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sábado, 29 de febrero de 2020

Por qué los profesores y predicadores brincan algunas doctrinas



"Estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva la vida, y pocos son los que la hallan" (MATEO 7:13,14).
Entre tantas opciones y lugares por dónde salir y entrar, hallar la puerta de la salvación es una gran bendición. Hay muchas falsas puertas, falsos cristos, muchos dioses y señores, muchos exorcistas, sanadores, ungidos, "enviados por Dios", cientos de religiones. Si se ensancha la puerta se toma el camino de la perdición y no hay en él salvación.  
Sí, son pocos los que salvan, contestamos, y no debemos preocuparnos demasiado por la cantidad de convertidos o profesiones de fe (Luc.13:23); y, es más, debemos amar esa palabra y estar conformes con ella porque glorifica a Dios. Hoy el “numerismo” lo que hace es sentir mal al predicador que busca por todos los medios que cada vez sea mayor. No es que no desee que muchos se conviertan puesto que Pablo quería que “la palabra” corriera y fuera glorificada (2Te. 3:1), es que no ponga sus ojos en el número sino en la glorificación de Dios y de su palabra. Difícil es sentir esto cuando casi todos lo que buscan, aunque dicen “salvar almas”, es la glorificación de su propia imagen y la obtención de su éxito personal que es medido por la aritmética dentro de esta sociedad. Y aun dentro algunos bautistas reformados se predica sin doctrinas, igual que dentro de los bautistas del sur: la elección y predestinación las vuelven mudas y cuando aparece en la lectura de un texto, se brinca sobre ellas como si no existieran. Y podéis creerme, que siendo ellas el corazón mismo de la salvación, al explicarlas a la iglesia, si no la han prejuiciado, se siente privilegiada, única y se enamora del Amado en quien ella fue escogida y el corazón pastoral se emociona y late apurado.

viernes, 28 de febrero de 2020

Pidiendo un gran favor a Dios


“Si sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos…” (MATEO 7:11). 
Una reflexión con mucho sentido común. Dios no es peor que nuestros progenitores. Él siempre nos da cosas buenas. Y nosotros siendo malos, sintiendo envidia, celos, y cosas semejantes, podemos decir y hacer cosas buenas, sobreponiéndonos por la gracia del Señor, a obrar con amor como él lo desea. 
Tal vez así nuestras buenas palabras y obras no estén totalmente limpias, pero Dios entiende que son un resultado de la conciencia cristiana y de habernos esforzado en la gracia siendo obedientes. Es una gran manera de matar con acciones buenas la subyugada raíz del mal. Y la moraleja o aplicación de todo esto es que Dios es más bondadoso que nosotros y aunque no merezcamos que nos preste ni un minuto de atención, es todo oídos cuando postrados en oración le estamos pidiendo algún gran favor.

  1 Juan Mayormente el contenido de esta carta, si es que a pesar de la repetición de asuntos, se puede considerar de esa manera y no como...