Las promesas de Dios no son una estafa


Jeremías 4. 10
“En gran manera habéis engañado a este pueblo”.

Las promesas de Dios no son una estafa. La gran mayoría de los comentaristas adscriben estas palabras a los falsos profetas que le prometieron en nombre de Jehová paz a su pueblo y no la tuvieron (5:12;14:13;1 Re 22.23; Eze 14.9). Quizás tengan razón pero yo también sé que hay muchas promesas que hemos podido alcanzar y no las obtuvimos no porque Dios nos hubiera engañado sino porque fuimos infieles antes que ellas se cumplieran y que estando tristes y decepcionados con lo ocurrido nos ha parecido, y francamente le hemos dicho a Dios, o lo hemos pensado dudando, que nos ha engañado, que esas bellas promesas fueron todas una ilusión.
Todas las promesas de salvación son sí en Cristo pero hay otras que las cumple y distribuye la providencia y que quedan dependientes de que vivamos convirtiéndonos a él. Él ha prometido vida eterna, es imposible que Dios mienta (Tito 1.1).
A menudo los sueños de un pastor con su iglesia, sus oraciones por ella dan al traste con los logros obtenidos y las promesas bíblicas que han alentado su labor y fe: Ver en su congregación cumplidas las promesas de Dios, y sin embargo ha contemplado decepcionado que sólo unas pocas de ellas han sido cumplidas por Dios, por un tiempo y no perennemente y el resto tampoco. Sus sueños con la iglesia no se han cumplido, ella no ha sido lo que él quería. Entonces se acusa a sí mismo de no haber alcanzado mejores logros y pone en tela de juicio su propia fe en la Palabra de Dios a quien acusa de no haberlo asistido, que no cooperó con sus sueños ni apoyó sus promesas, sin darse cuenta que Dios no está comprometido con nuestros sueños y ambiciones sino con su propósito.
¿Tú crees que Dios te ha engañado, profeta, porque no te dio el bien que te prometió, que no cumplió su promesa y te ha ido mal y no bien? Hay condiciones de la paz (Luc 14.32). Tal parece que has querido, digo con buenas intenciones, que Dios cumpla sus promesas sea como sea. Y no es así. El Señor les pidió que se convirtieran teniendo fe en ellas y no lo hicieron, por lo tanto las promesas no pudieron alcanzarlas, la paz que les ofreció no llegó y la culpa la tienen ellos y no Dios. Ni tú. No alcanzan lo que Dios les promete porque no mejoran espiritualmente sino que son peores. Y tú no conoces el corazón de ellos como Dios. Quieren que Dios les cumpla su palabra sin condiciones, sean ellos como sean, ya fieles o rebeldes, pecando o siendo santos, obedientes o desobedientes.
Dile a tu pueblo que no pueden recibir las promesas que le lees si no mejoran espiritualmente y que si luego Dios no cumple los mensajes inspirados que les diste no piensen que la fe es una gran estafa ni pierdan su fe en la Biblia y en lo que en ella está escrito porque aunque hiciste todo lo posible por mejorarlos, no pudiste, y que el fracaso de ellos y tuyo no es por tu culpa sino porque tuvieron en poco lo que les decías y Dios no los engañó ni tú tampoco.

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