No vinimos a este mundo por un salto cualitativo de una ostra
“…envías tu espíritu y son creados”.
Cada uno de nosotros puede gustosamente ser
llamado un “creacionista” porque entendemos que el mundo fue hecho por Dios y
no nos vino como un resultado de la casualidad ciega. Fue hecho por Dios por
medio de Cristo, para Cristo y a él lo ha encomendado para que lo sustente
(Col. 1:16,17). Nuestro Señor, el que murió en una cruz para salvar la iglesia
es quien tiene toda la potestad tanto en el cielo como en la tierra, quien
mantiene encendido el sol y la luna girando alrededor de la tierra. Y
¿cómo Cristo sustenta el mundo? Por medio de las leyes a las cuales él destinó.
Sabemos que este mundo está gobernado por leyes, eso es lo que la ciencia nos
dice, pero no menciona el hecho de por qué esas leyes existen, y por qué funcionan;
y las mencionan sin un legislador.
En nuestro texto hallamos una forma
particular de ejercer su control sobre el mundo, cuando dice que Dios se
mantiene renovando la faz de la tierra. Y eso ¿por qué? Porque
inexorablemente lo que vive tiene que envejecerse y morir. Los ríos, los
montes, las aves, los animales y los seres humanos. Los mismos cielos se dice
que se envejecerán y serán mudados. Dios no espera que se acabe un mundo para
crear otro, sino que va constantemente manteniendo el equilibrio biológico y entre
muertes y nacimientos mantiene el mundo poblado.
La hierba que es hoy mañana no será, nosotros
hemos reemplazado a los que murieron hasta que también nosotros seamos
reemplazados por otros que a su vez también serán substituidos sobre la faz de
la tierra. Es el Señor quien nos envió para renovar con nuestro nacimiento la
faz de la tierra y cuando lloraban algún ser querido nuestros padres se
regocijaban con nuestro nacimiento; hasta que un día será a la inversa y
mientras lamenten nuestra salida del mundo un niño o una niña habrá sido
elegida por Dios para sustituir el vacío que habremos dejado, que pudieran ser
nuestros hijos y nietos.
Quiero además que notes la forma exacta de
hablar sobre la repoblación del mundo. El salmista, aunque conoce bien cómo
se reproducen los seres vivos, no habla en lenguaje científico diciendo:
“ciclos de vida” “índice de natalidad” “explosión demográfica” “control de las
especies”, etc. Cuando un ave empolla sus huevos es que Dios está creando,
cuando una oveja se halla en estado de gestación, cuando una mujer sale
encinta, es que Dios envió su Espíritu a su vientre y está creando, de modo
natural, un ser humano en su vientre. Prescinde por completo del proceso
natural de reproducción, no menciona ninguno, aunque la vida sea un producto
que se transmite. La creación de esta manera no es como la inicial, pero Dios
por estos medios naturales se mantiene creando, manteniendo por medio de su
Espíritu las leyes genéticas que permiten la reproducción. La intención del
salmista es afirmar que el hálito de vida proviene de Dios, sea en germen, en
cada célula, es una creación suya. El hombre elige la forma de vida, natural o
artificial pero no puede hacer la vida misma. Es Dios quien repuebla el mundo y
el que dice quien ha de nacer y morir, cualquiera que sea el medio para
reproducirse que esa persona escoja. Usted y yo vinimos a este mundo porque
Dios nos creó por medio de nuestros padres, porque el origen de la vida es Dios
mismo, no un imposible salto cualitativo. Hay que tener más fe para afirmar que
la materia inorgánica se vuelva orgánica, y lo que está muerto adquiera vida,
simple o muy complicada vida, que para pensar en un Creador y en uno que
resucitó, dando esperanza a los condenados a muerte. El uso de la teoría de la
evolución, propuesta por Carlos Roberto Darwin, quien murió con una Biblia
sobre el pecho, ha sido utilizada por los ideólogos agnósticos, para explicar
suposiciones de aberrada incredulidad.
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