Lo que el apóstol Juan le diría a los jóvenes de este siglo XXI


1 JUAN2:12-17
“Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre. Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre. Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno. No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.

Algunos  manuscritos en vez de decir “os escribo” lo tienen en pasado y sería “os escribí”, y si se toma esa traducción por lo menos a mí me facilita un tanto la entrada al contexto y los significados, y me permite suponer, quizás imaginar, la especulación, que pudo haber sido enviada otra correspondencia anterior. Es que a la carta le faltan detalles aplicativos. Tiene algunos pero hace suponer que ella es como un complemento para rellenar, o subrayar alguna información previa provista.
 Los primeros que menciona que ya tienen los pecados perdonados, son los padres, a los cuales les recuerda que no son cristianos de ayer y que están bien informados bíblicamente quién es Cristo, o el Verbo, o la Palabra, como le llama, no tiene origen sino que es “desde el principio”, por medio del cual fueron hechos los cielos y la tierra, un concepto cristológico opuesto a las ideas filosóficas gnósticas en boga. Entonces, los padres son los primeros y más importantes maestros bíblicos de sus hijos. No es la escuela dominical ni los estudios bíblicos en la congregación. El futuro espiritual de los hijos principalmente se forma en la casa donde aprenden Biblia por medio de sus padres. Importante es que los padres sepan lo que les están aprendiendo sus hijos sobre las ideas contrarias al cristianismo en el contexto en que viven, y busquen enseñarles no sólo historias bíblicas sino teología  para que no le tengan miedo a la ciencia agnóstica ni hacerle frente al secularismo con ínfulas de prepotencia.

En la  mente del Espíritu Santo están  los jóvenes, a los cuales parece que algún copista añadió al original que eran fuertes. Específicamente Juan está hablando a jóvenes cristianos buenos, triunfadores, que por medio de la palabra de Dios han vencido al maligno, o sea al diablo, que dicho sea la palabra de Dios es lo único que puede hacer que un joven cristiano triunfe en su ambiente, porque cualquiera otra cosa con la cual se forme su personalidad cristiana sería débil para contrarrestar las enérgicas fuerzas carnales de la sociedad, y más temprano que tarde dejará la iglesia. Juan menciona la palabra “habite”, o permanezca, lo cual  quiere decir mucha palabra de Dios. Eso debieron leerlo con cuidado los pastores que Juan como apóstol tenía en su mente, para que no gastaran el tiempo precioso de la predicación entreteniendo y divirtiendo, queriendo caerles en gracia a los jóvenes para que los admiren por otras muchas cosas y no por el conocimiento bíblico que tienen. 

El apóstol Juan bien plantado en este siglo XXI les diría a los jóvenes cristianos que tengan cuidado con “los deseos de los ojos”, las cosas que miran en la televisión, en el cine, en sus computadoras (ordenadores), y en sus teléfonos móviles ¡que sólo Dios sabe lo que están mirando, leyendo y escribiendo cuando caminan o cuando conducen un auto! En esta versión en español aparece la palabra vanagloria, aunque la que escribió Juan significa orgullo.  Al mencionar el apóstol los deseos de la carne se refiere a los deseos sexuales, y la única observación que le hace a esos jóvenes cuando vayan a usar sus cuerpos, es que los deseos sexuales son transitorios, pasan, primero atracción, fascinación, enamoramiento, pasión, satisfacción, disfrute, después cansancio, después aburrimiento, después separación o divorcio, y entonces ilusionados con otra persona vuelven a repetir toda esa cadena erótica cuyos últimos eslabones siempre son los mismos: cansancio, frustración y desencanto. Los pastores de los cuales Juan es el apóstol deben  enseñarles a los jóvenes que la atracción sexual por la belleza no debe ser lo único tomado en cuenta cuando se comienza una relación, si es que quieren que sea duradera y si tiene un objetivo común para ambos: el triunfo. La unión sexual conforme a la voluntad de Dios, según menciona el apóstol, no se destruye, sino que “permanece para siempre”, no automáticamente sino porque ambos la hacen con la gracia de Dios, funcionar, porque el objetivo común que ambos persiguen es superior a las desavenencias y fricciones del carácter. En resumen para usar las palabras del apóstol Pablo de forma acomodaticia, las demás uniones sexuales que no han tenido en cuenta a Dios serán clasificadas como “cosas que todas se destruyen con el uso” (Col.2:22).

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