Albert Einstein y nuestra eternización



La Biblia dice que Dios es luz (1 Jn. 1: 5), en el sentido de conocimiento, pero también en un sentido literal, porque trasciende en forma física de esa manera (Ge. 1: 3), con la luz de la shequinah, en una columna de fuego o centro de una zarza ardiendo. Cuando Dios hizo el mundo lo primero que hizo fue la luz sin embargo no la asoció a ningún astro conocido, sino que era una luz que brotaba de su propia naturaleza, haciéndose física y visible, creando sus ondas y partículas a partir de su naturaleza espiritual, siendo lo espiritual primero y lo material segundo, esto último un producto de lo anterior. Lo que se ve fue hecho de lo que no se veía (He. 11: 3).

Pensando en las cosas del espíritu, y el hecho de que algún día seremos "participantes de la naturaleza divina", recibiendo la "herencia de los santos en luz" (Col. 1: 12), y que estaremos con Dios para disfrutarlo para siempre, o sea como "hijos de luz" (Efe. 5: 8), obtendremos nuestro resplandor y perennidad en asociación con la propia gloriosa luz divina.

Aquí copio algo que sirve para reflexionar en la eternidad de nuestra querida Trina Deidad, y en nuestra "eternización" cuando seamos bautizados perpetuamente con la luz divina. (Tomado del libro Our Triune God de Philip Ryken y Michael LeFebre, pag. 44).


"Albert  Einstein fue un precursor en el descubrimiento de la teoría de la relatividad, con sorprendentes observaciones en relación con nuestra experiencia y el tiempo, espacio, movimiento y de gravitación. Einstein también hizo importantes contribuciones al estudio de la física en escala atómica, descubriendo alguno de los principios de la mecánica cuántica que describe bizarros acontecimientos a un nivel microscópico. La emergente comprensión de la física en cuanto a los niveles macro y micro revelan verdades acerca del universo que resultan anómalas en relación con nuestra experiencia diaria en el mundo.

"En relación a lo primero de estas teorías (llamada "relatividad"), los astrofísicos nos dicen que el tiempo literalmente va decreciendo según un objeto se vaya moviendo a la velocidad de la luz, mientras que el tiempo literalmente aumenta cuando esa velocidad decrece. Este fenómeno bizarro es a menudo ilustrado con el ejemplo de "la paradoja de los gemelos". En el pensamiento de este experimento, uno de los gemelos es colocado en una nave espacial y viaja desde la tierra a una velocidad de 161.000 millas por segundo (86% de la velocidad de la luz), mientras que el otro gemelo permanece en la tierra.

"Cuando el gemelo que se halla en la nave espacial después de haber pasado dos años y medios regresa a la misma velocidad. Llegando a la tierra ha durado su viaje aproximadamente cinco años dentro de la nave. Pero cuando regresa encuentra que su hermano que se había quedado en la tierra le había pasado aproximadamente 10 años de vida durante su ausencia. Aunque ambos habían nacido el mismo día el gemelo de la nave espacial resultaba mucho más joven que el de la tierra. Esto nos resulta, y parece ilógico, porque en nuestra experiencia diaria el tiempo se mueve igual para todo el mundo"

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Aunque no tengamos actualmente modo de ilustrar la eternidad de Dios y nuestra participación de ella, porque no hay analogía terrestre que lo ilustre, gracias a Albert Einstein y su teoría de la relatividad, tan usada por los físicos modernos, podemos hacer una conexión entre la revelación bíblica de la luz, de Dios como luz, de la eternidad de Dios y de nuestra eternidad. 

Dios es luz eternamente inimaginable y el nuevo mundo también, para él no pasa el tiempo, que es una creación, ni tampoco pasará para sus gemelos, los que son hechos a su imagen y semejanza, los que viven y se mueven en su luz en la nave espacial de la fe; serán eternamente jóvenes mientras que los otros, los dejados en la tierra, que no han subido en "la ascendente vía de luz", digo yo de forma imaginaria, envejecerán dentro del tiempo lenta y perpetuamente. Es fascinante imaginarnos ser imbuidos perpetuamente con eternidad y estar asociados a esa luz eterna y movernos al compás de una infinitamente progresiva salvación. 

Supongo que el judío de la teoría de la relatividad, y otros universitarios con suficiente razón, arrugarían sus cejas al verme ¡hacer exégesis bíblica con su teoría! y me pedirían que no mezcle mi Biblia con esas cosas o algo parecido a, "estás loco, las muchas letras te han vuelto loco".

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