Pablo se rapó por gusto
Hechos 21:20-26
“24 Tómalos
contigo, purifícate con ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza;
y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti,
sino que tú también andas ordenadamente, guardando la ley. 25 Pero
en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito
determinando que no guarden nada de esto; solamente que se abstengan de lo
sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación”.
En esta exposición hallarás a
dos líderes prominentes, dos hermanos en Cristo, sin embargo uno, Santiago,
liderando el sector judaico del cristianismo naciente que continuaba apegado a
la ley de Moisés y el otro, Pablo, un ministro a los gentiles, que
aunque educado dentro del judaísmo predicaba a Cristo sólo, la salvación por la
gracia, sin las obras de la ley. Jerusalén no es la ciudad de Pablo, ni donde
tiene más amigos ni convertidos; pero está llena de judíos ortodoxos por la ley
y de cristianos que también la guardaban. Es allí donde a Pablo le esperaban
muchas anunciadas tribulaciones y donde tuvo que hacerse como si estuviese
sujeto a la ley aunque no lo estaba. Lo que hizo Pablo allí en relación con
los votos, no afectaba su salvación, pero tampoco jamás predicó que
alguien lo hiciera, no formó parte de sus enseñanzas porque fue una actitud
misionera, circunstancial como dice Calvino, y no teológica.
Santiago hizo la sana
proposición de que Pablo desmintiese los falsos rumores que estaba enseñando a
los judíos a apostatar de Moisés (v.21); así según él, mejoraría la imagen
dentro de su pueblo y lo guardaría de cierto posible peligro cuando oyeran que
había venido a la fiesta (v.22). Él pensó que ellos al verlo cumpliendo los
votos “comprenderán que no hay nada de los que se les informó” (v.24). Fue muy
ingenuo al pensar de ese modo o le faltaba conocer muchas cosas del apóstol,
que el simple hecho de pagar aquellos votos no sería suficiente para sus
adversarios que le habían escuchado enseñar, sostener y defender la gracia por
encima del cumplimiento ceremonial de la ley.
De una manera o de otra,
tampoco sus difamadores entendían bien lo que Pablo pensaba de la ley, pero le
habían oído decir muchas cosas con las cuales ellos no estaban de acuerdo; por
ejemplo: “La circuncisión nada es” (1Co.7:19) “Somos circuncidados por medio
del bautismo, circuncisión no hecha de mano” (Col.2:11,12) “De todo lo que se
venda en el mercado comed sin preguntar nada por motivos de conciencia” (1Co.10:25-27)
“No estéis sujetos al yugo de esclavitud” (Ga.5:1) “El fin de la ley es Cristo”
(Ro.10:4) “Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros,
quitándola de en medio y clavándola en la cruz” (Col. 2:14) “Uno hace
diferencia entre día y día, otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté
plenamente convencido en su propia mente.
El que hace caso del día lo hace para el Señor; y el que no hace
caso del día para el Señor no lo hace. El que come para el Señor come y da
gracias a Dios; y el que no come para el Señor no come y da gracias a Dios” (Ro.14:5,6)
“Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios es evidente porque está
escrito: Mas el justo por la fe vivirá; y la ley no es fe sino que dice: El que
hiciera estas cosas vivirá por ellas”.
Parecería iluso que si sus
enemigos le oyeron enseñar esas doctrinas
aceptaran que por el simple hecho de raparse el cabello o por pagar
los gastos de aquellos cuatro nazarenos, él hubiera cambiado. Y así
ocurrió, nada más que lo vieron se formó el tumulto. ¿Hasta qué punto Santiago
conocía el ministerio de Pablo? ¿Podría pensar que él le predicara un evangelio
de libertad en la gracia a los griegos y uno atado al yugo de la ley para los
judíos? Santiago había enviado algunos a Antioquía, una iglesia eminentemente
gentil, para influir sobre ella con sus emisarios (Ga.2:12). Su reputación en
ese entonces era muy fuerte y los mismos hermanos temían contradecirlo. No,
Santiago estará ayudando al apóstol pero también parece querer ganarlo
públicamente para su grupo
judeo-cristiano. Pablo le había contado una por una las cosas que Dios
había hecho entre los gentiles (no entre los judíos) por su ministerio
(v.19). Glorificaron a Dios por la conversión de los gentiles (v.21).
Pablo no mencionó los
millares de gentiles que habían creído, pero los hermanos de Jerusalén,
especialmente Jacobo sí lo hicieron diciendo: “Ya ves hermano, cuántos hermanos
han creído y todos son celosos por la ley”. Estaba queriendo decir:
“Nosotros, los de la circuncisión también hemos sido bendecidos por el Señor y
tenemos convertidos por millares y esa multitud guarda la ley”.
Si sacan el asunto es porque
en el curso del testimonio de Pablo se hizo referencia (y ellos lo sabían bien)
que en la conversión de los gentiles medió la predicación de un evangelio sin
la ley. Santiago está queriendo decirle: “Ese evangelio que tú predicas,
como acordamos en el Concilio, es para los gentiles y no para los judíos; hemos
tenido noticias (por no decir él mismo) de que también estás enseñando a los
judíos la clase de evangelio que es sólo para gentiles, según hemos
acordado. Por tanto, demuestra ahora con esos votos y gastos, que aunque
predicas un evangelio sin ley para ellos, tú como judío practicas el
judaísmo”. Es indudable que Santiago está procurando someter al
apóstol, al menos ante los ojos de muchos hermanos. Si alguien duda que
semejante presión se hiciera sobre él, lea en Ga.2:1-10, como tuvo que predicar
en Jerusalén su evangelio sin ley, escondido, y siempre con peligro de
espías.
La “multitud” que oiría de su
llegada y se alborotaría, ¿quiénes serían?, ¿los judíos cristianos o los no
cristianos? Parece que ambos formaban ese gentío. Lo que quiere decir que los
hermanos judíos convertidos se hallaban a gusto en Jerusalén y no sufrían
alguna persecución porque estaban bien identificados con las autoridades
judías; y eso es lo que explica por qué todos, incluyendo a Bernabé, les temían
por las consecuencias. Pablo aceptó aquello no por el miedo que las palabras
del hermano Jacobo podrían producir en él, sino porque pagaba el precio,
adoptando en forma un apego al judaísmo que ya en sustancia distaba de guardar;
con el propósito de tener un buen clima, calmar a los adversarios y haciéndose
judío ganar a los judíos (1Co.9:19,20). Pero no le sirvió. Lo
detuvieron. No salió libre de esa visita.
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