Juan no informaba sus bautismos

Mateo 3: 4-10

"Y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados".


Juan era llamado el bautizador, porque le pedía a la gente que si se arrepentía de sus pecados debía bautizarse o bautizarse mientras confesaban sus pecados; el bautismo era una señal del arrepentimiento, y significaba también un voto de consagración para huir de la ira venidera, un compromiso que hacían con Dios, un sello de la decisión que habían tomado de alejarse del pecado. La palabra arrepentimiento era clave y significaba un cambio de vida, una transformación. El bautismo era una señal voluntaria, libre, bien pensada, hecha por personas que entendían el mensaje de salvación, que temían a la condenación y de modo indirecto implicaba la unión a un grupo.

Es bueno añadir, convencidos de pecados; no para cualquiera que desee tomarlo sino para aquellos que compungidos por la palabra del evangelio y por virtud del Espíritu Santo se arrepienten de sus pecados y renuncian a ellos, aborrecen lo malo que han hecho y desde entonces profesan haber sido lavados de sus iniquidades. No bastaba con que alguien deseara tomarlo, por cuanto rechazó a muchos fariseos y saduceos (v. 7). Un error frecuente es tomarlo sin arrepentimiento.


Los fariseos estaban dispuestos a bautizarse pero fíjese, sin arrepentimiento, porque imaginaban que podían hacerlo por el padre; que siendo hijos de Abraham, y perteneciendo por nacimiento al pueblo de Dios, habiendo sido instruidos en la ley, no tenían nada de qué arrepentirse y ya estaban preparados para el reino de Dios. Juan no estaba dispuesto a hacer crecer su movimiento con personas que no daban evidencias de arrepentimiento, porque con el arado y el azadón de la predicación, rompía los corazones, que exclamaban compungidos: "¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?"; pero aquellos otros seguían viviendo como siempre, y sin separarse de los pecados que toda la vida habían practicado. Les decía "generación de víboras"; le disgustaba tener aquella clase de oyentes. Observa que el propósito de Juan con sus sermones no era llevar a la gente al bautismo, sino que se arrepintieran de sus pecados, porque su misión consistía en prepararle el camino al Señor y enderezarle sus sendas.


Si el número de bautismos hubiera sido su meta él hubiera aceptado a todos estos escribas y fariseos sin arrepentimiento, pero Juan no tenía que informar el número de bautismos en alguna organización eclesiástica con la cual estuviera afiliado. Había sido escogido por Dios para predicar el bautismo del arrepentimiento, prepararle las sendas a Jesús y eso era toda su misión. La gente no se bautizaba para pertenecer a una iglesia sino que el bautismo estaba teológicamente relacionado con el cambio de vida de ellos, y con la venida del Señor.

Hacer que la gente crea que la membresía de una iglesia constituye la salvación es una deformación del propósito del mensaje del evangelio y de la vocación del mensajero. Si lo que queremos es que Dios levante hijos de entre los pecadores debemos predicar arrepentimiento continuo; si la meta es aumentar el número de creyentes Dios puede hacerlo con las piedras. ¿Qué mala confianza podemos tener en la palabra de Dios si él puede convertir las piedras en pan y sacar hijos de ellas? Juan no informaba sus bautismos ni Pablo llevaba la cuenta de ellos (1 Co. 1: 16).

Comentarios

  1. hola pastor, cuando descubri la senda antigua, la que desempolvaron los reformadores, lidié con el tema del bautismo de niños...
    Ya etoy mas clara respecto de ese asunto, solo quiero hacer la voluntad de Dios!

    saludos chilenos...

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  2. Viviana, te he leído en otro blog defendiéndote sobre este tema del bautismo de niños. Lo has hecho muy bien y con humildad cristiana, sin ofenderte. El asunto es que los hermanos que defienden el asunto es porque igualan la vieja circuncisión al joven bautismo cristiano y salen cantando victoria pensando que han hecho una invencible mutación y que cuentan con el apoyo de los reformadores de quienes también somos seguidores. No debieran estar tan seguros de que llevan razón. Gracias por tus saludos chilenos, son buenos.

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  3. Humberto, tengo una pregunta sobre un pensamiento que me vino anoche leyendo la Biblia.

    Sabemos que el bautismo no es un requisito para recibir perdón por nuestros pecados, y sin embargo, leemos en Hechos 2:38 lo siguiente,

    38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

    Estamos ante un legalismo, ante un requisito?

    No, creo que el bautismo al que se refería el Señor era el de la fe.

    En otras palabras, cuando ponemos nuestra fe en Jesús, somos sepultados/bautizados con él (morimos al mundo, clavamos la carne en la cruz), y resucitamos a vida nueva después con él.

    Arrepentíos, morid al mundo, haced morir lo carnal en vosotros, nos dice Pedro en Hechos.

    Es correcta mi interreptación de este pasaje?

    Querría saber tu opinión pues en debates con católicos a menudo surge este pasaje para demostrar la necesidad imperiosa del bautizo.

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  4. Renton.
    Como verás, tengo otra forma de explicarlo, sí, es bautismo con agua que forma parte de, sobre todo en tiempos peligrosos de persecuciones, “mostrar” una identificación con Jesús, y declararse su discípulo.
    Observa que esta es una fórmula más primitiva y joven que la contenida en “la Gran Comisión” (Mt. 28); Pedro no menciona “en el Nombre del Padre, y del Hijo…”. El bautismo ahí no es sólo parte “teológica” de la salvación sino indispensable del “mensaje de salvación”. El testimonio público-cristológico, de fe en Jesús era una condición “sine qua non”; es la misma exigencia espiritual de la iglesia cuando el apóstol dice, “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y creyeres que Dios le levantó de los muertos serás salvo” (Ro. 10:9). Abrir la boca y decir eso, es parte “confesional-cristológica” del mensaje de salvación, en esos momentos. Y también hoy.

    Exactamente no es por meterse en el agua, sino lo que significa meterse en el agua confesando haber recibido esas doctrinas de fe. El mismo Pedro, no en el púlpito sino en su despacho, con menos precipitación escribió: “1Pe 3:21 “Y correspondiendo a esto, el bautismo ahora os salva (no quitando la suciedad de la carne, sino como una petición a Dios de una buena conciencia) mediante la resurrección de Jesucristo”. La palabra en gr., significa “pregunta o respuesta”. El bautismo es una “respuesta” de fe, no alzar la mano “recibiendo a Cristo”. Es la “aspiración” “petición”, de una esperanza de salvación.

    En las iglesias de Pedro nadie podría decir “estoy circuncidado, no tengo que bautizarme, eso no salva” porque Pedro les decía, “sí salva pero no salva. ¿O tienes miedo a las implicaciones doctrinales de esa confesión?”, queriendo decir, “tienes que bautizarte, que todo el mundo sepa lo que confiesas pero no pienses que te lava el pecado original y tus suciedades carnales”. Eso lo hizo la sangre de Cristo. Es lo mismo que en la santa cena, “este es mi cuerpo” para que nadie la tome “sin discernir el cuerpo del Señor”, pero “no es mi cuerpo, es pan”. El que lee entienda. ¿Vale?

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