No sólo María Antonieta: ¡Y de pronto la vejez!


Oseas 7.9

"Devoraron extraños su fuerza y él no lo supo; y aún canas le han cubierto y él no lo supo".


Poco a poco Israel fue perdiendo su fuerza política, estrechando sus fronteras, perdiendo sus valiosos hijos que morían o emigraban para darle prosperidad a otras patrias y la riqueza económica se le iba y su importancia en el mundo disminuía. Aquí se refiere bien a los sirios en tiempos de Joacaz o a los asirios bajo Pul que vino contra Israel en tiempos de Menahem (2Re 15.19); y en los días de Tiglat-pileser otro rey asirio que vino y tomó muchos lugares fuertes y se llevó no pocos cautivos (2Re 15.29). Ese era el triste panorama ocasionado por el pecado y los “extraños” que se lo comían. Iban para atrás y más para atrás.

¡Oh Dios!, nuestros pies resbalan mucho, perdemos categoría y poco a poco nuestras fuerzas. No nos detenemos de súbito pero cada vez nuestros pasos son más cortos, leemos con menos frecuencia la Biblia, oramos una o dos veces, nos vamos acostumbrando poco a poco a no asistir a los cultos, no hacemos las primeras obras con el mismo amor que antes (Apc. 2.5), la rutina sustituye al celo, nos volvemos poquito a poco carnales, poco a poco nos apagamos y vamos perdiendo nuestra vida espiritual sin que lo notemos hasta que sólo nos queda el nombre de que vivimos pero estamos muertos (Apc 3.1).

Nos envejecimos por dentro sin que nos diéramos cuenta, nos salieron canas en el alma como síntomas de decaimiento y declinación. Un día nos acostamos jóvenes y nos despertamos ancianos. Hubiéramos preferido la muerte que vernos viejos.

Y nos acordamos de aquel muchachón hijo de Manoa, el peludo, el conquistador de extranjeras y cómo todos los periódicos de países vecinos hablaban de él. La radio no cesaba de dar la noticia sobre la seducción carnal del joven juez de melena leonina y la televisión presentando su rostro ensangrentado con los huecos de los ojos vacíos.

No lo supo hasta que llegó el trágico momento y la bella meretriz le gritó “¡los filisteos contra ti!”, y pensaba que iba a salir victorioso “como las otras veces” pero no fue así. Si se hubiera mirado en el espejo de la palabra de Dios, no en los ojos de su mujer, habría descubierto las guedejas de su cabello más cortas, las hábiles tijeras de la señorona lo habían rapado mientras dormía en sus sensuales brazos, y ya no era el mismo sin que se diera cuenta.

El pelinegro de sonrisa bonachona ya no tenía ojos ni para llorar, un mechón de cabello blanco le caía sobre la fría frente y canas le tapaban las orejas. Se despertó declinado y viejo. Lo ataron con cuerdas humanas y el inspirador héroe de la juventud israelita fue visto por sus fans haciendo de payaso. Y las gradas del teatro estaban llenas, y las muchachas comían palomitas de maíz, y los machitos bebían latas de Coca-Cola, y hasta la bonita tentadora en un palco especial, semi borracha, se fumaba un cigarrillo. Despierta alma mía, conserva tu sensibilidad que vas cayendo cuesta abajo (Efesios 4.19); no sólo el joven nazareo se despertó viejo, también encaneció por otro motivo, dicen que en una noche, la reina María Antonieta y ¿por qué no, tú o yo?


Comentarios

  1. ¡Excelente manera de presentar la triste realidad de Sansón. Muy buen post hermano. El Señor me mantenga alerta para que el pecado no me saque los ojos ¡ay!
    Un fuerte abrazo.

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  2. Isa, Gracias por tu comentario; siempre muy animate. Dios te bendiga.

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