Jesús cruza sobre el consenso social
Juan 4:25-30
“La mujer le dijo: Sé que el Mesías
viene (el que es llamado Cristo); cuando El venga nos declarará todo. [26]
Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo. [27] En esto llegaron sus
discípulos y se admiraron de que hablara con una mujer, pero ninguno le preguntó:
¿Qué tratas de averiguar? o: ¿Por qué hablas con ella? [28] Entonces la mujer
dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a los hombres: [29] Venid, ved a un
hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿No será éste el Cristo? [30] Y
salieron de la ciudad e iban a Él”.
Para evangelizar el mundo hay que ir
dispuesto a cruzar barreras étnicas,
religiosas y discriminación. Y eso fue lo que Jesús hizo, cruzar suavemente
todos esos obstáculos y aproximarse a ¡una mujer! ¡Samaritana! Jesús traspasa
libremente las barreras sociales en cuanto al trato con las mujeres (v.27). Los
judíos no hablaban con ninguna mujer en la calle, ni siquiera con las suyas,
porque eso estaba prohibido por la costumbre y los rabinos. No era decente
hacerlo. Por eso al llegar los discípulos se sorprendieron que lo hiciera y comprendieron la lección que había que
enfrentar las críticas y cruzar las fronteras raciales, teológicas y sexuales,
para cumplir con el deseo de Dios de salvar a los pecadores. Algunos de ellos
están muy lejos de lo que somos y no tienen recursos de cómo llegar a nosotros
pero nosotros sí los tenemos para llegar a ellos. Los discípulos llegaron y
cortaron la conversación. Es una cosa buena no ser interrumpidos por nadie
cuando nos hallamos evangelizando.
De acuerdo al ejemplo de ella, observa
que los verdaderos convertidos, especialmente en sus tiernos tiempos, son los mejores evangelistas. Esta mujer no
conoce mucho del Señor, bien poco, pero eso no fue un obstáculo; pero tenía
algo importantísimo en la evangelización, entusiasmo
y fe. Mientras más uno conozca mejor, pero a veces el mucho conocimiento
infatúa y detiene. Algunas veces sería bueno sustituir un poco de conocimientos por
entusiasmo espiritual y ganas de hablar a los demás.
Al llegar a la ciudad compartió su
conversión. Aunque usa su experiencia en su testimonio, su evangelización es
buena porque tiende más hacia fuera,
a Jesús, que hacia adentro, ella. No es necesario contarle a la gente todo lo
que hemos sido sino todo lo que es Jesús. No les dijo lo que significaba él
para ella, lo que había hecho por él sino su descubrimiento como profeta y
Cristo. Ese es un problema hoy que la gente parece sólo tener un Dios dentro y
no afuera. Ella los acompañó pero uno no ve que interviniera en la conversación.
Se quedó callada y los dejó a ellos que hicieran sus propias investigaciones y sacaran
sus conclusiones sobre Jesús. A esta mujer precisamente fue a quien le dijo que
él era aquel Mesías esperado (v.26); no a los peligrosos delatores judíos.
Los evangelistas que Dios llama,
generalmente tienen que abandonar alguna
cosa, dejársela a otras personas que se ocupen de ella. Fíjate que dejó el
cántaro (v.28). En su prisa lo dejó quizás para que fuera usado por ellos o
porque se le olvidó, o porque iría más deprisa si no lo cargaba. El cántaro
sería un impedimento para correr a “su público”, quiero decir a los hombres
(v.28). También el cántaro pudiera ser la casa, la mujer, los hijos o la
fortuna, traspasarlos a otros mientras salimos afuera a predicar. Hay quienes
no tienen entusiasmo ni fe para dejar atrás un cántaro de agua y menos un
título, un nombre, una casa o una fortunilla. Había hallado al Cristo y eso valía mucho más
que lo que dejó atrás. El verdadero Cristo, no una religión. No un falso
apóstol. Adam Clarke cuenta lo siguiente: “Unos cien años después de Cristo se
levantó un falso mesías llamado Barchochab quien decía serlo. Pero como los
judíos creían que el mesías habría de leer perfectamente los corazones, lo
sometieron a prueba. Les trajeron un grupo de personas desconocidas, unos eran
villanos y otros decentes y les pidieron que identificara a cada cual, lo cual
por supuesto, no pudo hacer. Convencidos ellos que era un impostor, le dieron
muerte”.
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