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sábado, 21 de septiembre de 2019

El castigo de ser insignificante


GENESIS 49:3,4
“Rubén, tú eres mi primogénito, el principio de mi vigor, prominente en dignidad y prominente en poder. No tendrás preeminencia, porque subiste a la cama de tu padre, y la profanaste: él subió a mi lecho”. 

Perdiste el primer lugar por un pecado sexual. Lea con temor esas palabras, varón de Dios, hijo de nobles y príncipes, miembro de la familia de Dios. Oiga como con dolorosa memoria el viejo creyente ofendido dice “subiste a la cama de tu padre”; no, no fue Jacob quien dijo eso sino Dios en persona que le dijo “te metiste en la cama de tu padre con su mujer ¿cómo pudiste ser tan vil?”. Después sí es Jacob quien habla y dice “él subió a mi lecho”, reafirmando lo que oyó al Señor decir.
No fue él el primero que se lo dijo, fue Dios porque el que mejor memoria tiene es Dios y el más ofendido con lo que le hicieron a Jacob fue él. Después Jacob dice “sí se metió en mi cama”. Un hombre dominado por pasiones pecaminosas no puede tener tanta dignidad y cuando llegara la hora futura de ser digno él no lo sería. Ya no podrás ser el número uno ni el principal porque perdiste dignidad subiendo al lecho de otro, fuiste el uno ahora serás el postrero; ¡ay, Rubén!, te envileciste, ya nadie puede respetarte y apreciarte como antes. Supiste muchos años después lo que habías perdido. No recibiste castigo, pero perdiste importancia, y para ti eso fue un gran castigo, la insignificancia. Vivos recuerdos, o, mejor dicho, muertos recuerdos de esos casos.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

El futuro no se vende, y con ello las bendiciones de Dios


GENESIS 25:29-34

“Y Esaú dijo: He aquí, estoy a punto de morir; ¿de qué me sirve, pues, la primogenitura?”.

Este episodio está contado aquí no para explicar por qué los edomitas no son el pueblo escogido por Dios, aunque eran hijos del primogénito de Isaac sino Jacob. El Espíritu Santo lo ha dejado para estudio de la apostasía. Lo que pasa es ridículo e insensato. Tonta la proposición de Jacob de comprar una primogenitura con un plato de comida y necia la aceptación y horrible la conclusión, que “así menospreció Esaú la primogenitura”, demasiado seria para lo que allí está ocurriendo, como si en verdad fuera un negocio. Esaú no parece haber considerado nunca que aquello hecho en su juventud fuera verdad; no le hizo caso, no lo tomó en serio, porque sabía que su padre jamás reconocería lo que había hecho, porque una primogenitura se puede quizás robar, pero no vender; y él finalmente la perdió porque otro la tomó en su lugar, lo suplantó no porque haya tenido alguna fuerza jurídica la venta.
Sin embargo, no es un juego entre los dos, no se nota ningún fingimiento en Esaú que haga pensar que estaba engañando a Jacob como si tuviera los dedos cruzados, se porta como un niño grande y da por lo que no vale casi nada todo lo que tiene, sus bendiciones celestiales, el privilegio de haber nacido primero y heredar lo mejor que su padre tuviera, y las promesas divinas. Se porta como un bellaco, hombre entontecido, siente, piensa y habla no como un hombre cabal, no es él mismo, es otro, en un estado anormal y fuera de su juicio. Su madre no lo hubiera reconocido y su padre menos, ambos se hubieran desencantado de él y si le hubieran mirado los ojos habrían visto que estaba como loco, que no era realmente Esaú, hipnotizado por un enrojecido caldo caliente, fijando en la comida sus ojos como si eso fuera lo único importante en lo que tenía que pensar, desear y obtener, haciéndose la boca agua con un plato de comida vulgar, hablando de morirse por él como si le fuera imposible vivir un minuto más si no se satisfacía con él.
No se moriría si no lo comía, al contrario, por mucho que lo deseara viviría si no lo comía. Pagaría no con dinero sino con bendiciones celestiales, con su reputación, con privilegios, con oportunidades, con fama, con historia y renombre; todo eso para satisfacer un placer gástrico, un efímero deleite corporal. Si es el propósito del Espíritu enseñarnos eso, no da ninguna solución, nos deja espantados, airados, boquiabiertos, con un increíble sabor amargo sin saber si reír, salir llorando, murmurando o acusarlos a ambos de ser un par de tontos e ir donde el padre y contárselo todo para que los corrija con una vara bien gruesa para que aprendan a no comprar ni vender las cosas sagradas. Como lo que Cristo ha hecho por ellos y el Espíritu Santo, y la iglesia, la fidelidad a Dios, la santidad del cuerpo y del matrimonio y el honor ante los hijos, y muchos más, no son cosas que se puedan subastar o poner a la venta.

sábado, 7 de septiembre de 2019

No confiaré en métodos sino en promesas y esperaré


GENESIS 16:1-6
 “Entonces Sarai dijo a Abram: He aquí que el Señor me ha impedido tener hijos. Llégate, te ruego, a mi sierva; quizá por medio de ella yo tenga hijos”.
Sarai inventó un método para cumplir la promesa de Dios en su matrimonio. Dios le había dicho que le daría un hijo (15:1-6) y como no se cumplía y pronto sería “imposible” tenerlo o criarlo, pensó que quizás Dios quería que ellos hicieran algo, que tendrían una parte que cumplir, o una alternativa que buscar, por lo menos así podrían cumplir la promesa, aunque fuera por la mitad. Ismael fue un hijo, pero según la carne (Ga.4:23,29), y un hijo nacido por métodos humanos no trae alegría sino tristeza, carnalidad, y al final hay que echarlo porque no puede vivir ni con sus padres. No confiaré Señor en métodos sino en tus promesas, y esperaré. El que está formando una iglesia cristiana, que es familia de Dios, que espere y no intente hacer las cosas sin promesas de Dios, porque no saldrán bien, sino que multiplicará sus dolores de cabeza.


  1 Juan Mayormente el contenido de esta carta, si es que a pesar de la repetición de asuntos, se puede considerar de esa manera y no como...