Dios no nos pide que tengamos más optimismo y fe que nuestro Señor Jesucristo


JOB 9:27,28
Si yo dijere: Olvidaré mi queja, dejaré mi triste semblante, y me esforzaré, me turban todos mis dolores; sé que no me tendrás por inocente”.

Lo peor que pueda hacer una persona en la prisión es fingir delante de Dios que todo está bien, que no está sufriendo, y hacer lo mismo delante de sus semejantes, poner buena cara cuando en realidad se les saltan las lágrimas a los ojos. Dios siempre espera que nos presentemos delante de él como realmente somos, y como lo sentimos, sin fingir estados de ánimos. Si estamos confundidos, no podemos decirle que entendemos cada cosa, si perdemos el sosiego no podemos decirle que nos hallamos en paz, si damos vueltas en la cama sin poder dormir, no podemos darle gracias por todo un sueño reparador que obtuvimos durante la noche cuando en realidad casi no hemos podido pegar un ojo por las preocupaciones y la falta de fe.

Eso de “al mal tiempo buena cara” no es tan honesto como decir “el mal tiempo enfrentaré”. “No fingiré que estoy alegre, ni le diré a nadie “muy bien”; me siento triste “hasta la muerte”, sudo gotas de sangre; me consumo con dolores y ansiedades, ¿qué vida victoriosa pretenderé imaginar? No me importa que piensen que se ha resquebrajado mi fe, es la verdad, estoy espantado por lo que me ha ocurrido y quisiera entenderlo y disponer de un espíritu dócil para aceptarlo, pero no puedo. No fingiré. Si estoy triste “haré oración” y cuando Dios me alegre “cantaré alabanzas” (Sgo. 5:13). Con amigos y con Dios uno puede “usar mucha franqueza” (2 Co.3:12; 7:4). Dios no nos pide que tengamos más optimismo y fe que nuestro Señor Jesucristo.

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