El Filósofo



No había ido hasta allá para conocerlo personalmente aunque nos habíamos carteado. No usaba nunca el teléfono y no parecía tener alguna noción de la Internet y los e-mails. Cuando terminé mis asuntos pregunté por su persona y el joven de la recepción en el hotel me dijo “pregunte por él en la calle que todos lo conocen y saben donde hallarlo”(1). Es cierto que en esa ciudad no había mucha gente pero aun así la popularidad de aquel joven era grande.

Nada más verme me reconoció(2). No creo que por mi ropa o corte de pelo americano. Lo hallé en una plaza contándole cuento a los niños y varias parejas divorciadas que venían para sacarle alguna opinión o consejo(3). Alzó sus ojos y me miró fijo. Entonces como si hubiera seguido una conversación conmigo y ahora la concluyera me dijo: -No te preocupes nada, lo que sea será- y añadió-tu Dios guardará tu vida no por tus oraciones y tu fe sino por sus propósitos-, lo dijo con convicción seguro de lo que me decía. - Escríbeme de nuevo cuando quieras-. Pero yo no estaba dispuesto a irme sin tener un contacto más íntimo con él. No estaba seguro que nos volviéramos a ver. Y así fue.

Quise hacerle una pregunta pero instintivamente me callé. ¿Cómo conocía tanto de Dios? La religión no solía ser el tema de sus conversaciones; no me atrevo a decir que voluntariamente lo ignoraba o que deliberadamente prescindiera de él. Su conocimiento en esta materia y su fe, cualquiera fuera su clase, era como un secreto entre los dos; hablaba poco de la deidad y se veía que pensaba más en ella de lo que podría suponerse. Las cosas que aprendía las reunía para sí mismo sin compartirlas, excepto con los niños y las mujeres de la plaza pública de aquel barrio malo.

Cuando llegué creí que era de esos que afirman que la religión es algo personal y privado, pero a los pocos minutos vi que no se trataba de eso, y que no deseara compartir lo que sabía, o que no hallara con quien, sino que su Dios, y yo suponía que era el mismo mío, era un tema alto y sublime para manosearlo continuamente delante de la gente rebajándolo a como decía “un asqueroso proselitismo”(4).

En su mente había como cierta avaricia por lo divino. Hacía mucho calor y aunque mi ropa era más ligera que la suya yo sudaba a mares, y dado que él le contaba a los niños sobre un río de aguas muy frescas y un árbol que protegía admirablemente al cansado con su sombra (5), lo invité a que nos tomáramos juntos un vaso de agua fría, o una sidra, o de vino. Y aceptó. Echamos a andar y en el camino vio dos edificios muy altos parecidos el uno al otro como dos gemelos y dijo: “No quedará piedra sobre piedra y su territorio mismo será conocido como Cero”(6). Junto al mar oyó voces familiares y dijo: “Hablan parecido al latín pero tienen costumbres de Sodoma”(7). Cuando pasamos junto una congregación de creyentes oímos la música muy alta, y más alto aún los gritos de un predicador, y lo oí decir ¡simplón!

No se dedicaba a destruir la fe de los demás pero él tenía la suya, evidentemente no era ateo, pero comparado con aquellos que oían al predicador él pasaría como un hombre secular y su costumbre era evitarlos. No fue una crítica sino como una defensa de su concepto de Dios. Ya casi habíamos dejado atrás el templo cuando me pidió que lo esperara y se volvió para dar una limosna a un paralítico que estaba sentado junto a la hermosa puerta del edificio(8). No me hizo ningún comentario pero lo vi mirarse sus dos manos, la derecha primero y luego su izquierda, y volver a meterlas en los bolsillos(9). Seguimos andando callados. Yo era uno de sus pocos amigos. No quería tener muchos. Necesariamente había que pensar como él.

Después que pasamos una puerta muy estrecha donde se hallaba el agua(10), me sostuvo por el brazo y me dijo:


“No aprendas nada nuevo hasta que ya creas lo que sabes”.

“Los pasos de Dios son lentos y hay que esperar por él”.

“No le preguntes sobre el futuro, adéntrate en él esperando encontrarlo”.

“No aspires a ser menos limpio que la nieve”.

“Cuando el diablo venga detrás de ti, corre”.

“Haz oraciones que lleguen al cielo”.

“Satanás desconoce que el corazón de Dios late por ti”.

“No vayas a una iglesia donde no haya niños”.

“A veces te parecerá que los relojes de Dios están todos descompuestos”.

“La gracia de Dios llegará a ti en puntillas, no la sentirás entrar”.


Entonces, me soltó la mano y el Espíritu me tomó y sentí que flotaba, y todas mis preocupaciones que pensaba contarle, quedaron abajo. Me di cuenta que ya no tenía sed ni él tampoco(11). El salió primero y yo seguí detrás(12), iba andando solo, sin sus doce apóstoles.

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(1) Jn 12:19

(2) Jn 1:48

(3) Mr 10:13,16

(4) Mt 23:15

(5) Apoc 22:2

(6) Mt 24:2. . Alusión a la destrucción de Jerusalén, 70 d.C. y de las Torres Gemelas en N.Y., 2001 d.C.

(7) Referencia South Beach, y la corrupción moral de los hispanos en esa playa de Florida.

(8) Un gesto humano copiado de La Escritura en Hch 3:2

(9) Mt 6:3

(10) Mt 7:13,14

(11) Jn 7:37; Apoc 22:17

(12) Apoc 14:4

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