Viejo sí, pero no enfermo
Génesis 15:15
"... tú vendrás a tus padres en paz y serás
sepultado en buena vejez".
¿Por qué no dice irás..."? Es una
promesa muy especial, para que no se preocupe el patriarca Abram, al sentir
pasar los años y perder una a una sus
acostumbradas facultades. Para cuando se mire en el espejo y vea gris su
cabello y los pliegues de su rostro, los mire con indiferencia o con orgullo,
porque en cada cana y en cada arruga hay depositada mucha historia, con
perdones y bendiciones, lágrimas y consuelos.
La palabra “vendrás” se puede traducir lo
mismo ir que venir porque Dios está en una punta y la otra, aquí y allá, en los
dos extremos de la muerte; el mismo Dios que tenemos aquí es el que
encontraremos allá, y el que está allá es el que servimos aquí, en la muerte y
en la vida es el mismo. ¡Oh Dios de mi existencia! Es como si Dios le hablara
desde el lugar de los muertos; o como si los muertos estuvieran en el lugar
donde está Dios.
Nota que se infiere aquí la inmortalidad de los
padres, es decir de los que han muerto en la fe, y que se dice precediendo a la
sepultura y a la buena vejez; lo cual implica la inmortalidad del alma y que
los padres están vivos no sólo en la mente de Dios sino que existen donde se
encuentra Dios. Un gran consuelo para los que tienen una fe con esas
dimensiones. Dios le enseña a pensar en sus muchos años como una “buena vejez”.
Y ¿hay alguna vejez buena? Siendo honesto, no es una promesa para todos los
envejeciendo sino para algunos. ¿No son todas las vejeces, a la vista,
deprimentes y llenas de aflicciones corporales? ¿No son las enfermedades lo
peor de la vejez? ¿Cómo se puede decir que es un tiempo bueno?
Tal vez se
refiera a la extensión de la vejez como si le dijera que viviría mucho; pero de
todos modos le pudiera estar prometiendo que no la pasaría mal cuando fuera
viejo ni lamentaría haber llegado a la senectud. Dios es bueno y tiene
especiales consideraciones con los ancianos que ama, sus muy preciosas y
antiguas escogidas joyas. No evita que envejezca su hijo amado, sobre quien
tiene puesto sus ojos, pero sustrae de él cualquier motivo de queja por haber
vivido tanto.
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