Si dudas, te ahogas en un vaso de agua
Santiago1:5-8
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría,
pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será
dada. Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la
onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No
piense, pues, quien tal haga, que recibirá alguna cosa del Señor. El hombre de
doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”.
No se puede comprender el
significado de todas las adversidades (pruebas); pero todas tienen
alguno, no hay acontecimiento que nos ocurra, aunque lo juzguemos desventajoso,
que no tenga algún sentido providencialmente hablando. Lo que sí es cierto, es
que cuando nos hallamos inmersos en la tribulación, casi no podemos mirar
afuera de ella, es muy difícil mirar más allá de una cortina de dolor. Ninguna
tribulación al presente parece causa de gozo sino de aflicción (He.12:11);
y lo que el Señor hace en ese momento (ahora), no se puede comprender,
sino que se entenderá después (Jn. 13:7). No cabe duda que hay que esperar para
poder entender las actuaciones de la providencia y eso implica paciencia y fe.
Como no podemos, y ¡Dios nos libre!, acusar a Dios de despropósito alguno con
nuestras vidas, tenemos que asegurar nuestra fe y esperar que pasen los
acontecimientos y en cada momento hacer lo más sabio. Sobre eso es lo
que nos trata el siguiente segmento.
Así que, además de tener
paciencia para que acabe todo (Efe. 6:13), otra cosa que podemos hacer
al hallarnos en la prueba de la fe es orar por sabiduría para entender
en alguna manera lo que nos está pasando. Quizás eso contribuye en algo a la
fe, porque una de las cosas que más la debilitan es el desconocimiento de la
situación y en qué va a parar todo. Lo desconocido produce una angustia indescriptible.
Si llegamos, por la gracia de Dios, a entender lo que nos está pasando y
podemos, entrando al santuario de Dios, comprender cual haya de ser el fin de
todo, eso nos aliviará enormemente y agrandará nuestra confianza para soportar
(Sal. 73: 17). Quizás mis amados, como la prueba va dirigida a sacudir nuestra
fe, al entrar en ella, orar por sabiduría debiera ser de las primeras cosas que
hagamos para no convertirnos en una masa de desalientos y masculladas palabras
de protestas y reproches. Si alguno tiene falta de sabiduría, pídala a Dios.
Un Dios generoso que nos
invita. Realmente que el tenor de todo
ese versículo (v. 5), parece escrito para que lo hagamos de veras. Hay dos
palabras que lo indican, abundantemente o generosamente, liberalmente.
Como si el Señor nos estuviera mostrando lo que tiene, que es mucho,
inmensamente e invitándonos a su vez a acudir por nuestra porción. Si a uno lo
que le falta es inteligencia para entender su situación y poder tener fe en él,
¿cómo la negará si se la pedimos con ese propósito? Hermanos, miremos las cosas
siempre como Dios las miraría, bajo su punto de vista, de acuerdo y en relación
con su plan para nosotros, y sobre todo de acuerdo a su bondad y jamás conforme
a alguna supuesta aspereza.
La otra palabra invitadora es sin
reproche. Algunos hombres dan, pero al tiempo que lo hacen nos advierten
que lo administremos bien y que no volvamos por más; sobre todo acumulan una
enormidad de reproches en nuestros oídos si anteriormente no hemos sido sabios
en administrar o entender. Pero así no pasa con Dios, aunque le hayamos fallado
una decena de veces en entender su plan, aunque hayamos sido hijos faltos de
fe, aunque hayamos sucumbido de impaciencia, si le pedimos esta vez sabiduría,
nos daría mucha y sin un sólo reproche que nos humille. Oh Señor ayúdanos a
entender por qué nos pasan las cosas, hacia donde ella nos conducen y que modo
tenemos para dar un buen testimonio de fe. Amén. Santiago nos ha conducido al
medio para obtener la solución, la oración, pero ahora no se queda ahí, nos
hace una advertencia apropiada, la presencia de la fe en la oración.
