Pablo, su soltería y ministerio


Hechos 26:19-23 (LBLA)

Por consiguiente, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial, [20] sino que anunciaba, primeramente a los que estaban en Damasco y también en Jerusalén, y después por toda la región de Judea, y aun a los gentiles, que debían arrepentirse y volverse a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. [21] Por esta causa, algunos judíos me prendieron en el templo y trataron de matarme. [22] Así que habiendo recibido ayuda de Dios, continúo hasta este día testificando tanto a pequeños como a grandes, no declarando más que lo que los profetas y Moisés dijeron que sucedería: [23] que el Cristo había de padecer, y que por motivo de su resurrección de entre los muertos, El debía ser el primero en proclamar luz tanto al pueblo judío como a los gentiles.

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Comienza haciéndole a Agripa una cortés petición, que trate de entender su llamamiento. El nombre del rey Agripa está en vocativo (“caso de la declinación, que sirve únicamente para invocar, llamar o nombrar, con más o menos énfasis, a una persona o cosa personificada, y a veces va precedido de las interjecciones ¡ah! u ¡oh!”. Real Academia Española). ¿Es eso mucho, diciéndole que fui desobediente a la visión celestial (v.19)? ¿A un judío no cristiano? ¿A un juez hablarle que no podía ser rebelde a una visión? ¿A un político? Pedirle que creyera en su visión celestial. Era pedirle bastante. Nadie puede entender el ministerio de un siervo de Dios sino Dios y otro siervo de Dios, después su esposa y quizás sus hijos. Sin embargo Pablo no tuvo esposa ni hijos. No eligió como Pedro llevar a “una hermana por mujer” (1Co 9:5) en sus viajes misioneros. Una hermana, no una inconversa.

Sí, ¿pero quién? ¿Evodia? ¿Síntique? No, aunque colaboraron con él y con clemente no eran apropiadas para su gusto y vocación. ¿O alguna otra entre las “nobles” e importantes de Tesalónica (17:4)? Quizás ya estaban casadas con gentiles. ¿O alguna de Corinto? Eran mujeres dotadas, pero hablaban mucho en la congregación y tenían lío con el uso del velo. ¿Alguna de las hijas de Felipe que eran profetisas? Muy jóvenes. Lo cierto es que no todas las esposas de ministros apoyan a sus maridos como ellos lo necesitan. Entonces ¿Agripa pudiera entender el llamamiento de Pablo y su obligación con Jesús para cumplirlo? Lo entendiera o no Pablo no tiene otra razón para ser obstinado en su misión.

Fíjate que le hace mención al rey que su misión es hacer nuevas criaturas a judíos y gentiles pidiéndoles en sus sermones que debían arrepentirse y volverse a Dios (v.20), cosa que interesaba menos al rey que lo que después dijo, que mostrasen una conversión real a Dios haciendo obras dignas de arrepentimiento (v.20), ya que los gobiernos toman interés en la religión y la toleran o la reconocen si crea buenos ciudadanos que ayuden a la paz de la nación, excepto si no son políticos neutrales sino fanáticos de alguna filosofía o de otra religión adversaria, y aun en el caso actual de los gobiernos llamados seculares, tienen una buena religión como un value o valor.

A todos los gobernantes les interesa menos que los templos se llenen de personas y la música que prefieran o los puntos doctrinales que enfatizan, que el estilo de vida que muestren fuera del recinto sagrado. Agripa agrandó los ojos y estuvo atento al ministerio de Pablo. Le importaba que en sus ciudades hubiera menos prostitutas caminando por las calles, menos asaltos a los bancos, menos comerciantes fraudulentos, menos homicidios, menos droga, cero alcoholismo, menos adolescentes embarazadas, y ¡por Dios, si no son gobernantes ciegos, menos adúlteros y homosexuales! Pero si Agripa constata que los discípulos de Jesús no son del mismo espíritu que él (Luc 9:55) y que los que dicen ser reformados, paulinos, y llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón (1Co 5:11), no estará de acuerdo que el evangelio sea “poder de Dios para salvación” y que el reino de Cristo es el mismo de la carne y del diablo, y que eso que no es de este mundo no es sino un cuento. Y la prensa de Jerusalén, toda Judea y Samaria, comenzará a criticar, burlarse y ridiculizar a los ministros y sus discípulos. Pablo nunca insistió en tener iglesias grandes ni bautizar a muchos (1Co 1:17), eso era asunto de Dios y del evangelio, pero sí en que sus iglesias creyeran y vivieran lo correcto, que no fueran edificados con “madera, heno y hojarasca” sino que mostrasen una conversión real.

