En un dedo de Spurgeon


"No conozco nada más cruel que esa doctrina que se encuentra ahora en boga, que tú puedes juzgar la condición espiritual de una persona por el número de enfermedades que padece. Cuando estuve en el sur de Francia escuché  a alguien hablar de unos misioneros que habían muerto en el Congo. Como no me encontraba lejos de un hotel, señalando con el dedo pregunté ¿conoces que lugar es ese? La respuesta fue no. Entonces le respondí  “ese es el Hotel  Beau Rivage”. Y añadí “¿sabes quién murió ahí?” De nuevo la respuesta fue no. Entonces le dije “un hombre llamado Carlos H. Spurgeon”. El murió en ese hotel. Se hicieron millones de oraciones por su salud alrededor del mundo. ¿Me vas a decir tú ahora que se murió porque no estaba viviendo en estrecha comunión con Dios, y porque le faltaba la fe? Esa es una doctrina maldita, diabólica cruel. Estoy seguro que había más gracia en uno de los dedos de Spurgeon que en todos los dedos nuestros puestos juntos" (Cursiva mía, Archibald G. Brown, Spurgeon’s Succesor, pag. 187).


Y es cierto, la gracia que Dios derramó en los labios, en la pluma y en la vida de Spurgeon fue única, ni siquiera transmitida en su tamaño en cualquiera de sus dos hijos, aun cuando uno de ellos, Tomás, fue su sucesor en su querido Tabernáculo Metropolitano. Después de la muerte de éste héroes de la fe poco a poco la asistencia comenzó a disminuir. Lo mismo pasó con aquellas organizaciones de misericordia que él fundó. Su colegio para pastores todavía existe.

Los sermones impresos de Spurgeon hoy se venden en grandes cantidades aunque se puedan encontrar gratis en la Internet. La razón es que media página escrita por Spurgeon contiene más sabiduría, belleza y gracia que en una docena de ellas escritas por cualquiera otro autor. Ha tenido muchos imitadores de los cuales uno inmediatamente leyendo les nota la dolorosa diferencia. En Spurgeon todo era natural, simplemente la gracia de Dios se derramó en sus labios y su profundidad espiritual en la experiencia cristiana es inimitable. 

Cuando yo era muy joven solía leer los sermones de Spurgeon para tomar ideas para los míos. Con el curso de los años ya no hago eso, no tengo necesidad de hacerlo, pero sí de vez en cuando busco alguno para entrar en contacto con el ministerio y el alma cristiana de aquel santo varón que amaba a Dios con todas sus fuerzas y a la iglesia cristiana con toda su alma. En el meñique de Spurgeon hay más gracia que en los diez dedos nuestros.

Comentarios

  1. Hermano, comparto un enlace a una página donde se pueden encontrar muchos sermones de Spurgeon en español y totalmente gratuitos: www.spurgeon.com.mx

    Dios le bendiga.

    L. Ramos

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