De dónde viene el resplandor del sol
Salmo 89:5, 6
“…5 Celebrarán los cielos tus maravillas, oh Jehová,
tu verdad también en la congregación de los santos, 6 Porque
¿quién en los cielos se igualará a Jehová?
Mira al cielo, ¿se puede el
sol comparar con quien lo hizo, tiene más gloria que su Creador? Mira las
estrellas, ¿no son todas diferentes en gloria? (1 Co. 15:41) ¿De dónde tienen
sus resplandores sino de Dios? Lee en Ge 1 cuando Dios hizo
el universo, y lo primero bueno que hizo fue la luz, que ella no provino de ningún
astro porque no existían, sino de sí mismo porque de él proceden todos los
resplandores. Compara esas preciosas luces con la de Dios y
verás que dentro de ellas muchas ya se han apagado y en el espacio vacío han
dejado horribles huecos negros. Pero ningún atributo
de Dios jamás ha cesado de brillar y cuando algún día él sople sobre ellas
apagándolas o derribándolas a tierra, continuará alumbrando por sí mismo con
majestuosa luz el firmamento.
El y el Cordero serán las
únicas lumbreras del universo (Apc. 21:22-24); con la luz que salga de sus
rostros el mundo entero radiará como el día. Nadie necesitará otra luz que la
que brote del rostro de Jesucristo (2 Co. 3:18; 4:6); y ellos, sus escogidos,
resplandecerán como estrellas en el cielo de la salvación (Dan. 12:2,3). No hay
ningún astro en el cielo que pueda competir con la luz divina. Nada en los
cielos se le puede igualar porque su Creador no tiene sombras de variación
(Sgo. 1:17); Dios es el mismo, jamás tiene eclipses ni gira alrededor de otra
órbita que no sea él mismo. El sol, las estrellas, los cometas, todo gira, todo
rutila, todo se mueve, excepto Dios.
Mira los cielos y compara los
ángeles con él, ¿acaso tienen mayor gloria que la suya, que los hizo a
todos? ¿No tienen ellos que cubrir sus rostros y pies cuando vuelan cerca de
él? Ninguno posee tanta luz ni tan pura como la suya, ninguno es tan grande
como él, que es inmensamente infinito, ninguno posee su sabiduría pues bien se
dice que Dios notó “necedad” en ellos (Job 4:18). Todos son gloriosos pero
ninguno digno de adoración (Col. 2:18). ¿Quién en los cielos se igualará
a Jehová? No hay nadie ni nada que se le iguale.
¿No adorarás a aquel que hizo
el cielo, el mar y la tierra? ¿No adorarás a aquel por quien Dios hizo el
universo, el sol, las estrellas y los ángeles? (Col. 1:16). Cuando Dios lo
introduce al mundo dijo: “Adórenle todos los ángeles de Dios”. Ellos le sirven,
lo exaltan con sus gargantas sin embargo, no los ha socorrido, no vertió su
sangre por ellos porque él se hizo carne, no espíritu (He. 2:16). El
resplandor del sol, y de nuestras vidas, viene de la gloria divina que brilla
en la faz de Jesucristo
Que hermosa entrada! Dan ganas de gritar un gran ¡Aleluya!
ResponderEliminarBendiciones, la comparto en Facebook.
Hola Viviana, la palabra de Dios siempre es bonita, nos sorprende y nos encanta, y tiene el poder para exaltarnos y subirnos el espíritu con su gloria, porque resplandece de Dios, y nos eleva cuando nos hace falta subir un poquito los pensamientos para sentirnos mejor.
ResponderEliminarCon afectos.