No es lo mismo echar fuera un demonio que echar fuera el pecado
Marcos 3:27
“Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes si primero no lo ata; entonces podrá saquear su casa”.
“Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes si primero no lo ata; entonces podrá saquear su casa”.
Pienso que es menos útil para el día de hoy en la iglesia
echar fuera demonios que atarlos, resistirlos (Sgo.4:7; 1Pe.5:8,9) y no darles lugar (Efe. 4:27).
Estas palabras se refieren principalmente al diablo, como un hombre fuerte que
debe ser atado si es que uno quiere meterse dentro de su propiedad y quitarle
el precioso tesoro que como un ladrón ha robado a Dios. ¿Cómo se rescatan las
almas? ¿Echándole fuera algún demonio al padre o a la madre? Pudiera ser si da
señales de habitar en su cuerpo alguno. Aunque no es probable que la sanidad de
un miembro de la familia traiga a los demás miembros de rodillas ante Jesús. Ni
siquiera el endemoniado sanado es seguro que cuando se halle en sus cabales
escoja vivir piamente y reciba la gracia para no ceder a las insinuaciones
conscientes de la carne. Ni tampoco que el demonio no vuelva aunque la casa se
halle barrida y adornada. Su postrer estado puede llegar a ser peor que el
primero.
Por otra parte, no todas las
personas están endemoniadas. También puede estarlo sin que nadie lo note, como
aquel que asistía a la sinagoga en Capernaúm. En fin, que el echar fuera un
demonio hoy día, aparte de la salud
física del beneficiario, si es que no se mete en pecados contra su propio
cuerpo, sería casi inútil.
En cambio, el resistir
al diablo sí es de provecho porque va acompañado de un sometimiento a la
voluntad divina y porque el diablo huye (Sgo.4:7) Cuando el diablo es
expulsado de alguien, puede volver a tomar posesión de él, pero cuando huye no
regresa porque teme. Es más beneficioso para una iglesia que el diablo huya de
ella y no que se le expulse sólo por un tiempo y regrese enojado y con otros
demonios. De igual manera mejor que
echar fuera un demonio es no darle lugar (Efe. 4: 27) porque cuando se echa un demonio fuera
no se echa el pecado en cambio cuando se le da lugar al diablo son
muchos los males que una familia o iglesia sufre.
Por el contexto el apóstol se
refiere al enojo prolongado, la ira incontenible, las palabras corrompidas o
violentas, los gritos, las calumnias; todo eso ofende a Dios y pronto se aparta
de la congregación y deja que el diablo se meta entre ellos. Esas cosas dan
lugar al diablo para que entre y trabaje en familias enteras y haga que se
consuman los unos contra los otros y se devoren recíprocamente. Y junto con
esos pecados vienen otros que da horror nombrarlos.
Por último echar fuera
demonios es oponerse a las doctrinas de los demonios (1Ti.4: 1). El
echar fuera demonios fue una señal para que los discípulos certificaran
el evangelio y la vocación ministerial pero, establecida la autoridad divina
del evangelio, ya desde los tiempos apostólicos ha sido más útil para la iglesia combatir las falsas
enseñanzas que Satanás propone cuando pone la mira en las cosas de los
hombres y no en las de Dios. Mejor que echar fuera demonios es "probar los espíritus" (1Jn. 4:1) o
descubrir a los demonios. No sacándolos del cuerpo de alguna persona
sino expulsándolos de la enseñanza doctrinal de la iglesia; y es una labor importante
de los maestros, pastores y todos los que enseñan, instruir correctamente. Lo
que sigue después de este versículo es una indicación de cómo descubrirlos en
ciertas herejías.
Cuando el apóstol habla de
doctrinas de demonios se refiere en específico a dos enseñanzas, celibato
y la abstención de alimentos. Si es importante para algunos
"profetas" descubrir a los demonios en las convulsiones y ataques de
alguna gente, debiera serlo también detectarlos en las enseñanzas y atacarlos
con igual vigor. ¿No es lo que se ve, mucho celo para echar fuera demonios
con poco amor por la verdad para ser salvos? Es interés supremo
del Espíritu que su iglesia se mantenga doctrinalmente sana. Mejor que echar
fuera un demonio o dos es escribir contra el anticristo que afirma que Cristo
no ha venido en carne y contra Alejandro el calderero que se opone a las
enseñanzas de Pablo.
Ojalá llegue el día en que
todos los santos ministros del evangelio dejen a un lado el uso de los dones
milagrosos, si es que los tienen, y se dediquen como Pablo a hablar cinco
palabras con el entendimiento más que cinco mil sin ellas, a orar por los
enfermos y enviarlos al hospital, y nos dediquemos a predicar a Cristo y éste
crucificado, entonces, sólo entonces, las puertas del hades no prevalecerán
contra la iglesia.
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