Dejaron a Jesús por su teología

Juan 6: 66-68

Entonces Jesús dijo a los doce: ¿Acaso queréis vosotros iros también?”.


Me impresionas Señor; tu función no fue agrupar gente; sino cuando tantos te dejaron te hubieran visto descorazonado, pero no le tuviste miedo a la impopularidad, ni aquellos hombres eran usados para tu beneficio; se quisieron ir y los dejaste ir, no fuiste tras ellos para que volvieran, no les rogaste que se quedaran ni le pediste disculpas por las palabras que los hicieron huir porque estaban contigo pero no creían en ti (vv.64,65), y no podían venir a recibir espíritu y vida por sí mismos sino como una merced de tu Padre.

Como les dijiste que el libre albedrío estaba corrupto y no era suficiente para elegirte a ti, se espantaron y dejaron esa teología para ir donde hubiera otra que insistiera en la potencia interna del hombre para creer en tus palabras. De un solo golpe los cortaste porque de sus propias voluntades se habían unido al grupo y estaban sin espíritu y sin vida (v. 63); y no quisiste que tuvieran una teología menor que ésta; y estaban allí, y formaban una inmensa multitud, una gran “iglesia”, pero en su mayoría por otras palabras que se hablaran pero no las tuyas, no por la vida eterna.


Y les dijiste a los pocos que quedaron que si lo querían podían irse ellos también, para que se contestaran a sí mismos la razón que tenían para seguir contigo y respondieron que se quedaban por la vida eterna que tenían tus palabras. Te hicieron una pregunta que no les contestaste, que a quién otro podrían acudir; porque eso sí que no, recomendarle a alguien igual o mejor que tú, porque no lo había ya que eras más que Jonás, que el templo, (Mat 12.6, 41, 42); les habías enseñado que tenías vida en abundancia, que eras la resurrección y la vida; y años después los que se quedaron llegaron a una conclusión mayor, que tú mismo eras la vida eterna (1 Jn. 5: 20), que tus palabras eras tú mismo y que recibiendo esas palabras se recibía la vida eterna; que el manantial de la vida eras tú, el Verbo de Dios, y todas las otras fuentes meros engaños vacíos.

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