Trata de cumplir tus propios sueños


Salmo 126:1-3 «Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, seremos como los que sueñan. Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos. Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estaremos alegres». 

Este salmo comúnmente se le adjudica a Esdras. La versión siria tiene una inscripción que dice, «es dicho de Hageo y Zacarías que salieron de Babilonia con los cautivos, pero espiritualmente es la expectativa de cosas buenas» (John Gill). Muchas versiones lo traducen en pasado hasta el v. 3; el v. 4 es una oración presente y el resto está en futuro. Si seguimos el futuro de la RV, leeremos las añoranzas de los exilados. Sueñan con el cumplimiento de las promesas de Dios, y, ¿quién no? En cierto lugar Salomón afirmó que donde abundan los sueños también abundan las vanidades (Ec. 5:7), pero no puede referirse ni al sueño físico que Dios da al trabajador en el salmo siguiente (v. 2), ni tampoco a este porque aquí el salmista no sueña con vanidades, sino con la necesidad del pueblo de Dios. 
Cuando dice: «Seremos como los que sueñan» y que Dios los haría regresar de la cautividad, no era una vanidad, sino un deseo profundo, una necesidad grande, sueños de fe, y los sueños de este tipo anticipan el gozo que se ha de experimentar cuando se cumplan, hace que uno deje por un momento la realidad penosa, deje de suspirar, cambie el lamento en risa, quite la sombra del rostro y lo alumbre con la visión de un mañana mejor. Si los sueños no se cumplieran, al menos mantendrían la esperanza viva porque ejercitan la fe. Un ejercicio de fe es soñar. Lo que impide que soñemos con el cumplimiento de alguna promesa del Señor no es la imposibilidad de que eso ocurra, sino la incredulidad. Los creyentes que sueñan con un futuro mejor son optimistas, sienten ganas de vivir y, además, los que sueñan con las promesas del Señor tratan de obtenerlas. Los sueños de un hombre no lo atrasan, no lo empujan hacia atrás, sino hacia delante. Los que creen y sueñan, raras veces se mantienen con los brazos cruzados, el mismo sueño los anima a buscar su realización. El que sueña con algo y no busca obtenerlo, no sueña, fantasea, es pura imaginación. Soñemos con grandes cosas y emprendamos grandes cosas. Grandes obras de fe. 
Hay razones para eso, traen muchas alabanzas al Señor: «nuestra boca se llenará de alabanzas». Está bien que uno cante alabanzas al Señor por todos sus beneficios, pero es mucho mejor alabarle por haber ejecutado grandes cosas. ¿Por qué nuestra lengua está casi seca? Falta hacer grandes cosas. Además, la gloria de Dios entre la gente, pues dirán: «Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros». Si la gente no ve ninguna hazaña de fe entre nosotros, ¿cómo podremos atraerlos hacia ellos? ¿Cómo podrán admirar a nuestro Dios si las condiciones en que nos hallamos no reflejan su misericordia, sino su castigo? Puede que las obras de fe no conduzcan a la conversión de la gente, pero pueden preparar el camino para eso, ganamos una posición de prestigio para ser oídos. El testimonio solo no gana a las personas, pero respalda lo que se predica. 
Otra razón es nuestra alegría. ¿Cómo puede el pueblo santo estar contento en la cautividad? (Sal. 137:1-6). Por más que los babilonios solicitaban de ellos gozo, no podían cantar. Los que aman verdaderamente a Dios y a su pueblo se entristecen cuando está destruido. ¿No recuerdas cómo Lot se entristecía por la salvación de los sodomitas? ¿No te acuerdas de Nehemías entristecido con la situación de Jerusalén? ¿No has leído cómo el apóstol sentía una continua tristeza por la incredulidad en que cayó su nación? ¿Y Jesús, lamentándose sobre varias ciudades? Cuando Dios realice nuestros grandes sueños, volveremos a estar alegres, cuando el Señor salve a los que perecen, cuando el Señor confirme en las doctrinas a los que han creído porque no tenemos mayor gozo que ver que los cristianos «andan en la verdad» (3 Jn. 4).

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