre los hermanos que él debe cuidar; la idea es que espiritualmente, en ánimo, en voluntad, en disposición, siempre se halle asequible, que se pueda contar con él en cualquier tiempo, en cualquier momento, de noche, de día. Puede que no sea tanto estar disponible como que él se haga útil en cualquier tiempo, mostrando interés y deseo de ayudar y ser un auxiliador.

La expresión “a tiempo y fuera de tiempo”, no es “cuando hay remedio y cuando ya no hay remedio; lo que significa es en cualquier momento. Si seguimos leyendo, “redarguye, reprende, exhorta”, quiere decir que tenga un ministerio incesante de reproche, reprensión y exhortación. Como puedes mirar, el ministro espiritualmente debe hallarse a punto, listo. Aunque directamente no se refiere a su estado espiritual lo implica porque tan buena disposición para el trabajo, ¿de dónde la habrá de sacar sino de una gran comunión con Dios?

Por otra parte, nota como desarrolla objetivamente su ministerio. Ha de enseñar la palabra, pero con un objetivo, santificar a los creyentes y salvar a los incrédulos (redarguye, reprende, exhorta). No debe importarle que a algunos no les guste el uso y la aplicación que le hace a la palabra en su proclamación, él debe continuar hacia adelante exhortando, corrigiendo, regañando, que es lo que significa redarguye. Los que son sabios recibirán como buena cualquiera que sea la palabra de Dios, beneficiosa para santificar y para salvar. El, debe con su predicación acondicionar y desarrollar el gusto espiritual por la predicación, unas veces instruye, otras anima, otras deprime, exalta y humilla.

(2). Observa la cualidad que debe tener el ministro para mezclarla con la enseñanza (y deben orar por él en ese sentido), paciencia, pues dice “con toda paciencia y doctrina”. ¿Por qué crees que une la paciencia a la doctrina? Por las variadas reacciones que ha de tener un ministerio que use la palabra para exhortar, redargüir, reprender. Unos se edificarán enormemente, pero generalmente los menos, otros se edificarán pero mucho más despacio, crecerán con una lentitud desesperante, otros habiendo empezado a edificarse bien empezarán a retroceder y las mismas exhortaciones no les harán el bien que antes y acabarán apostatando, a otros no le edificarán nada, hallarán palabras por aquí y por allá, las entenderán mal y por ellas mismas rechazarán con enojo el contenido total de lo que oyeron; y otros peor aún, irán comentando negativamente dentro de la iglesia lo que oyeron, dañando a los débiles y perdiendo no sólo sus propias almas sino también las de otros.

(3). Para poder perseverar en su difícil trabajo de santificación y salvación necesita un firme convencimiento en la doctrina del juicio final; y a ella se refiere el apóstol cuando solemnemente le dice “te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino” (v.1)). Es una gran doctrina para hacer del ministro un siervo persistente, convencido, irrebatible; si la cree no desmayará, no irá atrás, no moderará su lenguaje, no comerciará con su misión. Podrán derribarlo sus opositores pero no podrán destruirlo. Se sentirá inflamado por su misión y con el ojo fijo de que tiene que cuidar su rebaño como quien ha de dar cuenta (He. 13:17). Se dirá a sí mismo ¿ofendo, molesto, hago mi visita desagradablemente útil, pierdo popularidad, sonrisas, dinero? ¿Vale la pena? Unos me lo agradecerán el día del juicio y de otros les habré quitado la justificación. No hay ministro más útil que aquel que predica, habla, exhorta con paciencia, preparando a su iglesia para el día del juicio y la eternidad.

II. Los cambios en las iglesias y en los ministros. Sin embargo el buen tiempo se ha de terminar y la tarea se hará mil veces más difícil de realizar porque habrá cambios notables: En cuanto a la iglesia: su gusto por la predicación bíblica; y en el ministerio: su propósito.
(1). La iglesia comenzará a desarrollar una preferencia por otros temas no bíblicos, no relacionados con “la verdad, y apartará” su oído de aquellas cosas que en otro tiempo fueron la delicia de sus oyentes (v.4). Pero mirando bien se puede ver que su gusto por las “fábulas” aparece como una alternativa mejor, como resultado que “no sufrirán la sana doctrina”. No ¿sufrirán? o ¿no aguantarán, no soportarán?  Dirán, “no venimos a la iglesia para que nos regañen, para que nos reprendan, para que nos exhorten. No queremos oír más esas cosas. Si la Biblia es la fuente desde donde salen esos sermones, pues no queremos ni más sermones ni más Biblia”. Y así se volverán  para otro lado o “apartarán de la verdad el oído”. Ese tiempo anunciado es éste. Hoy un gran sector de la cristiandad no quiere oír sermones bíblicos, prefiere los mitos, los sueños, las visiones, los horóscopos y otras mentiras con tal de no escuchar aquello que le haría bien a sus almas. Ese cambio de gusto implica una resistencia a convertirse a Dios, una resistencia a la verdad (2 Ti. 3:8). Anuncia una época de grande dureza de corazón, de mucha incredulidad.

(2). Los siervos del diablo enseguida perciben el cambio de gusto de la iglesia, comienzan a darse cuenta que ellas no quieren ministros apostólicos, que la Biblia no está de moda, que los varones de Dios han perdido popularidad y ahora los creyentes buscan otro género de ministros y se ofrecen voluntarios. El pedido es tan grande y las posibilidades de sacar buen partido y lucrar tan enormes, que “se amontonan”, sobran, hay una explosión enorme de ministros, por todos lados uno, una iglesia en cada esquina. La demanda de esta clase de hombres crece.

Pero ya el antiguo propósito de pastorear la iglesia para presentarla sin mancha ni arruga ni cosa semejante y como una virgen pura ante Dios ha pasado, ahora no se pastorea la iglesia para que se prepare para ser llamada ante el tribunal de Cristo, el propósito es hacerla crecer, hacer edificios, tener muchos programas sociales, cubrir necesidades sicológicas, familiares y de otro tipo. Aparecerán montones de ministerios, para la familia, para los solos, para los tales y tales… pero el ministerio de salvación, de santificación, de reprochar y exhortar... pasó, nadie lo usa, las iglesias no lo quieren. Las iglesias y el pueblo en general tienen “comezón de oír”, picazón, pero no por la sana doctrina. Sino cualquiera otra cosa que sea del mundo y de las “concupiscencias”, pero no de las enseñanzas de Dios. ¿Qué clase de ministerio quiere esta iglesia? ¿Cómo queremos que pastoreen nuestras almas? ¿Qué se callen nuestros pecados? De todos los ministerios que tienen las iglesias, ¿cuál es el más apreciado?

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