Mira que el apóstol le da al rey de su catálogo de problemas ministeriales sólo una pequeña línea para que lea. Eso para reforzar su llamamiento celestial, para que Agripa sepa que la única forma que tiene un ministro de acabar su carrera es si cada día de su ministerio lo acompaña Dios. por eso esa frase me parece que la dice con gratitud al Señor, habiendo recibido ayuda de Dios, continúo hasta este día (v.22). Eso es equivalente a un eben-ezer. Sin la ayuda de Dios no hubiera podido decir hasta el día de hoy. Si un solo día le hubiera faltado la ayuda de Dios hasta ese día hubiera sido un ministro del evangelio.

La perseverancia de los santos en la salvación es algo grande pero la perseverancia en el ministerio es doblemente mayor porque el ministro por ser cristiano y predicador es doblemente responsable, doblemente odiado por el diablo, doblemente asediado por las tentaciones, doblemente ofendido, perseguido, criticado y opuesto. Lo único que le mencionó a Agripa fue el “peligro de muerte” (2Co 11:23-28), de un catálogo de dificultades que si el ignorante príncipe las hubiera sabido se habría caído para atrás. Sólo le dijo que cuando los judíos querían darle muerte el tribuno Lisias lo salvó, por orden de Dios. Y ahí dejó el asunto. ¿Para qué más? Son las iglesias las que deben conocer, los corintios y todas las otras, lo que vale un ministro, el costo de predicar el evangelio sin enamorarse de los guiños que le hace la sociedad.

Ellas sí tienen que conocer la vida de pastores y misioneros para apoyarlas en oración y recursos. Leer sus informes y diarios sobre maltratos físicos, naufragios y decepciones, peligros en la ciudad y los barrios malos, la oposición y persecución de “falsos hermanos” que con fe fingida y amor con fingimientos le dan el beso de Judas, falsos creyentes que agitan la congregación en contra suya, le roban el prestigio y les ambicionan su púlpito, sus trabajos, fatigas, sus preocupaciones financieras, peligro de perder su casa, que sus hijos pasen h hambre, y sobre todo eso sus desvelos por ellos, ocasionados por ellos y no por el mundo y por la obra de Cristo en general, las otras iglesias. Esas cosas no se las dijo a Agripa sino a sus hermanos en la fe porque no buscaba el apoyo de las autoridades sino la correspondencia de sus hermanos.

Esa fue la batalla de todos los apóstoles, probarles a los judíos que las Escrituras judías eran cristianas. Esto que le dice al rey, que no ha predicado otra cosa sino lo que ya los profetas y Moisés dijeron que sucedería (v.22) es para defenderse de los judíos porque no sé cuánto interés podría tener este hombre en el asunto ni interés en verificarlo. Los judíos, por supuesto que no estaban de acuerdo, sino lo contrario, que lo que Pablo enseñaba era contrario a las costumbres y reglamentos mosaicos.

Parece que para la mente judía esto es un asunto difícil de aceptar ya que aunque el Señor se cansó de decirles a sus discípulos “para que la Escritura se cumpliese” o “como está escrito” (Mt 26:54; Luc 4:21; 18:31) tuvo que mostrarse transfigurado delante de algunos y que le contemplaran en su misma gloria conversando con los dos autores más importantes de los libros hebreos, Moisés y Elías (Mt 17:3-5). Jesús también se los dijo a los judíos pero en el NT la carga mayor se halla entre los apóstoles. Ellos fueron los que insistían en relacionar a Jesús con la Escritura para probar que era Hijo de Dios y Mesías. Por dos mil años, los judíos que leen el NT permanecen inmovibles. No lo creen.

Pablo dice que la incredulidad judía es satánica, o sea, que es el diablo quien los tiene ciegos (2Co 3:1-4:4) y que su conversión se obrará por medio del “ministerio del Espíritu”, no de la Ley de Moisés ni de un seudo-evangelio que se congracia con los judíos empleando ceremonias de ellos en los que debieran ser cultos vivos cristianos. Un debate cristiano sobre textos del AT con los judíos podría tener algún buen resultado pero ¿no sería mejor convencerlos con lo que Pablo predicaba, su resurrección? ¿Qué de la incredulidad judía si se puede demostrar lo contrario que decía Agripa, que Jesús no está muerto?

Los judíos no admiten que se les demuestre la resurrección de Jesús por medio de la Escritura. Tiene que ser por medio del mensaje del evangelio centrado en la persona de Jesús como se cuenta en los evangelios o más bien con el mensaje de Jesús como se convertían los gentiles, con el tropiezo de la cruz, Cristo crucificado, Cristo poder de Dios. Ahí es donde se les desgarra el velo que ellos tienen sobre los ojos, donde las ceremonias se cumplen, donde el viejo pacto pierde su vigencia. La cruz es el Espíritu de la Ley. Y en conjunción con la cruz, su resurrección, lo que Dios hizo con el cuerpo muerto de Jesús, el porqué lo vivificó, qué hizo con su sangre y en conjunto qué cobró con la muerte del Señor (sobre v.23 ver comentario v.6). Entonces se darán cuenta que el NT es un libro hondamente judío, el más judío y mejor judío de todos los libros, la esperanza judía de Moisés y cada profeta. Amén.

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