Veamos la radiografía de un “dudante”: Pida con fe no dudando nada (v. 6). No
inmediatamente que la fe es probada desaparece, quizás uno empieza a dudar
cuando la prueba se sostiene, cuando la iniquidad se mantiene sobre la heredad
de los justos es cuando ellos extienden su mano hacia la iniquidad. En los
primeros días de ser probados es cuando hay que pedir la sabiduría, no salirnos
del problema, no que cambien las cosas sino que nos ayude a comprenderlas. Pero
en los primeros días es cuando hay que orar. Si esperamos mucho orando pero no
por sabiduría, orando sin entender la prueba, la fe puede aflojarse. Si la fe
se agrieta todo se viene abajo. La generosidad de Dios, su buena disposición de
otorgarnos sabiduría deben ser nuestros incentivos para no desmayar.
Santiago, en vez de dibujarnos
una estampa del hombre que tiene fe y recibe de Dios lo que quiere lo que hace
es hacernos una de autopsia de un hombre que duda. La duda es la muerte. Así es
la Escritura, con mucha frecuencia hallamos en ella los detalles del mal antes
que los del bien, el análisis de una enfermedad, como en este caso, y del virus
que la ocasiona antes que de la salud. El bien es muy simple, el mal es el que
es complicado.
Lo que él nos dice es que el
hombre cuando entra en dudas, no recibe respuesta a sus oraciones aunque pida.
Se puede orar, por supuesto, pero sin fe, y sólo Dios ve más allá de las
palabras. No hay respuesta alguna para una oración vacilante, para una oración
de incredulidad. Quizás antes de orar habría que chequear la fe, mirarnos
dentro, pensar en nosotros mismos y ver si creemos lo que vamos a pedir y si
nos hallamos situados sobre alguna gran roca de alguna de sus promesas.
El hombre que duda no es un
incrédulo, porque pasa de la fe a la duda, va de aquí para allá y de allá para
acá, vive en constante flujo y reflujo, espuma fe y carnalidad a la vez. La
duda pertenece también a los cristianos, pero no es ninguna virtud, es la deshonra
de nuestro testimonio.
Cuando Santiago nos dice que “no
piense el que tal haga que recibirá cosa alguna del Señor” (v. 7), es para que
estemos siempre vigilantes de la fe y prontos para orar por sabiduría para
protegerla, porque sin ella ya no se puede ni siquiera orar o por lo menos no
tendremos contestación. Desde la duda ya no se puede entender nada, no se
comprende nada, eso pasa desde la fe cuando la sabiduría y la inteligencia,
abrazadas, llegan. La palabra que Santiago usa para decir duda es “diakrinó”
que da la idea de un juicio dividido, o un juicio separado o hacer
discriminación de algo. El que duda va de la verdad al error, de la luz a las
tinieblas, de la fe a la incredulidad, se bambolea, ríe y llora, se alegra y
suspira, flota y se hunde, vive y muere.
Hay personas que por
enfermedad temperamental quizás, son así. Pero cuando se trata de enfrentar a
una situación problemática el cristiano no debe ser así, inmediatamente debe romper las tinieblas con
una oración por sabiduría para fortalecer de inmediato su fe. Si uno no se cura
de la duda y siempre anda balanceándose entre dos pensamientos, claudicando
entre varios estados mentales, puede llegar a acabar profanando con su duda, su
propia conducta.
El autor nos advierte que el
hombre que duda, el que se balancea, el que vive en un flujo y reflujo
emocional constante, no sólo tendrá la
desdicha de no recibir algo del Señor sino que además siendo un
cristiano inconstante, tomando hoy un camino y dejándolo a la vista de sus
primeros contratiempos, empezando y no terminando nada, dejándolo todo sin
acabar, inconcluso, sin firmeza. Y sin la confianza de nadie, porque no conozco
alguno que ponga su confianza en una persona que no es constante, que empieza y
no termina, que promete y no cumple, que se caracteriza por la
irresponsabilidad, por la fe y la incredulidad, por andar en santificación y en
carnalidad, en consagración y en des-consagración, siendo este mes fervoroso y
activo y el que viene frío e indiferente, hoy navegando pletórico, con las
velas hinchadas por el viento del cielo y mañana apocado, varado y casi hundido en un vaso de agua. No
queremos ser así, doblados, de ánimo, de alma, y de mente.
Toda la razón, Cristiano casi perece en el castillo de la duda, se acuerda?
ResponderEliminarBendiciones.
Viviana, tienes razón en lo que dices, yo le he hecho comentarios al Peregrino. Voy a buscar lo del Castillo de las dudas y si me parece bien lo voy a subir como una entrada en este blog. Bunyan es maravilloso.
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