Si no te quieres caer agárrate como dice Pablo
1CORINTIOS 10:6-14
“Mas
estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos
cosas malas, como ellos codiciaron. Ni seáis idólatras, como algunos de ellos,
según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a
jugar. Ni forniquemos, como algunos de
ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil. Ni tentemos al Señor, como también algunos de
ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos
de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor. Y estas cosas les acontecieron
como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han
alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que
no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel
es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que
dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.
Por tanto, amados míos, huid de la idolatría”.
Este texto nos enseña cómo utilizar las experiencias
de otros a nuestro favor porque el Señor nos permite conocerlas, por la
Escritura o por la experiencia para que nos sirvan de ejemplos; especialmente
qué consecuencias espirituales les han sobrevenido a los que han caído en
alguna tentación. Enseguida el apóstol desgrana una serie de tentaciones en las
cuales otros han caído, y termina afirmando que todas ellas hubiera sido posible
no haberlas cometido, si en realidad hubieran querido estar firmes (v.12).
Nota lo mismo a quienes les sirve el v.6, “como
ejemplo”. Si hacemos las mismas cosas recibiremos los mismos castigos. Aquí hay
una lista de cosas que los antiguos codiciaron
y se corresponde con la realidad de los
corintios la cual el apóstol da para los que piensan estar firmes (v.12) y miren bien no sea que caigan en
algunos de esos pecados. Es interesante que el verbo que usa el apóstol también
significa: el que es de la opinión, el que se cree, el que se supone, el que
parece estar firme, mire que no caiga en pecados. El pensamiento no es
futuro sino presente, el consejo está dado para el momento, para ahora no para
luego. Si alguien se supone firme debe tener cuidado no caiga en
pecados.
El primer pecado contra el cual todo creyente debe
guardarse es la codicia (v.6), los
deseos pecaminosos (Num.11:4) propios de los que no conocen a Dios y que
suplantan el maná celestial. Son los que hacen que los hijos de Dios comiencen
a añorar los días de la carne y prefirieran
volver a ellos (Num.11:5,6). Son los deseos codiciosos, comidas, lujos, dinero, los que hacen que se
mire hacia el mundo y no a Cristo, que se le vuelva la espalda a lo que es real
por lo irreal, a lo eterno por lo que pasa, a la felicidad por la ilusión, a
la libertad por la esclavitud. A esas
codicias Pablo les llama “necias y
engañosas” (1Ti.6:9).
El número tres es la fornicación; la que siempre está asociada a las festividades
idolátricas o sea la corrupción sexual. Este pecado, hoy tan común y poco
condenado, es tan aborrecido por el Señor que en un sólo día murieron veintitrés
mil (o veinticuatro mil en números redondos). Como dije, a esas festividades no
deben asistir los santos que no quieren llenarse de impurezas y cometer pecados
de esta índole. El que es estimado como que está firme, abra los ojos y no se
meta en ningún sitio donde puede llegar a la fornicación.
El cuarto es la
provocación al Señor en forma de quejas y
lamentos. Quejándose de una
manera o de otra, por una cosa o por la otra. La historia se halla en Num.
21:4-8. Lo cual es una expresión del desánimo (Num.21:4) y que se suele
hacernos hablar como no debiéramos y quejarnos como no es justo que nos
quejemos. Junto al desánimo viene la inconformidad
con el líder de Dios (Num.16:41-44; 21:5); “estoy fastidiado y aburrido de
todo esto, siempre lo mismo, no me gusta esto ni creo que lo merezco y Dios
parece complacido en tratarme así, siempre la misma rutina. Pienso que debiera
comer, beber y vestir mejor, estoy recibiendo algo de inferior calidad a la que
deseo e incluso a la que Dios me prometió. Y así decimos “mi alma tiene
fastidio de este pan tan liviano”, llamando pobre, aburrido, de mal gusto a las
cosas que Dios nos da, a las circunstancias que vivimos, fallando en valorar lo
que tenemos y queriendo cambiarlas por otras que según nuestro parecer, no el
de Dios, son mejores. Pobre Moisés, cuánto amaba aquel pueblo y lo poco que lo
amaba a él; si el Señor no le hubiera dado su gracia se habría regresado con su
suegro a Madián, otra vez rebeliones, murmuraciones y muertes. Ahora lo acusan
de homicidios. El pueblo le era una carga muy pesada (11:14). Una de las cosas
más tristes que tienen que soportar los siervos de Dios es las murmuraciones de
sus mismos hermanos aquellos a quienes aman, sirven y distinguen. Ellos no
murmuran de sus hermanos, los aman, los besan, interceden por ellos y en cambio
reciben murmuraciones. Esa es una innegable razón para explicar la “mortandad”
en una congregación (16:46), apagan el Espíritu Santo que se les comunica con
la Palabra y las oraciones y muchos se enfrían, se mueren espiritualmente y
apostatan. El que sea tenido como un hermano firme no murmure porque por ese
pecado puede ser castigado y sufrir mortandad.
El apóstol concluye
con unas palabras de ánimo (vv.13,14), no os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana. Quiere
que ellos sepan que el Señor los puede ayudar si lo buscan. Esas cosas que
otros hicieron son evitables, ellos pudieron haber obedecido al Señor y
no caer en ellas; era grande la tentación pero perfectamente soportable,
difícil pero no invencible. Lo dice para que no se rindan. Como bien dice el
Dr. John Gill, que hay tentaciones peores como pensamientos blasfemos, dudas,
temores, que provienen directamente de Satanás que son más difíciles de
resistir, mas a ellos no les estaban ocurriendo las peores sino tentaciones
menores, las había más malas que otros habían resistido. Sea
esta explicación parcial o completa su aplicación es muy útil para no quejarnos
del tamaño, la magnitud, la persistencia y ferocidad de nuestras tentaciones
porque aunque nos parezcan grandes, otros hermanos han salido victoriosos de
mayores. Si ellos triunfaron sobre las suyas, nosotros podemos triunfar sobre
las nuestras. El apóstol habla con cierto menosprecio sobre ellas como
diciéndoles, “son humanamente capaces de triunfar, no tienen por qué ceder”.
Desgraciadamente sólo nos enteramos de los que han sido abatidos por sus
tentaciones porque por vergüenza la mayoría no menciona las tentaciones que les
han sobrevenido, ni quieren enseñar las gruesas cicatrices que tienen en la
memoria y en el carácter, y que con la ayuda divina han vencido.
Por otra parte en la tentación no nos hallamos
espiritualmente solos porque el Señor se halla a nuestro lado y juntamente con la tentación dará la salida
para que podáis resistir, aunque nos de la impresión que nos está
dejando combatirla como si estuviéramos solos, dentro de nuestra propia
naturaleza humana, sin asistencia. El se encarga de que la tentación sea
regulada y no exceda la capacidad que conoce que poseemos. El detendrá siempre
la tentación cuando ya parece realmente que ha de vencernos. Toda tentación
tiene al menos una salida, una vía de escape que podemos tomar para no
caer en pecado; hay que buscarla afanosamente hasta que la hallemos y salir
corriendo. Y saliendo glorificar a Dios por la victoria. Si no te quieres caer
no juegues con el pecado y agárrate como dice Pablo.
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